De refugio antiaéreo a 'casa' de fiscales
Culmina la remodelación de la parte del antiguo edificio del Banco de España que será sede del ministerio público
Carlos Morán
Jueves, 29 de mayo 2014, 17:27
Un extrabajador de la autoridad monetaria que nació en el caserón y la arquitecta que lo ha restaurado recorren el inmueble y su historia granada. ... Como el Tío Gilito, Ramón Santiago Hernández nació y vivió buena parte de su vida entre montañas de billetes de curso legal. Pero a diferencia del ultramillonario personaje de los tebeos, Ramón no es rico. Tras varias de décadas de trabajo y una jubilación anticipada, le ha quedado una pensión decente, pero ya está.
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Sucede que, hace ahora 67 años, Ramón vino al mundo en el ala de la antigua sede del Banco de España de Granada que da a calle Elvira. Su padre era el responsable del mantenimiento de la finca y la familia disponía de un apartamento en el edificio. De ahí su estrecha relación con el dinero.
En 1976, en plena transición hacia la democracia, Ramón tomó el relevo de su progenitor y se convirtió en el nuevo hombre para todo de la delegación granadina del Banco de España. Por seguir con las comparaciones con personajes de ficción, Ramón que habla con un acento más granaíno que la mismísima malafollá fue una especie de MacGyver, un tipo que era capaz de construir un centro comercial con un trapo y tres palillos. O casi. La diferencia es que Ramón era real y el tal MacGyver, una invención de un guionista de series televisivas.
El exempleado de la autoridad monetaria era, todo a la vez, carpintero, fontanero, electricista, albañil... y cualquier otra cosa que pudiera surgir. Así que sus huellas están por todo el inmueble que diseñó el prestigioso arquitecto y urbanista bilbaíno Secundino Zuazo Ugalde, un artista e intelectual con una historia agridulce y obras tan señaladas como la Casa de las Flores de Madrid o el edificio de Nuevos Ministerios, ubicado también en la capital de España.
Diez años después de colgar los trastos, Ramón es capaz de recordar todavía en qué estancia del fornido palacete de la Gran Vía había una baldosa floja o qué ventana tenía una verja un pelín defectuosa. Yno falla. Recorrer junto a él el viejo Banco de España es como tener rayos X en los ojos. «Aquí debajo había unas cañerías que estaban muy mal. Se atrancaban con el papel higiénico y daban mucha tarea, ¿las habéis cambiado?», pregunta a Victoria Mir, la arquitecta que ha dirigido la remodelación del inmueble que, en breve, será la sede de la Fiscalía Superior de Andalucía y de la de Granada.
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«Sí, se han cambiado todas. Yes verdad que estaban hechas polvo», confirma la arquitecta.
Ramón y Victoria se han citado para ver el resultado de las obras que aún no han sido recepcionadas por la Junta de Andalucía con IDEALcomo testigo. La experiencia es gratificante. Contar con esa pareja de lazarillos es un privilegio. Los periodistas nos solo admiran piedras, mármoles o ventanales. También se asoman al balcón desde el que se divisa el pasado, los años de la Guerra Civil, cuando el Banco de España todavía sin estar inaugurado:se abrió en 1941 servía de refugio antiaéreo para los granadinos que huían despavoridos del zumbido de los bombardeos. «Sonaba la campana de la Vela y la gente se metía aquí. Era difícil que hubiera un sitio más seguro», explica Ramón.
Aljibes
Por los ventanales al pasado que ha abierto ramón, se ve, además, una Gran Vía, la zona más señorial de la capital, en la que no había agua potable. En este sentido, el fortín que era el Banco de España contaba con dos aljibes gigantes para su autoabastecimiento. «El agua la traían de Alfacar», rememora Ramón.
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Uno de ellos, el que está en la primera fase de la restauración y que tiene una capacidad de 750.000 litros, ha sido remozado y convenientemente motorizado para que se pueda usar en caso de incendio.
A Ramón le ha parecido una idea excelente y se felicita y felicita a Victoria Mir por la calidad y modernidad de la maquinaria instalada en el depósito.
Para no variar... otro proyecto polémico
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Para no variar la norma granadina de que nada se hace sin su correspondiente controversia, el proyecto para convertir la antigua sede granadina del Banco de España en el cuartel del ministerio fiscal provincial y andaluz fue polémico. La idea, impulsada y financiada por la Consejería de Justicia e Interior de la Junta de Andalucía y ejecutada por la Agencia de Obra Pública, fue rechazada desde el primer momento por el Ayuntamiento de la capital y el PP, que reclamaban que el Banco de España acogiera el museo de la ciudad. Los populares propiciaron protestas callejeras y una ambiciosa recogida de firmas, pero no lograron su objetivo. Luego las críticas fueron diluyéndose y no hubo nada. Resumiendo, que la sede de las fiscalías Provincial y Superior de Andalucía ya solo le faltan los muebles. Eso sí, cuando abran sus puertas, todavía quedarán dos terceras partes del histórico edificio de Gran Vía por restaurar.
Llegado a este punto, el antiguo responsable de mantenimiento de la sede granadina del Banco de España narra un episodio que desmiente la sugestiva leyenda de que la cámara acorazada quedaba sumergida bajo el agua si alguien intentaba la imposible misión de desvalijarla. En una ocasión, hubo una inundación, pero fue un accidente. «Estaban construyendo el edificio del Banco de Granada que está situado justo al lado del Banco de España y perforaron el aljibe. A partir de entonces se corrió la voz de que la cámara blindada quedaba rodeada de agua si alguien no autorizado se acercaba a ella. No era cierto», relata Ramón.
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Pero podía haberlo sido, porque, según recalca la arquitecta Victoria Mir, el edificio del Banco de España es prácticamente perfecto. «Nos hemos limitado a lavarle la cara a lo que había, porque estaba muy bien hecho. Todo estaba pensado y ejecutado al detalle. Ya no se construye así», enfatiza Victoria Mir.
El Estado invirtió cinco millones de pesetas de las de entonces en levantar el inmueble, que era una cantidad más que respetable.
Buena parte de ese dineral se empleó en dotar al Banco de España de Granada de las medidas de seguridad más avanzadas de Europa. Nadie podría atracarlo. Bueno sí, Ramón, que conocía todos su secretos. Pero era de la casa.
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