Carmen Vela, presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras (AMIT), denuncia que «se nos excluye de los círculos de poder». / J. R. LADRA
SOCIEDAD

Contra viento y marea

Las jóvenes luchan por conciliar la maternidad con una competitividad creciente

ISABEL URRUTIA

Domingo, 15 de noviembre 2009, 04:32

Publicidad

Eran cinco chicas y todas estudiaron una carrera universitaria «porque mi madre quería que fuéramos independientes de nuestros maridos». Y ahora, que es filósofa ... del CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas), reconoce con orgullo que su marido es un «experto» cocinero. «Al principio me daba miedo dejarlo solo con los niños cuando me iba a los congresos, pero luego pensé: es catedrático, así que... ¡tonto no será!», suelta divertida Eulalia Pérez Sedeño. Puede estar tranquila: sus hijos disfrutaron de una dieta rica y variada. Tienen 28 y 20 años, están orgullosos de ella y nunca le reprocharon que siguiera con su trabajo. Eulalia pertenece a una generación de investigadoras que luchó por abrirse camino y llegar a lo más alto. Muchas lo consiguieron. Eso sí, en su época España no era el noveno país en producción científica.

«Ya, ya. No se puede negar que la exigencia es mucho mayor. Muchas -y sobre todo muchos- que alcanzaron el rango de catedrático no lo conseguirían ahora», admite la filósofa del CSIC. Los tiempos han cambiado. Quien no corre vuela, sobre todo en EE UU; con ocho premios Nobel este año -de un total de once galardones científicos-, han puesto el listón muy alto. Entre ellos, había tres mujeres: dos en Medicina y una en Economía. El porcentaje de investigadoras supera el 35% en aquel país, según los datos que baraja el Gobierno de Washington. No es una gran cifra pero está claro que se hacen notar.

Así las cosas, las investigadoras en Europa no acaban de despegar. El informe 'She Figure 2009' calcula que no superan el 30% del total de científicos. Austria, Dinamarca, Luxemburgo y Holanda se encuentran a la cola, con porcentajes entre el 18% y 25%. Y eso no es todo. Las tituladas que terminan una tesis doctoral en la UE rondan el 45%. En definitiva, que tiran la toalla al poco de concluir ese trabajo. ¿Será que no les interesa seguir adelante? ¿Se enfrentan a demasiadas trabas? ¿Prefieren la docencia y no la investigación? En España, los porcentajes son algo mejores: hay un 37% de investigadoras y las doctoras llegan al 47%.

«Todas esas cifras tienen una explicación: en países como Austria, Dinamarca, Holanda... la ciencia está muy prestigiada. Tiene un reconocimiento social y económico importante, y eso supone, como suele pasar, que tiendan a excluirnos. Se convierte en un gueto de hombres», apunta la biotecnóloga Carmen Vela, presidenta de la Asociación de Mujeres Investigadoras (AMIT). Cuando el ascenso en la carrera está en manos de comités de selección masculinos, se suele imponer la ley del 'old boys club'. O sea, que 'la camarilla de chicos', denunciada hace tiempo por las anglosajonas, no era un mito. «Los hombres tienden a preferir a compañeros de trabajo de su mismo sexo. No siempre es algo consciente. Simplemente prefieren a la gente con la que se relacionan más».

Publicidad

Diferencias de salario

La cervecita después de trabajar o el fin de semana en el yate pueden ser determinantes a la hora de conceder un proyecto a alguien. «Sí, sí, en esos momentos también se habla de trabajo. Se dan nombres, se habla bien de fulanito o menganito... Se van tejiendo redes sociales, contactos -advierte Carmen Vela- que influyen en la vida laboral». ¿Y por qué no se dejan ver ellas en esas reuniones informales? Muy sencillo: no las invitan. «Piensan que no tenemos tiempo. Y a veces, ay, tienen razón...». Por regla general el hogar, dulce hogar, las reclama nada más cerrar la puerta del despacho.

No estar en la pomada supone que, al hacer la declaración de la renta, pueda haber un 25% de diferencia en los ingresos. El salario anual bruto de un investigador bascula entre los 40.000 y 70.000 euros pero también hay que contemplar los 'pluses' que reporta participar en equipos de trabajo internacionales, seminarios... Son actividades abiertas a todo el mundo pero las influencias pesan mucho. Al margen de los méritos, la balanza puede inclinarse a favor de aquel químico tan majo que sabe jugar al billar... Por poner un ejemplo.

Publicidad

Tampoco hay que olvidar las dificultades para conciliar la investigación y la maternidad. La etapa entre los 30 y 40 años es fundamental: hay que publicar artículos a destajo, viajar al extranjero y buscar un centro de investigación donde echar raíces. A esas edades, es habitual vivir en la cuerda floja, sin contrato indefinido y con el currículum bajo el brazo. Y en medio de tanto estrés y noches en vela, el 'tic-tac' del reloj biológico también quita el sueño. ¿Para cuándo el bebé? ¿Merece la pena reprimir el deseo de tener hijos por la ilusión de descubrir la cura del cáncer?

Hace tres décadas no se planteaban tantas dudas; los niños no eran una prioridad. «Cuando yo estudiaba en Oviedo, a finales de los 70, éramos más combativas. Muchas sacrificaron todo por su carrera. Querían llegar lo más lejos posible... Ahora, en cambio, las jóvenes desean ser madres. Y eso, con la presión y competitividad que hay en el mundo de la investigación, es muy complicado», confiesa la geóloga Joaquina Álvarez, miembro del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera, en Barcelona. La batalla de muchas treintañeras ya no se libra contra la supremacía de los hombres; las energías se invierten en sacar adelante el trabajo y la familia.

Publicidad

Desencanto feminista

Entre los colectivos feministas se percibe cierto desencanto. No quieren que decaiga la lucha. Todavía queda mucho camino por recorrer. Y no sólo en el mundo de la investigación, en la propia universidad también hay asignaturas pendientes. Se ha pasado del 49% de alumnas en 1986 al 54% de 2005. Un incremento del 5%. Más o menos como en el caso de las catedráticas: han dado el salto del 7,9% al 13,7%. Se avanza a paso de tortuga. Los hombres siguen acaparando los centros de poder. Incluso en carreras tradicionalmente femeninas como Farmacia, donde las mujeres ya eran mayoría antes de la Guerra Civil, no había ni una sola catedrática hasta el curso pasado.

Ante este panorama, surgen algunos interrogantes: ¿no será que no les interesa llegar a esos cargos? ¿Prefieren vivir al margen de los cuerpos de élite? Begoña Ochoa, directora de Política Científica del Gobierno vasco, no se considera feminista pero ha meditado mucho sobre el tema: «Antes que nada hay que creer en la igualdad, estar dispuestas a seguir adelante y no tener miedo a asumir responsabilidades». Es catedrática de Fisiología en la Facultad de Medicina de la UPV y nunca le ha tenido miedo al riesgo.

Publicidad

Hace dos décadas, por ejemplo, se fue a Gran Bretaña por una estancia de seis meses y dejó a sus hijos, de 2 y 4 años, al cuidado de su marido y la familia política. Sin problemas. «Mis compañeras inglesas estaban sorprendidísimas. Yo les dije que las vascas éramos muy echadas para adelante», recuerda entre risas. Su cónyuge, que trabaja en una empresa, se las arregló perfectamente en su ausencia.

Begoña ha compaginado siempre la docencia y la investigación, la casa y el trabajo, sin perder comba ni un ápice de ilusión. «Si crees en lo que haces, llegas a todo. Si te sientes capaz, sales adelante». Siempre que la pareja, recalca muy seria, «apoye tus iniciativas y ambición». Tan importante como acertar en el trabajo es compartir la vida con la persona idónea. Eso lo tienen todas muy presente; por eso más de alguna lamenta la falta de tiempo para ampliar sus horizontes. Muchas se pasan el día rodeadas de probetas, algoritmos, informes y, por regla general, su ocio se reduce a la charla matutina con el panadero. Así se explica que la mayoría acabe emparejada con un colega.

Noticia Patrocinada

Ellas tienden a sacrificarse por la carrera del hombre. Por puro pragmatismo: es habitual que tengan menos años y su estatus profesional sea inferior, de ahí que ellos aporten el sustento económico principal al hogar. Aunque hay excepciones, sobre todo en EE UU. Allí los investigadores, ya sean hombres o mujeres, pueden llegar a trabajar 18 horas al día, no hay baja por maternidad, apenas disponen de tres semanas de vacaciones al año y el jefe les puede llamar tranquilamente a las seis de la mañana para saber cómo va el proyecto... En resumidas cuentas, lo de menos es tu sexo.

En el país de los billetes verdes lo único que importa es el aguante y la valía. El más fuerte y mejor pagado escala posiciones; si le toca desplazarse a otra ciudad, el cónyuge irá detrás con el resto de la familia. De mil amores. A todo eso se suman infraestructuras y recursos de lujo. Resultado: los ocho premios Nobel que se ha llevado EE UU en esta última edición. «Las condiciones son extraordinarias para la ciencia, pero muy perjudiciales en lo personal. Eso también hay que recordarlo», enfatiza Begoña Ochoa, con el recuerdo aún fresco de su estancia en la Universidad de Duke.

Publicidad

No existe el mundo ideal. Eso bien lo sabe la economista belga Annick Laurelle, investigadora de Ikerbasque, Fundación de Investigación Científica del Gobierno vasco. Trabajo le costó convencer a su familia de que lo suyo era ir de aquí para allá -Francia, Finlandia, Turquía...- «porque me encanta lo que hago y conocer otras culturas». Hasta los 41 años no consiguió un contrato indefinido.

«No ha sido fácil, pero no por ser mujer. En nuestro trabajo lograr la estabilidad tan tarde es normal». Al menos, tuvo suerte cuando le tocó elegir destino: «Se me ofreció la oportunidad de quedarme aquí y no lo dudé ni un segundo. ¡Me encanta el carácter de los españoles! Son muy directos y eso es bueno».

Publicidad

-Usted es experta en la 'teoría de los juegos', es decir, analiza las estrategias de las personas cuando toman decisiones.

-Correcto.

-¿Qué diferencias ve entre hombres y mujeres?

-Le voy a citar a Simone de Beauvoir. Ella decía que nadie nace mujer. Es la sociedad la que te hace mujer. La educación, los estereotipos te van condicionando y así, poco a poco, vas adquiriendo una conducta 'femenina'.

Publicidad

-A ellos les ocurrirá lo mismo.

-Exacto. ¡También se les condiciona! Si no cambiamos las mentalidades, las leyes son papel mojado.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad