Usureros del siglo XXI
MANUEL PEDREIRA ROMERO
Martes, 8 de abril 2008, 04:11
ES una cuña radiofónica. La protagoniza, a la vieja usanza, el diálogo entre un hombre y una mujer, casados o emparejados según se deduce del ... tono y el guión empleados. La conversación trasluce una honda preocupación en la pareja por su devenir económico. La letra de la hipoteca no deja de crecer, los gastos domésticos se disparan, el coche se avería cada dos por tres, la luz y el gas suben, los sueldos se están quietos y lo peor está por llegar. Entonces la voz masculina, como colofón a la retahíla de catástrofes microeconómicas, cierra la penosa radiografía de su economía familiar con una advertencia terrible, siniestra, críptica: «Nos van a meter en asnef».
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La primera vez que lo escuché se me hizo un nudo en la garganta y tuve que frenar y pararme en la cuneta. «Dios santo, no, no, no y mil veces no. Cualquier cosa menos asnef, hasta ahí podíamos llegar, eso es lo último, más allá espera el abismo, el aniquilamiento, la nada más horrible». En todo eso pensaba cuando, de pronto, caí en la cuenta de que no tenía ni idea de en qué consistía eso del asnef. Resulta que viene a ser algo así como un registro de morosos, una lista que ofrece información a las empresas sobre el riesgo de contratar con personas que tienen algún precedente de incumplimiento. Un sitio en el que es muy fácil entrar (basta con dejar impagado un recibo del móvil) pero del que cuesta mucho salir, más que nada porque la empresa que coloca tu nombre en la lista no está obligado a borrarlo cuando cobra.
Pero a lo que íbamos, al anuncio. La cuña vende los servicios de una de esas firmas que en momentos de crisis brotan por cada esquina como la mala hierba en terreno baldío. Empresas financieras que prometen la cuadratura del círculo y garantizan que los duros se pueden comprar a cuatro pesetas. Ofrecen una operación mágica por la que sumando las letras de la hipoteca, el coche, la moto, el frigorífico y el ordenador se acaban pagando trescientos euros menos al mes, lo cual es rigurosamente cierto. Sucede que en los préstamos no sólo interesa la cuota, sino cuánto tardaremos en quitárnoslo de encima y a qué precio. Ahí es donde esta usura moderna y legal, con intereses del 25%, hace presa en amas de casa, parados y jubilados (los anuncios televisivos se emiten en horarios propicios para este tipo de audiencia) y acaba colándose en nuestras vidas sin que nos demos cuenta.
«El interés hace que el mundo gire», dijo un banquero. Sucede que mucha gente termina mareada de tanto girar y girar con el monedero pelado y la olla boca abajo. Lo más preocupante es la cantidad de incautos que caen en la trampa y cambian el hambre de hoy por la desnutrición absoluta del mañana. Gentes sin apenas información o asesoramiento que se ahorcan para que el mundo gire. La usura fue en tiempos un delito condenado y castigado severamente por la ley y despreciado por todo el mundo. Hoy es una forma reconocida y honorable de hacer negocios que a mi me provoca unas náuseas tremendas. ¿Me vendrá bien un comprimido de asnef?
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