La era del spornosexual
Adiós a los metrosexuales. Llega el hombre narcisista, e»ncantado de mostrar cuerpo y de exhibirse a través de las redes sociales
luis gómez
Lunes, 23 de mayo 2016, 11:09
La moda es muy dada a acuñar todo tipo de etiquetas. Uno de sus juegos favoritos consiste en clasificar a los hombres por gustos, tendencias, ... estilos, orientaciones... Se puede ser hipster, retrosexual, lumbersexual, el hombre rudo que responde al prototipo del leñador; ubersexual, el que se cuida pero sin extremismos... Todo menos metrosexual, término con que se bautizó al varón que irrumpió con el nuevo milenio, que parece ser cosa del pasado. Al fin y al cabo, es lo que tiene el mundo fashion. Lo que ayer triunfaba, hoy pasa al más absoluto olvido, por mucho que David Beckham siga siendo el tipo más inteligente y rentable de la industria de la belleza y el diseño. Pero ahora toca el reinado del spornosexual.
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¿Qué es? Se trata de una metrosexualidad 2.0 que tamiza al hombre objeto. A un individuo de cuerpo musculado, rostro duro y sexualizado que juega a ser deseado. Y aún más: narcisista como nadie, disfruta enfrente de un espejo con muy poca ropa encima y, en vez de las tradicionales revistas de moda, emplea las redes sociales Instagram, preferentemente para exhibirse públicamente a golpes de selfies y celebraciones multitudinarias. La cuestión es exhibirse. Ya sea en un campo de fútbol (Cristiano Ronaldo), en un terreno de rugby (Josh Dugan) o la bañera de su casa (Dan Osborne, un guaperas británico surgido del reality show The only way is Essex, donde, semidesnudo, se muestra de la forma más impúdica posible). Los pectorales de Mario Casas y Miguel Ángel Silvestre son el eje de la cultura spornosexual española.
Estos hombres, con una sexualidad descontrolada, piden a gritos likes con los que reforzar su acentuado ego y, más importante aún, su propia imagen de marca y éxito. Enamorados de sí mismos, se gustan por encima de las demás cosas y tampoco tienen ningún inconveniente en reconocer que les encanta cautivar y fascinar por igual a hombres que a mujeres. Pese a que su estética y modo de vida respira heterosexualidad por todas partes, algunos coquetean sin disimulos con la ambigüedad. Incluso súperhombres como Tom Hardy no han tenido ningún inconveniente en admitir su bisexualidad o en contar sus experiencias esporádicas con otros hombres. A Osborne, un «heterosexual recalcitrante», la mitad de los seguidores que jalean sus desnudos y le declaran amor en su cuenta de Instagram son varones.
Si los metrosexuales entraron en la moda, los gimnasios, la cosmética y la pedicura sin temor a ser considerados gays y se rindieron al poder de las firmas hasta erigirse en hombres anuncio, algo desnortados y hechizados por el influjo de los logos, los de segunda generación se transforman en la marca en sí misma exhibiéndose con maneras provocadoras.
Es una autoexaltación corporal. Casi pornográfica y de lo más sport. De ahí la naturaleza de una terminología sport+porno+sexual que define a una tribu que reivindica una existencia igualmente coqueta. «Muchos de estos hombres juegan, como tantas mujeres han jugado, a ser objeto y vivir su particular reality show», reflexiona Mark Simpson, ensayista sobre masculinidades y autor del término spornosexual. Es el padre de las etiquetas, pues hace 20 años acuñó el de metrosexual. Y el de retrosexual. Pero al spornosexual, consumidor habitual de porno por las noches, no solo le gusta cultivar sus músculos fibrosos. Con cuerpos minuciosamente cincelados, tatuajes, piercings y un estilismo transgresor, también le gusta «acumular parejas sexuales» y le fascina la idea de sentirse querido por su propio cuerpo, que convierte en su principal vía de expresión, y no por lo que lleva puesto encima. El estilismo pierde todo el protagonismo. Uno vale más por las horas que mete en el gimnasio que por el dinero que se gasta en ropa de lujo. Ronaldo, el futbolista del Real Madrid, es el prototipo de esta nueva identidad. Sumamente vanidoso, no desperdicia ni una ocasión para quitarse la camiseta a las primeras de cambio y exhibir pectorales y tableta de chocolate.
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Las fotos de Armani
La pregunta que se hacen muchos expertos es si esta tendencia ha llegado para quedarse o pasará de largo. Simpson no tiene dudas: «El deporte se nos ha metido en la cama con el porno mientras Armani tomaba fotografías.A diferencia de los anuncios metrosexuales de Beckham de los primeros años, en los que sus atributos fueron posiblemente mejorados artificialmente, los spornosexuales de hoy se photoshopean a sí mismos en la vida real». A su juicio, esta nueva generación pone el acento en la parte sexual del término metrosexual, pero con una particularidad:«No hay nada de la ambigüedad del dandi, y sí de la virilidad de los actores porno».
Sin complejos de ningún tipo hacen todo lo que sea por convertirse en objeto de fantasías. «Para la generación de hoy, los medios de comunicación sociales, selfies y el porno son los principales vectores del deseo masculino. Sus propios cuerpos, más que cualquier producto, se han convertido en el accesorio último. En el gimnasio los convierten en una mercancía excitante que comparten y comparan». Con sus reflexiones Mark Simpson ha generado ríos de polémica al subrayar que el spornosexual aspira ser deseado por su cuerpo, pero no por su armario, y mucho menos por su cabeza y talento.
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No obstante, la jugada les está saliendo de fábula a algunos famosos. A Thom Evans, exjugador de rugby británico, le gusta posar con todo tipo de posturitas, sin camiseta y las manos sucias para subir la temperatura en las redes sociales. Presume de bíceps y tríceps para despertar el deseo de sus miles de seguidoras. Cuando menos se lo esperaba, a sus 30 años se ha convertido en icono sexual. Hasta Ryan Gosling ha abandonado su aspecto intencionadamente desaliñado en un momento en el que el futuro de los hombres parece estar más que nunca en el gimnasio.
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