Las monjas insurrectas de Mae Chee

Triunfó como modelo y ahora forma a chicas para que sean las mejores lideresas espirituales de Tailandia, un país que no reconoce el papel de la mujer en el budismo

julia fernández

Lunes, 25 de abril 2016, 10:31

Mae Chee Sansanee Sthirasuta habla despacio, paladeando cada palabra que sale de su boca. Su voz suena serena. Se detiene unos segundos al acabar cada ... frase como para cerciorarse de que su interlocutor, al que mira con cierta dulzura, sigue ahí. Y esboza una sonrisa de la que se escapa una dentadura perfecta y blanquísima, casi tanto como la túnica que viste a todas horas. Esta mujer, de 62 años, es budista y monja, una combinación insurrecta en su país. «Tailandia no reconoce plenamente nuestro papel», admite.

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Desde 1987 dirige un centro religioso en Bangkok. Se llama Sathira-Dhammasathan y es un lugar para la meditación y la oración, pero también para la formación. Desde hace siete años guía a las mujeres para que se conviertan en las mejores lideresas espirituales.«Es más importante la educación que una ley que eleve nuestro estatus», explica sin apenas levantar la voz. En Tailandia, hay unos 300.000 monjes reconocidos, todos hombres, claro, y unos 22.000 templos.

Sin embargo, 6.000 están ya vacíos por la pérdida de vocaciones y la falta de relevo generacional. Algunos se caen a pedazos, pero las mujeres no pueden entrar. Las autoridades se niegan a reconocerles un papel activo en la religión que profesa uno de cada diez ciudadanos de este país asiático. Mientras tanto, ellas, las monjas, no pierden la esperanza de que algún día les cedan esos espacios y siguen trabajando en construir sus propios monasterios, más modernos pero igual de tradicionales.

Mae Chee luce un rasurado perfecto desde que tenía «27 años», cuando se ordenó. Cuesta imaginársela con la espesa melena negra de sus fotos de juventud. De la misma manera que parece una broma que antes de convertirse en monja fuera una estrella de la televisión tailandesa. Llegó a la pequeña pantalla después de hacerse famosa como modelo: «Tenía dinero y fama, y no me enfrentaba a ningún problema, pero pensé que debía hacer algo más con mi vida». Sus primeros años como religiosa los dedicó a la oración y la meditación. Luego, tomó un papel más activo para llegar a los que sufren y ayudarlos. Esta labor, que continúa ejerciendo de manera brillante, le ha valido numerosos reconocimientos dentro y fuera de su país, hasta en instituciones tan prestigiosas como la ONU.

El auténtico Songkran

En su centro, Mae Chee no solo admite a chicas en edad de ordenarse, también organiza campamentos para niñas y niños de clase media (porque ella no hace distinciones) en edad escolar. Duran unos veinte días y se celebran a principios de cada año, que para los budistas es ahora. Su 1 de enero es siempre nuestro 13 de abril. Los pequeños aprovechan así las vacaciones de la escuela para acercarse a la religión y formarse como mejores personas. Durante su estancia, les afeitan la cabeza. «Es la manera de enseñarles que no hay que aferrarse a las cosas que no son permanentes».

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Deben vivir como si fueran auténticos monjes budistas. Ello implica levantarse a las seis de la mañana para rezar y luego recoger las limosnas de los fieles. También han de vestir ropas de algodón en color blanco y asistir a clases de meditación diarias. Según los padres, esto los convierte en críos más reflexivos y mejora su comportamiento en el colegio, lo que se traduce en notas más altas. Durante el campamento, tienen la oportunidad de disfrutar del auténtico Songkran, el festival del Año Nuevo tailandés, en el que los fieles llevan deliciosos manjares a los monjes y estos, en agradecimiento, les lavan con el agua de Buda para limpiar sus pecados. «En la vida no todo es ganar dinero. Hay que ser útil a la sociedad y contribuir de manera positiva», alecciona Mae Chee.

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