Un granadino hace historia en el Real Club de Valderrama

Pablo Navarro, de 14 años, llegó hasta el hoyo 15 del Real Club de Valderrama. Estaba ante un hoyo de 183 metros de largo, así que se fue a su bolsa y sacó con aplomo una madera 3. Se paró frente a su bola de color limón, llenó sus pulmones de aire, contuvo la respiración y balanceó su madera 3 para conseguir un movimiento perfecto que terminó acompañando con su mirada una pelota que poco a poco se acercaba al green hasta que, ¡zas!, hoyo en uno.

Aquella hazaña levantó al público que lo festejó con un aplauso que sonó a reconocimiento. A descubrimiento de un talento en ciernes que se abría paso en un campo con historia. Muy pocos jugadores, incluso profesionales, habían logrado antes lo que hizo Pablo Navarro a sus 14 años. El golfista, que aprende en la Escuela Marín Casado Golf, reconoce que no se lo podría creer.

«Llegué al tee y ya tenía la sensación de saber que iba a hacer un muy buen golpe. Llegué, coloqué la bola y me preparé. Le di y salió justo por donde yo quería», va relatando, con una madurez asombrosa. Entonces, la pelota «botó antes del green, hizo otro bote más porque allí las calles y los greens están muy duros y rápidos… En esto, la bola se quedó parada un instante, pero enseguida empezó a rodar, a rodar y a rodar hasta llegar al hoyo que la recoge y bueno…», saltó el Valderrama Golf.

Aquello resonó en toda la instalación. «Se enteraron dos partidas de delante y la de atrás, imagínate», dice. «Al acabar el torneo, todos los socios del club, los padres… Yo no sabía cómo, pero se habían enterado. Me felicitaron, me dieron un diploma y fue una sensación muy chula, la verdad», cuenta el menudo Pablo Navarro, derramando orgullo en sus palabras.

En su club, en Las Gabias, «me ha felicitado mucha gente, cuando llegué a entrenar, no sé cómo pero se había corrido la voz», advierte. Y en cuanto a la famosa bola, «la voy a enmarcar», porque ya es una bola con historia. Pero con mucha más historia. «Hice con esa misma bola un eagle en el hoyo nueve, lo que sería meterla de dos golpes en un par cuatro. Así que esa bola ya la tengo guardada sin limpiar ni nada, para enmarcarla tal y como está. Para mí va a ser un recuerdo para toda la vida», revela el jugador.

Y, después de meter un hoyo en 1, «uno quiere más». «Quiero llegar a lo más alto y yo lo voy a intentar», dice con una ambición sana envidiable. Remata el talento acordándose de «José Ignacio e Isaac Marín Casado, que son mis entrenadores. Llevo desde 2020 con ellos y estoy muy contento, porque si no hubiera entrenado con ellos no habría pasado esto. Por ellos y por Paco Ávila, que fue quien me enganchó al golf, no solo a mí, sino a mis padres», reconoce.