«He vuelto a ser feliz en la cancha tras un año muy difícil»
El ala-pívot granadino ve compensada con su gran actuación en la Fase Final de la ACB con Burgos un curso en el que ha vivido un auténtico calvario
El universo le debía una a Pablo Aguilar en esta temporada. Su lesión primero y luego la pandemia cercenaron el recorrido del granadino, quien pudo ... resarcirse con una espectacular Fase Final de la Liga Endesa, en la que promedió 7'7 puntos y 6'8 rebotes y donde ayudó a Burgos a alcanzar las semifinales.
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–Una grave lesión le impide estar con la selección española en el Mundial de China y después fuerza su salida del Tenerife. Tras una larga recuperación cumple su ilusión de jugar en Japón y entonces estalla la pandemia. Toca confinarse y de repente a jugar la Fase Final de la ACB con el Burgos, plantándose en semifinales. Este curso 19/20 no se le va a olvidar nunca.
–Ha sido un año muy difícil, tremendamente distinto en muchos aspectos. Al final con lo que me quedo es que la lesión en la mano está ya superada gracias al trabajo de estos meses. Así he podido terminar la temporada jugando con Burgos y además haciendo un papel muy bueno, llegando a unas semifinales históricas para San Pablo que quedarán para siempre en el recuerdo.
–¿La alegría vivida con Burgos es la forma del karma de compensar todo lo malo?
–Hasta ese momento la alegría del año fue fichar por un equipo de Japón. Soy un apasionado de ese país y era una experiencia que siempre había querido vivir en mi carrera. Cuando por fin tenía lo que llevaba años queriendo llegó la pandemia. Nadie podía imaginar que iba a tener ese impacto. Tuve que aceptarlo con la mejor filosofía posible, pero en ese instante piensas que no es posible que, después de todo lo pasado ese año, tampoco pudiera disfrutar de jugar en Japón. Tuve que empezar otra vez de cero, volver a España y pasar el confinamiento en Zaragoza, entrenando sin saber cuándo iba a volver. De repente un día me llamaron del Burgos, parecía que el destino quería que acabara la temporada con buenas sensaciones. He vuelto a ser feliz en una pista tras un año muy difícil.
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–¿Cómo se fraguó su fichaje por el San Pablo Burgos?
–Fue todo muy rápido. Recuerdo que me llamaron una noche para jugar la Fase Final, pero que tenía que decidirme rápido porque el equipo se iba a los dos días ya para concentrarse. A las dos horas acepté y al día siguiente cogí el coche para ir a Burgos y pasar las pruebas médicas. Luego me uní al equipo, con el que entrené la primera vez ya en Valencia.
–Incorporarse a mitad de temporada a un grupo ya hecho y en el que todos se conocen de todo el año siempre es complejo. Hacerlo para apenas dos semanas debe ser casi una utopía.
–Desde luego. Apenas pude entrenar unos días antes de que empezaran los partidos. Tenía que prepararme física y mentalmente, aprenderme los sistemas, saber cómo juegan tus compañeros e intentar integrarme con gente que lleva un año juntos. Son muchas cosas, pero a nivel humano y deportivo todo ha sido tan bueno que mis sensaciones eran que llevaba con ellos más tiempo. El período de adaptación se redujo porque puse de mi parte, pero también me ayudó que conociera a varios jugadores de la plantilla y el hecho de que el entrenador Joan (Peñarroya) ha sido jugador hasta hace poco y sabe lo que supone incorporar a uno nuevo. Todo eso hizo que fuese más fácil que en otras circunstancias o en otro equipo. Se dio todo de cara para que me sintiera cómodo e integrado en el grupo desde el primer día.
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–Eso fue algo que se evidenció pronto, pues su rendimiento en la pista fue muy bueno. ¿Ayudó en eso el hecho de enfrentarse a exequipos?
–En el momento no lo pensé, pero sí es cierto que cuando vi el grupo que le había tocado a Burgos me llamó la atención que, salvo Andorra, todos los demás eran equipos en los que había jugado (Real Madrid, Zaragoza, Valencia y Gran Canaria). Tenía tantas ganas de volver a competir y tanta ilusión cuando pisaba la pista, tras tanto tiempo alejado de ella, que ni pensé en eso. Sólo notaba que la mano estaba bien y que había dejado atrás la lesión. Quizá en otro momento sí me habría motivado un poco más jugar ante antiguos compañeros, pero en esta Fase Final no ha sido así.
–En este campeonato se le ha visto más activo en la pelea del rebote, como si tuviera mucha energía acumulada en estos meses y tuviese ganas de demostrar su valía.
–Luchar por el rebote con más ahínco es algo que me ha dado el hecho de salir fuera de España, sobre todo cuando estuve en Italia. Vi que mi equipo necesitaba una aportación extra por mi parte en esa faceta y me fui concienciando poco a poco. Es algo que he añadido a mi juego, pelear más en eso y ayudar al equipo en todo lo posible. En el baloncesto moderno cualquiera sabe anotar y en cada partido destaca un jugador u otro, en función del acierto que tenga. Sin embargo, el rebote es cuestión de ganas, de esfuerzo y también un poco de suerte para saber colocarte donde crees que va a ir el balón. Esa energía y ese plus para el colectivo sólo depende de uno mismo y lo cierto es que cada vez me gusta más rebotear y contribuir en eso.
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–Aparte de en lo individual, lo cierto es que a nivel de equipo el rendimiento del Burgos ha sido excepcional.
–Lo vimos como una oportunidad de pasarlo bien. Íbamos con cero presión y con ganas de volver a gozar del baloncesto tras un confinamiento en el que pensábamos que era complicado que se reanudara la Liga. Nos vimos como unos privilegiados por poder cerrar la temporada volviendo a jugar y hubo un ambiente ejemplar dentro del equipo. Yo fui la última pieza que se incorporó y he disfrutado como si llevara todo el año con ellos.
–El Burgos se plantó en la última jornada en la que se hablaba más de la posible eliminación del Real Madrid que de otra cosa. ¿Cómo vivió ese desenlace?
–Tras ganar a Andorra con el triple de Bassas, estábamos todos en la piscina viendo el partido en las 'tablets' e intentando recuperarnos por si podíamos meternos en semifinales. Cuando ganó el Valencia fue una alegría brutal, el entrenador abrió una botella de champán y todos estuvimos ahí celebrándolo. Nunca hubiéramos imaginado poder estar en semifinales y saber que toda la ciudad estaba siguiéndonos por la tele y soñando con nosotros suponía una alegría doble.
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–En semifinales se toparon con el Barcelona y un arbitraje un tanto riguroso. Una antideportiva y tres técnicas en contra en apenas catorce minutos.
–Se trataba de una semifinal de Liga y había que respetar a todos por igual. Dejar a un lado los nombres de los que juegan porque si estábamos ahí, entre los cuatro mejores de la Liga, era porque nos lo merecíamos. Quizá los colegiados no fueron del todo correctos en algunas decisiones, pero hay que ponerse en su piel. Al final somos los más nuevos en este tipo de partido y nos frustramos más rápido. Nos pitaron la antideportiva en el primer cuarto y luego el Barça hizo dos jugadas similares que no fueron ni falta. Eso sí, ni mucho menos los árbitros decidieron la derrota.
–Luego la final entre Barcelona y Baskonia tuvo un desenlace increíble.
–Fue un partidazo en el que el cansancio se notó. Pudo ganar cualquiera, ambos se lo merecieron. Al final el Baskonia planteó mejor esa última parte y fue un regalo para todos una final así.
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–¿Qué valora más, la canasta de Vildoza o el pase de Polonara?
–Poco se habla de esa asistencia. No sé si era lo planeado, pero jugarte la Liga y ver ese pase es complicado. Fue mérito de los dos, Luca es el que la mete pero Achille el que envía ese balón.
–Y ahora, ¿cómo pinta el futuro para Pablo Aguilar?
–Aún no sé si será en España o en el extranjero, pero decidiré en unos diez días como máximo. Quiero tener así un poco de relax antes de la pretemporada.
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