Luis Rubiales. P. M.

Opinión

Rubiales no deja indiferente a nadie

La plazoleta ·

Hay un juicio moral que ha perdido para algunos, pero la etiqueta de la que abomina es la de corrupto

Rafael Lamelas

Granada

Sábado, 15 de noviembre 2025, 17:57

Luis Rubiales es uno de esos personajes que no deja indiferente a nadie. Sus momentos chabacanos tras el pitido final de aquel partido que supuso ... el campeonato del mundo para la selección española femenina ensombrecen una gestión difícil de mejorar al frente de la RFEF tanto en resultados deportivos como en económicos. En esto reconoce, y lo reitera en su libro, que se equivocó profundamente, argumentando que la euforia desmedida del momento le llevó a unos excesos impropios de su cargo. Sin embargo, ni en la publicación ni en cuanta intervención ha tenido en estos últimos días ha pedido perdón a Jenni Hermoso por su beso. Insiste en que sí hubo consentimiento, se agarra a las primeras reacciones de ella en las que le restó importancia al hecho y considera que el Tribunal Supremo le absolverá de la sentencia por agresión sexual de menor intensidad por la que fue condenado en el juzgado.

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Hay un debate moral que para algunas personas ya nunca podrá ganar porque sencillamente les cae mal y les genera un prejuicio repulsivo. Entiendo que él lo acepta como gajes de lo ocurrido. Es un tipo frontal, a veces poco diplomático, que ha querido «pelear todas las guerras cuando debí ser más paciente», reconoció en la presentación de 'Matar a Rubiales' en Granada. Critica a Jenni por ser adalid del feminismo radical, pero él, quizás sin quererlo, se ha convertido en un paladín de quienes están al otro lado del espectro ideológico pese a que se reconozca socialista de los de antes.

Javier Tebas, su tío Luis o Pedro Sánchez aparecen en trincheras como parte de la conspiración en su contra, junto a cierta presión mediática. También, aquellas futbolistas que le tendieron un pulso para que echara a Jorge Vilda y que encontraron en sus errores una forma de erosionarlo.

Rubiales no iba a dimitir y dimitió, pero ahora lo que quiere es que su vida continúe sin el peso del 'caso Supercopa'. Puede soportar que le afeen aquella actitud que le costó el cargo –no ser un agresor sexual– pero no que le etiqueten como corrupto. Está convencido de que todo se archivará y que empezará una etapa en calma, en la que estarán los suyos, los que le conocen de verdad. Solo entonces sabremos de verdad si su gusanillo del fútbol sigue vivo.

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