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La afición cree en la vuelta a ACB
Ambiente ·
El Palacio de los Deportes congrega a un millar de personas por primera vez en pandemia y el equipo responde con una sufrida victoria en el primer asalto por el ascensoVirginio e Isabel no se habían atrevido a volver al Palacio de los Deportes desde que el coronavirus apareció en sus vidas para amenazarlos. Demasiado ... tiempo para dos aficionados que ayer rebosaron felicidad porque regresaron a las gradas del pabellón y además no lo hicieron solos. De sus manos iban sus nietos Virgi y Javier, entusiasmados junto a sus abuelos. «Es muy emocionante volver con ellos después de todo lo hemos pasado. Solíamos traerles antes de la pandemia, y los niños sí vinieron a algún partido esta temporada, pero nosotros no. Ahora que estamos vacunados nos sentimos seguros y queremos volver con nuestros siete nietos», expresaban, radiantes, tras el triunfo del Covirán ante el Murcia. Un primer asalto en el camino de un sueño: el retorno a la Liga ACB.
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No sin sufrimiento, el equipo de Pablo Pin premió su confianza con una victoria. Sin embargo, la gran conquista estaba en ellos, en la vuelta. Virginio e Isabel, alma del grupo hostelero Mamunia, vuelven a sentirse protegidos después de unos meses de terror. La vacunación avanza y con ella asoma una nueva normalidad cada vez más parecida a la vieja, con progresivas concesiones. Ayer, el Palacio de Deportes volvió a congregar a un millar de aficionados en su interior por primera vez en pandemia.
Sigue siendo una cifra irrisoria para su imponente aforo de 7.350 personas, pero con el virus es mejor ir poco a poco. El Covirán lo necesitaba tanto como sus aficionados echaban de menos a su equipo. Apenas hubo 275 espectadores en la primera jornada contra el Huesca y más tarde contra Coruña, Palencia y Oviedo, una limitación que luego aumentó hasta los 500 frente a Canoe y Castellón, con pleno de victorias a excepción de la derrota por la mínima con el TAU. Muy lejos queda aquel 29 de febrero de 2020, cuando el virus aún parecía lejano y se reunieron 2.783 personas en la victoria contra Palma, último partido del Covirán en el Palacio antes del confinamiento domiciliario y los días más oscuros, para Virginio e Isabel y para todos.
La ampliación del público permitido hizo que el Frente Nazarí y la Esquina Rojinegra volvieran a separar sus caminos y cada uno ocupase una esquina, alentando al equipo cuando más lo necesitaban. Regresaron también los aficionados a los fondos tras las canastas, y hasta las 'mini cheerleaders' de Cijuela, aunque ellas tuvieron que quedarse bailando en el pasillo ante la imposibilidad de bajar a la pista. Un protocolo de seguridad que varios responsables se encargaban de supervisar con paseos y miradas infinitas hacia la grada, como si no terminaran de creerse que sí, que la afición había vuelto en masa, aún no a lo grande.
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También hubo aficionados murcianos en el Palacio de Deportes. Contados, pero los hubo. Uno se hizo escuchar desde lo alto del sector D con un bombo que aporreaba con fuerza desatada ante cada canasta de su equipo, encorajinado en ocasiones con un «¡vamos, Murcia!» que le brotaba de las mismas entrañas. Una joven pareja ubicada unos metros más abajo decidió proteger a su bebé con unas orejeras de cancelación de ruido durante todo el partido y mientras le daban el potito; pareció feliz y no se quejó. Todo estaba en orden en el Palacio, salvo por la acometida del Murcia antes del descanso en una primera y única ventaja que calentó a Pablo Pin al punto de renunciar a la chaqueta de su traje para quedarse en camisa.
Ruido, defensa y apoyo
Fue durante esos minutos de inquietud cuando la afición se conectó del todo al partido. Hasta entonces había permanecido animosa pero tímida, como si quisiera hacerse notar pero no demasiado, no más de la cuenta. Como si no terminara de creerse esa nueva normalidad que ya le permite reunirse por millares aunque aún no consienta los abrazos y deje asientos de separación. La 'speaker' Noelia pidió «ruido» y «defensa» y el Palacio volvió a temblar, leal a la voz femenina del pabellón, aunque aún no como en los tiempos de grandes batallas. El «vamos mi Granada» y el «Graná, Graná» llegaron ya solos, por pura inercia, complacidos los aficionados con la entrega de su equipo y la manera en la que volvió a meterse el partido en el bolsillo con dos triples consecutivos de Christian Díaz y las invitaciones constantes de Edu Gatell al jolgorio.
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«Volveremos a ascender», se cantó aún con prudencia en los últimos minutos del encuentro, cuando ya el Murcia pareció tirar la toalla. Por entonces los nietos de Virginio e Isabel ya correteaban por las zonas más tranquilas del pabellón antes de coger sitio para pedir autógrafos, porque les gusta el baloncesto pero la infancia es un estado salvaje. Tanto los niños como los abuelos creen en el ascenso. «Estamos convencidos. Hay equipo y la ciudad necesita volver a estar en ACB», aseguraban antes de retornar a sus hogares, a esas cuatro paredes en las que pasaron demasiado tiempo y que ahora dejan con seguridad tras recibir los chutes de Pfizer.
No son los únicos que creen. Después de aquel doloroso descenso del que se cumple una década y la resurrección de la Fundación CB Granada, el equipo de baloncesto de la ciudad tiene una oportunidad única para regresar entre los mejores. Lo tiene en su mano si gana todo en el Palacio. Allí nunca le faltarán fieles que respondan a su llamada.
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