El último retrato de Almudena Grandes

Fue en abril de este año, cinco meses después del fallecimiento de Almudena Grandes, cuando Juan Vida recibió la llamada del Ateneo para hacerle el encargo. Y lo primero que hizo Juan fue meterse en su archivo para ver qué material fotográfico tenía para seleccionar la instantánea que mejor mostrara la personalidad de Almudena. «Ella era jovial, pero descarté las que salía sonriendo;necesitaba algo que se aproximara mucho más a la Almudena que yo conocía», explica Juan Vida.

Y así fue cómo encontró una imagen realizada en 2003 por Uly Martín, fotógrafo del diario El País, de una «Almudena que aún no había cumplido los cincuenta años, con una pose más solemne y con un semblante fuerte». Pero Juan Vida ha ido más allá. Tomando como base la foto de Uly Martín, ha plasmado a 'su' Almudena Grandes «enarcando la ceja con la que te decía 'te estoy escuchando, a ver qué me vas a contar'».

A partir de ahí, Juan Vida sacó de la chistera la magia de sus pinceles. Una obra realizada en técnica mixta que, como reconoce el propio creador, «ha sido todo un reto». Un reto porque ha abordado un género en el que Vida no ha abundado en demasía a lo largo de su dilatada trayectoria artística. «Para que un retrato sea bueno tiene que tener tres condiciones, que exista parecido, que esté bien ejecutado y que tenga la capacidad de sustituir a la persona representada», comenta Juan Vida, que ha precisado tres meses de faena para concluir el cuadro en su estudio de Pinos Genil.

Tres meses que también han sido para él un periodo de aprendizaje. Ha aprendido, por ejemplo, la utilización del gris paine –el color que define el aspecto general del retrato– y también cómo situar los elementos para recrear una figura según sus recuerdos, sus emociones y su relación con Almudena, «por la que sentía verdadero cariño y admiración». «Porque Almudena –dice– era una novelista brillantísima, pero después también era esa madre que llevaba por las mañanas a su hijo al cole, que se encerraba horas y horas en su despacho a escribir, que se metía en la cocina para preparar el almuerzo, que cuando nos reuníamos siempre se hacía escuchar...». Todo ello está en esa Almudena que desde ya forma parte de la colección pictórica de una institución como el Ateneo de Madrid.

Juan Vida ha continuado con la tradición de grandes retratistas del siglo XIX, teniendo siempre como referente a su gran maestro Diego Velázquez. «Él era un extraterrestre, todos soñamos en pintar como él», bromea. Porque Vida nunca ha ocultado su pasión por los barrocos y por su forma de jugar con la luz y de componer las escenas.

Además de este lienzo de Almudena Grandes, con la firma de Juan Vida y con unas dimensiones de setenta por sesenta, el Ateneo de Madrid también llevará a cabo otras incorporaciones en los próximos meses. Entre ellas, los retratos de la periodista y activista en pro de los derechos de las mujeres Carmen de Burgos y la abogada y sufragista Clara Campoamor –este último lo realizará Francisco Montañés–. Todos siguiendo la línea de realismo y solemnidad de la serie.

La agenda de Juan Vida viene cargada. Además de este evento en el Ateneo, en las próximas semanas también está programada la inauguración de la sala donde la Universidad de Granada ha colocado el mural restaurado que desapareció del techo del edificio Aliatar. A todo ello hay que sumar la realización de varios óleos para una exposición en una galería de Madrid comisariada por Sema D'Acosta.

«Luego alcancé a comprender que el tiempo nunca se gana y nunca se pierde, que la vida simplemente se gasta». Lo escribió Almudena Grandes. Lo pintó Juan Vida.