Tarque y la Asociación del Riff: llena tu cabeza de rock

El primer disco del murciano y su Asociación del Riff presentaba en la portada una radiografía de un perfil con una cuchilla de afeitar en la garganta, imagen que referencia directamente a su hercúleo poderío vocal, que si con la pareja con Rupérez se ha ido estilizando con el tiempo, en este formato, además, está herrumbrosa y mellada.

No solo disfruta él de lo lindo ejerciendo de voceador alfa del rock, sino que su socio Carlos Raya está en su salsa como nunca, puesto que él se dio a conocer en una banda de hair-metal. El resto de los compañeros Iván 'Chapo' González en un grueso bajo y el rotundo Eduardo 'Coki' Jiménez en la batería, también han sido vistos en las últimas alineaciones de MClan (o de Amaral). Un cuarteto de armas tomar al servicio de, y es indiscutible, la mejor voz de rock en este país por debajo de Miguel Ríos (al que le dedicó un saludo afectuoso y recordó por un segundo arrancándose por 'El río').

El cuarteto es un expreso de frente que recupera un sonido prácticamente en desuso hoy en día en los media, pero que tiene, como se pudo verificar, un buen puñado de seguidores (aquí The Fixed por ejemplo), el «rock duro» que se decía entonces, a mayor gloria siempre del 'guitar hero' de turno y el poderoso solista correspondiente. En este caso los laureles son para el omnipresente y desatado Raya, que además guarda los criterios estéticos de rigor, con un par de columnas Marshall, como tiene que ser, y hasta una Flying V (adquirida, por cierto, a Armando de Castro, de Barón Rojo). Un dios del mástil capaz de extraer unos riffs dignos de un batallón de demolición. De las cuerdas vocales de Tarque, inmenso, potente y con el rajo de Paul Rodgers, a estas alturas ya se ha dicho todo, salvo que en el cover de ACDC que tocaron asomó una tesitura aguda y cortante que no siempre gasta. Imponente. También en su impresionante forma física. Un autentico maestro de ceremonias para el rito compartido y sudado del rock (sin roll).

Y es precisamente la arquitectura sonora de Free la que viene a la memoria escuchándolos, con piezas altisonantes, reptantes y espesas, duras como un martillo pilón que no dejan respiro. Erreoceka esencial y visceral, perfectamente homologable con lo que se escuchaba en los grandes festivales de los años 60 y 70 pero puesto al día técnicamente con instrumental y audio contemporáneo. Desde aquí felicitaciones al técnico de sonido por su buen hacer con este Titanic.

Con dos discos propios llenos de canciones-himno no tuvo que echar mano de su repertorio compartido anterior, ni de inéditos como aquel 'Como el toro', con letra de Miguel Hernández de la otra vez. Sí salpicó, como útiles banderines de enganche, algunas lecturas ajenas, de los Beatles por ejemplo, con una anabolizada 'Helter Skelter', la ya mencionada Let There Be Rock', dejando aquí y allá algunos guiños a Led Zeppelin o el 'All Right Now' de la primera banda de Rodgers. Su santoral… Y el de los de enfrente.

Obviamente no necesitó de ninguna parafernalia escénica más allá de una rayos luminosos, como tampoco hubiera necesitado ningún añadido comunicativo para conectar con el personal, que comía en su mano, pero se bajó en un par de ocasiones del altísimo escenario, deambulando entre la gente, e invitó a un chavalín a sentarse con él y cantar 'Donde nace el rock and roll' en una instantánea muy simbólica. Dos horas de puro músculo. Es solo rock… but i like it.