Patrimonio de Granada

Los 'swarovski' de Castril

Y ahí nos vamos, al laboratorio de restauración del Museo Arqueológico, un palacete que fue construido precisamente por los descendientes directos de Hernando de Zafra, donde acaban de finalizar los trabajos de limpieza y reubicación de esas joyas de cristal, adquiridas a coleccionistas particulares en diferentes lotes en 1949, 1967 y 1984 por parte de la Dirección General de Bellas Artes.

Esta es la primera noticia, su conservación. Pero hay una segunda tanto o más importante. Los 'vidrios de Castril', que así se denominan genéricamente estos tesoros, se podrán ver en las nuevas salas que habilitará el Museo, dependiente de la Junta, donde actualmente se hallan los despachos y que multiplicarán por dos la superficie expositiva, tal y como ha adelantado la directora del Arqueológico, Mari Ángeles Ginés. Una gran conocedora de estos fondos. Ella firmó en octubre de 2006 uno de los capítulos del libro 'Castril, visiones de un paisaje', donde explica con profusión de detalles las singularidades y el origen de los 'vidrios de Castril'. Un volumen, por cierto, en el que encontramos un texto de uno de los castrileños de adopción más insignes, José Saramago, que ocho años antes había recibido el Nobel de Literatura.

«Hernando de Zafra –comenta Mari Ángeles Ginés– conocía esta forma de artesanía de Barcelona y consideró que Castril reunía las condiciones para implantarla». ¿Por qué? «Primero porque en la Cueva de la Arena, a unos dos kilómetros del núcleo urbano, había piedra con una alta composición en sílice», explica. «Y segundo porque también había abundancia de barrilla, una planta silvestre que, al quemarla, produce sosa, el fundente del sílice». Y hay una tercera razón, había especies de árboles, como los pinos laricios, cuya madera permitía que se alcanzaran hasta los 1.400 grados que se precisaban para la fundición.

«Lo más probable es que Hernando de Zafra trajera algún maestro de Barcelona, y en 1504 se fundó un pequeño taller al lado de la Posada del Pilar», dice Ginés. La explotación se hizo en régimen de arrendamiento a un socio industrial de garantía que pagaba un canon. Así está reflejado en el Catastro de Ensenada (1752).

La principal característica de los afamados 'vidrios de Castril' es su ornato, como se puede comprobar en las colecciones que se guardan en los almacenes del Museo Arqueológico. Tienen profusión de protuberancias, filamentos y apliques. Pero también resaltan sus tonos verdosos. Inicialmente se hacían todo tipo de objetos cotidianos que acababan en los ajuares de los hogares de nobles y burgueses. Una funcionalidad que no estaba reñida con la estética. Encontramos todo tipo de enseres. Candiles, jarrones, frascos… tallados con gran finura.

Pero las líneas de fabricación cambiaron a finales del siglo XVIII y tornaron hacia envases para alojar y transportar líquidos como botellas, grandes recipientes y damajuanas. Respecto a la técnica que empleaban los vidrieros, se optó por el procedimiento del soplado a través de una cánula para la obtención de las pompas que, posteriormente, se moldeaban para la obtención de formas más o menos caprichosas.

Los 'vidrios de Castril' se exhibirán a los granadinos y turistas en las nuevas zonas que se habilitarán en el Museo Arqueológico. «Nuestra intención es que se puedan ver junto a la cerámica de Granada», manifiesta Mari Ángeles Ginés, quien agrega que uno de los grandes objetivos de la institución es darle mayor protagonismo en el discurso museográfico a los saberes populares. Será en las estancias donde se halla el área de administración, que ocupa unos doscientos metros cuadrados.

El proyecto ya se encuentra terminado y falta la ejecución material de la obra, pendiente de los presupuestos de la Junta. «Ahora mismo los 'vidrios de Castril' se guardan en un lugar con unas condiciones muy estables y envueltos en tisú», afirma Ginés, quien destaca la labor realizada por su predecesor Manuel Ramos. La manipulación y el acarreo se lleva a cabo con máxima prudencia –prácticamente no se mueven de las estanterías– ya que hablamos de un material de extrema fragilidad y con riesgo de quebrarse en caso de recibir el más mínimo impacto.

Las aguas del río Castril son verdes. Los vidrios también. El color de la esperanza, la vida y la naturaleza. El color de Castril.