Aliya y Escalón, su perro, en la entrada del local, en la calle San Rafael. ALFREDO AGUILAR

El sueño de Aliya se paga en Granada con plantas y colores

Llegó a Granada tres días antes de que se declarara el estado de alarma con la intención de crear un espacio cultural que combine arte, yoga y naturaleza

Lunes, 14 de junio 2021, 01:26

San Rafael, puente entre Varela y San Matías, es una de esas calles fácilmente transitables por las que pasas sin haber leído nunca su nombre. ... Entre muros, bolardos y puertas grises, destaca el número 9, del que brota un pequeño jardín de macetas que se extiende tímidamente por la acera, como la primera ola de la marea. «Puedes pagar con plantas», se lee en un colorido cartel que cuelga de la ventana. Un simpático perro mueve el rabo de un lado y otro, en el escalón de entrada. «Escalón, ven aquí», dice una voz, desde dentro, justo antes de salir a la calle. «Se llama Escalón –sonríe una joven que viste un llamativo vestido indio de color amarillo– porque de cachorro no podía subir escalones, el pobre. Y yo soy Aliya. Venga, pasad».

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El número 9 de San Rafael se convirtió, hace unos meses, en una suerte de centro cultural y social. «Es un lugar privado, es mi estudio, pero quiero compartirlo con quien pueda necesitarlo», explica Aliya en un español casi perfecto y acento británico. «Este es mi proyecto –sigue–. Doy clases de yoga, masajes y enseño arte. Y sí, a veces me pagan con plantas, que ahora no todo el mundo tiene dinero. Y hay cosas que valen más que el dinero». Efectivamente, hay todo un jardín de ciudad y su portal, tan verde, parece que está contagiando al resto de la calle. «Rescato plantas y por aquí ya empiezan a conocerme. Voy a pedir permiso para poner lana de colores en los bolardos. La vida es más bonita con colores», sonríe.

La entrada del local y algunos detalles. A. A.

Nada más entrar, hay una pequeña biblioteca decorada con manualidades de arcilla. «Los martes y jueves hacemos un taller, si queréis venir a jugar con arcilla, puedes». Sobre una mesa hay dibujos y acuarelas de animales y, a la izquierda, la puerta de entrada al baño, donde cada loseta se ha convertido en una viñeta animada. «Aquí tengo cosas para dibujar –ríe al mostrar un cubilete, junto al lavabo, repleto de rotuladores–. Y, además, lo uso de calendario». Así, en una de las ristras de cuadrados están puestas las actividades que hay cada día, de lunes a domingo. «Y aquí una lista de deseos –dice, mostrando la pared del fondo del baño–, con cosas que te gustaría que hiciéramos: ir al campo, submarinismo... esas cosas».

El baño, un mosaico de viñetas. A. A.

Tras una cortina se encuentra la estación de creación. «Tengo todo lo que puedas necesitar: pasteles, óleos, lápices, papeles, lana... Y también es mi despacho, el lugar donde me siento a charlar con la gente». Sobre el caballete hay un cuadro que Aliya aún no ha terminado y, en la mesa, un par de vasos de agua y el ordenador. «Normalmente, la gente paga por mi tiempo. Pero a veces sólo quieren hablar un poco. Ayer alguien pasó y me dice me gusta tu jardín. Venía de trabajar de un despacho y entró un rato». Al otro lado de la estancia hay un espacio diáfano, cubierto con una moqueta verde y un estampado vegetal en la pared. «Es la sala jardín, donde comparto mis clases de yoga», indica Aliya. «Y allí –continúa, levantando una cortina que da paso a un pequeño rincón, al lado de la ventana de la calle– doy los masajes. Tengo titulación para dar clases de yoga y masajes thai».

Y ¿cómo funciona esto? «El 1 de febrero creamos un grupo en Facebook que se llama 'Amazing Amig@s'. Es un grupo muy internacional y ya somos 655 personas. Aquí están las puertas abiertas y si puedo ayudar a alguien, viene y charlamos un poquito... Verás, mi sueño es convertir esto en una oenegé. Estoy con el papeleo. Y ya estoy más cerca». Pero, ¿quién eres tú? «Siéntate y te cuento».

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Yoga, pintura y masajes. A. A.

Del apartheid a Granada

Aliya Ali tiene 34 años y nació en Lesoto, Sudáfrica. Su madre es de Bielorrusia y su padre de Bangladesh. «En 1991 comenzó el apartheid y era peligroso estar en ese país. Nos fuimos a Inglaterra, a Londres, para hacer una vida más segura». Pasaron los años, se casó, empezó a trabajar vendiendo joyas de lujo y, de repente, la vida dio un nuevo vuelco. «Me divorcié. Dejé el trabajo después de doce años. Vendí mi piso en Londres y me fui a vivir a Madrid, porque me dijeron que había calidad de vida... Pero para mí no es verdad, no hay naturaleza. Prefiero las montañas, la playa, Sierra Nevada, el Generalife... Granada es mejor que todo. En todo ese tiempo hice la certificación de 200 horas de yoga, cambié mi vida, mi mentalidad y mi salud. Y ahora quiero compartir esos conocimientos con otra gente que quiera cambiar su vida».

«Granada es mejor que todo»

Pintando una filosofía de vida. A. A.

A principios de 2020, un amigo le presentó a Roberto, un granadino que tenía espacio en su casa y con el que podría pasar unos días, mientras buscaba su propio piso. Aliya llegó a casa de Roberto el 9 de marzo y, cuatro días más tarde, se declaró el estado de alarma. «Iba para unos días y se convirtieron en meses –ríe a carcajadas–. Ahora vivimos juntos. Es mi novio. Y me he comprado una casa en Loja. Hay tres dormitorios, pero la finca tiene doce hectáreas y ojalá en el futuro podamos crear una buena comunidad ahí para plantar verduras, frutas, poner un pozo...».

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Mientras tanto, desde el 9 de San Rafael, Aliya abre las puertas de su espacio a un precio muy razonable. «Yo cobro por mi tiempo, claro. Pero si no puedes pagar con dinero, puedes darme una planta». Aliya saca un folio y dibuja una cara triste: «Con la cuarentena mucha gente piensa que está sola. Podemos montar un evento en Facebook y hacer algo con más gente –rodea a la cara triste de otras caras y, por fin, dibuja encima una sonrisa–. Cuando piensas que estás solo, es triste. Cuando conectas con otra gente y haces cosas saludables, es una vida perfecta».

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