Los santuarios del arte rupestre en Granada

Hablamos del Paleolítico Superior (entre 35.000 y 10.000 años antes de Cristo). Hablamos del denominado Arte Levantino (unos 11.000 años a. C.). Hablamos del Neolítico (entre 6.000 y 3.200 años a. C.). Y hablamos también la Edad del Cobre (entre 3.200 y 2.200 años a. C.).

Un vasto trabajo de localización y documentación que ahora se ha recopilado en dos espléndidos volúmenes editados por la Diputación de Granada y firmados por Miguel Soria Lerma, arqueólogo y doctor enPrehistoria, y Domingo Zorrilla Lumbreras, licenciado en Bellas Artes y estudioso del arte rupestre –en el haber de este último, el descubrimiento de 85 de los 133 sitios referidos unas líneas más arriba–. El primero de estos libros fue presentado antes del verano y el segundo se publicará a principios del año que viene.

Domingo Zorrilla se patea Granada de punta a cabo buscando arte rupestre. «Que nadie piense que esto es fácil», advierte. «Todo lo contrario, es desmoralizador porque el porcentaje de fracaso es enorme». Pero a lo largo de los años sí ha educado su forma de mirar la montaña para intuir dónde puede haber algo. Por lo pronto, los farallones –alineaciones rocosas– y los abrigos –entrantes en las laderas que resguardan de la lluvia– suelen ser lugares propicios para que alguien, hace 5.000, 10.000 o más de 40.000 años, hiciera unos 'grafitis' cargados de simbolismo en el monte y que, ya fosilizados, hayan llegado hasta nuestros días para demostrarnos «que nosotros nos iremos y que ellos seguirán ahí», reflexiona Domingo Zorrilla.

«La prospección de Granada –señalan Soria y Zorrilla– ha sido para nosotros una actividad estimulante que nos ha conducido hasta numerosos yacimientos». «Al mismo tiempo –agregan– el recorrido por las sierras ha contribuido a la contextualización del arte rupestre en el espacio físico donde se desarrolló, aspecto este que se ha de tener muy en cuenta para intentar explicar sus motivaciones para tomar todas las medidas que sean necesarias para su perfecta conservación». «Con el bagaje de la experiencia acumulado durante los años de dedicación a este tema, acometimos también la revisión de los abrigos ya conocidos, cuyos calcos se habían quedado obsoletos», concluyen.

Vayamos con el arte rupestre más remoto de Granada. La Cueva de Malalmuerzo, en Moclín, es uno de esos 'santuarios' del Paleolítico de Granada. Sus tres équidos son una verdadera maravilla. Dos de ellos están en la misma oquedad y están enfrentados. De Malalmuerzo procede también la única pieza de arte mueble de esta época, un guijarro con una cabra montesa. Se desconoce su paradero. También se encuadran en el Paleolítico los hallazgos en la Cueva de las Ventanas (Sierra de Harana), las Cuevas de las Vereas (Moclín), la Sima del Duende (Sierra de Harana) y el Tajo de las Garduñas (Sierra de Huétor).

Antes de continuar, conviene hacer una acotación importante. Las nuevas técnicas están permitiendo realizar dataciones anteriores a los 40.000 años a. C. Hasta ahí llegaban los análisis que se realizaban con el Carbono 14.Pero es que ahora nos podemos ir incluso más atrás, hasta los 60.000 años a. C. Para ello se utilizan isótopos de uranio torio, ANS y también el análisis de las capas de oxalato cálcico. Esto nos situaría ante los neandertales. Todo ello está cambiando paradigmas y teorías respecto a quiénes fueron los autores más ancestrales de este 'arte rupestre granadino' –valga la expresión–.

Más allá de animales, las formas más sencillas son alineaciones de discos de cinco o seis centímetros de diámetro que se realizaban mediante soplado. Se colocaba el pigmento en un cuenco –confeccionado o sencillamente usando la tapa de un cráneo– y se insuflaba aire a través de un objeto con forma de cánula que podría ser una estalactita o algún huesecillo. Básicamente estaríamos ante un aerógrafo rudimentario –el método de funcionamiento desde luego sería el mismo–.

La pintura roja estaba compuesta fundamentalmente de óxido de hierro que se extraía de los minerales que había en la zona, mientras que la negra era carboncillo u óxido de manganeso. Con el paso de los milenios, el tinte se termina integrando en la piedra hasta fosilizarse por la acción de la humedad. Por eso todas las pinturas tienen una capa natural de carbonato que las protege de los agentes atmosféricos.

Sí existen más dudas respecto a los aglutinantes. Los expertos no se definen, aunque se barajan hipótesis como el uso de alguna oleaginosa, agua e incluso claras de huevo. Respecto al cromatismo, prevalecen los colorados, los negros y también los blancos –aunque estos son más excepcionales–.

También se realizaban grabados. Algunos de tanta relevancia como el famoso petroglifo de Dílar. Se ejecutaban mediante incisiones o piqueteados con algún instrumento punzante.

Si continuamos de atrás adelante en la línea del tiempo, debemos detenernos a continuación ante el Arte Levantino, con figuras más expresivas de los últimos cazadores recolectores. A juicio de Domingo Zorrilla, resulta de especial relevancia el Letrero de los Mártires, en Huéscar, donde se observa un arquero a la carrera, con las flechas detrás y un tocado alto a unos centímetros de un sol, un elemento, el astro rey, característico del Neolítico, cuando aparecen los primeros agricultores.

El Neolítico, también conocido como la etapa Esquemática en el arte rupestre, siempre se había pensado que era algo residual en Granada. Nada más lejos de la realidad. En las últimas décadas se están hallando casos muy interesantes en Loja, en Colomera o en la Sierra de Huétor. También en cerros de la zona norte como el Jabalcón en Baza y el Mencal en la comarca de Guadix. Los motivos más frecuentes son los soles y también los oculados. En la Cueva del Agua, en Prado Negro, hay un perro justo a la entrada.

La Alhambra, el Hospital Real, la Cartuja... son emblemas del patrimonio histórico más reciente de Granada. El arte rupestre también.