San Román Summer Fest
Blanca Titos Fernández
Sábado, 3 de agosto 2024, 23:01
Los veranos en la comarca de Osona, en Barcelona, siempre fueron calurosos y secos, pero la situación se volvió preocupante cuando se vio por primera ... vez emerger, desde el fondo del pantano de Sau, la torre de la antigua iglesia de San Román y, al poco tiempo, todo el conjunto en su totalidad. Fue entonces cuando los vecinos de la zona sintieron una angustiosa preocupación. La miraban desde lejos con curiosidad, miedo y respeto. Admiraban algo grandioso, algo que había estado oculto durante años bajo las aguas.
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La noticia de que, a causa de la sequía, había surgido una vieja iglesia en el fondo de un pantano, apareció en todos los telediarios del país y los curiosos no tardaron en llegar. Al poco tiempo, a un pueblo de solo 310 habitantes comenzaron a llegar furgonetas que acampaban al pie del barranco y se hacían cientos de fotos.
Los miembros del Ayuntamiento de la localidad convocaron una reunión y se vieron forzados a tomar medidas; medidas para sacar provecho del asunto, claro; y es que si personas de fuera estaban llegando al pueblo a admirar la iglesia del pantano, ¿por qué no aprovecharse? Pronto la Comisión de Festejos contactó con los jóvenes del pueblo que, hartos de pasarse el verano sin hacer nada, se volcaron con la organización de algún evento que les diera un poco de vida dentro del hastío veraniego.
Se les dio una partida económica, y por medio de un amigo, que a su vez era primo de otro, y ese otro estaba saliendo con una niña del pueblo de al lado, contrataron un 'Dj', dueño de un bar, que como había cerrado por la pandemia, tenía todo lo necesario para montar una barra de bar donde hiciera falta. La niña del pueblo de al lado, tenía una amiga que acababa de montar una pequeña empresa de eventos y se encargaría de toda la decoración, basada esta en bombillitas y lamparitas de colores, que colocarían por la estructura de la Iglesia.
El cura del pueblo colaboró y organizó una misa en el pantano, con la iglesia de fondo, para todos aquellos que quisieran acudir; solo tenían que traer sus propias sillas. Las 'parroquianas' del párroco prepararon unos minibocadillos y, después de la misa, con la luz del crepúsculo veraniego reflejada en la superficie de la escasa agua del pantano, con unos vasitos de vino, hicieron una pequeña merienda.
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También colaboraron el resto de los vecinos: compraron hielo y vasos, comida de todo tipo. En fin, todo lo necesario.
Solo hacía falta un nombre, y por aclamación popular de los más jóvenes, se decidió que el nombre para el evento sería 'San Román Summer Fest'.
Con respecto a las fechas se convino que fueran los días 30 y 31 de julio, ya que se llegó a la conclusión de que era en esa época cuando se concentraba el mayor número de habitantes en el pueblo.
Para contentar a todo el mundo se harían dos días de festival: el día 30 sería el día de música de las décadas '80-90-2000' y el día 31 sería el día para los 'reguetoneros' y gente más joven; pero dio igual, ya que se llenó durante los dos días. La gente del pueblo y alrededores, acudieron con ganas de pasarlo bien y disfrutar. No importaba la edad, ni el gusto musical, solo las ganas de disfrutar.
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Durante dos días fue una verbena llevada al extremo, donde reinaban la música y la alegría.
Como fue todo un éxito, se decidió que se haría al verano siguiente, ya que las previsiones de lluvia eran nulas y, por mucho que lloviera, no se volvería a cubrir la iglesia en su totalidad. Así que, durante todo el otoño, el invierno y la primavera siguientes sólo se habló del siguiente festival. Se organizó todo mejor. Se ajustaron las cuentas para que no hubiera pérdidas. Se contrató un equipo de sonido moderno y una empresa de 'catering'. Se adecentó una vieja casa para que sirviera de posible alojamiento y se proyectó una zona de acampada.
Hubo cierto temor, pues cayeron algunas gotas durante el invierno y la primavera, pero las lluvias fuertes no llegaron y se pudo celebrar el festival, doblando la asistencia y participantes del año anterior. Incluso se amplió a tres días, incluyendo la 'Noche Senior', enfocada a los abuelos.
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Durante esos días, se olvidaron incluso las rencillas personales.
Al finalizar, se emplazó de nuevo al año siguiente, con la misma ilusión y ganas. O más.
Pero no sucedió.
La lluvia llegó.
Y con ella, el fin de todas las ilusiones, de la fiesta, de las risas.
Los habitantes que vivían todo el año en el pueblo, asistieron durante el invierno y la primavera siguiente, con impotencia y frustración, a cómo la Iglesia de San Román de Sau volvía a desaparecer bajo las aguas del pantano.
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Primero la base.
Después la torre.
Por último y sin remedio, el tejado.
Las imágenes ocuparon las noticias.
Uno de los titulares decía: «El agua vuelve a la iglesia de San Román en Vilanova del Sau y, con ella, la vida en el pantano vuelve a resurgir».
La noche que toda la iglesia quedó cubierta por las aguas, el silencio reinaba en el pueblo. En el bar de Antonio, se apagaron la tele y la radio. Aunque era una noche fresca de inicio de verano que invitaba a pasear, las calles estaban vacías.
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Antonio puso una cerveza a Luis, el panadero. Este, aficionado desde joven a la escritura, antes de volver a casa más tarde de lo habitual y más borracho de la cuenta, escribió algo en una servilleta y la clavó con un alfiler en el corcho donde se apuntaban las apuestas de los partidos.
La nota decía: «El agua devolvió la vida al pantano, pero se la arrebató al pueblo».
Al año siguiente, cuando el bar de Antonio cerró por la falta de habitantes en el pueblo, la servilleta aún seguía allí.
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