A San Blas de Víznar le sale barba
Virginia Vera recupera el rostro y el color original de la estatua de la parroquia del municipio granadino, del siglo XVII, tras descubrir que habían pintando encima hasta tres veces
San Blas no se sentía tan joven desde 1647, cuando llegó a Víznar. Ni tan esperado, como aquella vez en el siglo tercero, cuando todavía ... era médico y una madre llamó a su puerta golpeando con el puño a toda prisa, angustiada, porque su hijo se ahogaba con una espina de pescado en la garganta. La sacó obrando un milagro y, desde entonces, dejaron de llamarle Blas. En Víznar encontró un hogar y vio como los niños se convertían en abuelos y los abuelos en niños otra vez. Pero por mucho santo que sea, trescientos setenta y tres años no pasan en balde para nadie, ni siquiera para él. Había envejecido muy mal y lo sabía: sus colores parecían los de un muñeco de trapo. Por eso, en febrero de este año, salió del pueblo por primera vez. Hoy vuelve, joven y santo, a casa. Es el mismo de siempre, pero ahora San Blas tiene barba.
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Cuando Virginia Vera (Granada, 1975) montó a San Blas en el coche, los vecinos salieron a la calle a despedirle y a rogarle que volviera pronto. Ella ha sido la encargada de restaurar una escultura profundamente adorada y arraigada a Víznar. Una obra de arte de un valor incalculable que escondía, sin embargo, un reto mucho más grande del que cabía suponer. «Pensábamos que habían pintado sobre ella y que bastaría con quitar esa capa para volver al estado original –explica la restauradora–. Pero, nada más empezar, descubrí que debajo había una segunda capa. Y debajo una tercera. Y debajo de la tercera, la original».
San Blas ha pasado los últimos meses en el taller de Virginia Vera, en una hermosa casa de Otura. Y, pese a que ahora es mucho más él que cuando salió de Víznar, parece otro. La transformación es imponente. Es como si el mejor pintor del mundo hubiera cogido el dibujo con rotuladores de un niño de seis años y lo hubiera interpretado con los pinceles más finos y elegantes. Como cuando quitas el barro pegado en la piel. Como cuando Miguel Ángel sacó al David de la enorme roca de mármol.
Cuando Virginia roza con el pincel la barbilla de San Blas casi se escucha el crujido de la barba de tres días. «Volvemos a su cara original –dice–, así lo conoció la gente de Víznar en el siglo XVII». El trabajo de restauración, minucioso y al milímetro, descubrió tres repolicromías, es decir, que habían pintado encima tres veces. «Había una repolicromía que data del siglo XX. Después una del siglo XIX. Luego una del XVIII. Y, finalmente, la original del XVII. Sin embargo, no hemos podido devolverla completamente al original porque hay partes que no se podían recuperar».
Las pinturas del XIX y XX han sido retiradas por completo, pero en la capa pluvial y en la peana tuvo que frenar en el XVIII porque no se conservaba la original. «Habían lijado y se había roto. Pero mirad –señala una franja de la parte de atrás, en la que se observa un color y unas formas radicalmente distintas– he dejado esto como testigo de lo que debió ser. Así, los historiadores del futuro podrán investigar quién fue el autor, que todavía es un misterio». La parte interna de la capa pluvial sí se ha recuperado y, en vez del azul plastilina que traía, vuelve a Víznar con un complejo estofado dorado que pervivía en lo profundo. «Y le ha aparecido barba –ríe, Virginia–. Imaginad el momento, cuando, poco a poco, se descubrieron los puntos de una barba de tres días».
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Del taller al pueblo
A ojos del ignorante, el proceso de restauración parece brujería. «El original estaba ahí, solo he quitado lo de encima», apunta Vera, restando importancia, como si la pintura fuera una capa de Photoshop que se pudiera quitar haciendo un simple clic. «En realidad es algo así –ríe, otra vez–. Primero analizamos unas muestras minúsculas en el laboratorio para saber el tipo de pigmento y aglutinante que hay. Eso ayuda a elegir el producto químico exacto para borrar la capa».
San Blas necesitó un disolvente distinto en cada capa, además de la ayuda del bisturí. «A este palo –muestra una varilla finita– le enrollo un algodón pequeñito en la punta que humedeces en el producto. Entonces vas haciendo catas para ver qué hay debajo. Aquí, además, tuve que usar el bisturí punto por punto porque había capas de estuco entre medias. Poco a poco, las catas se van agrandando hasta que desaparecen todas y se completa la capa».
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A cada capa de pintura les separaba un siglo y algo menos de un milímetro, lo que ha supuesto un arduo trabajo a contrarreloj. «Teníamos tres meses y tuvimos que pedir una ampliación. Han sido muchísimas horas, incontables... Ahora siento satisfacción, sobre todo por la gente del pueblo. Estoy nerviosa por contarles lo que le ha pasado a San Blas, por decirles que esto es lo que era, que no he puesto nada que no hubiera antes. Aunque sé que lo mismo hay gente que no lo entiende y les parecerá extraño».
«Va a ser muy bien recibida». Del pasillo del taller surge la voz calmada y melosa de David Cuerva (Guadix, 1974), el párroco de Víznar. «La gran aportación de Virginia es recuperar el color. La imagen estaba adulterada y ocasionaba una visión borrosa, distorsionada... Ella ha conseguido recuperar la sacralidad de la imagen y, al mismo tiempo, que gane en estima y en primor. El pueblo está deseoso de recibir a San Blas y al niño». ¿El niño? Sí, el niño del milagro, al que le quitó una espina de la garganta. El niño también ha recibido un pequeño tratamiento. «En realidad es un conjunto escultórico, las dos figuras van juntas –señala Virginia–. Pero el niño no ha llegado a su estado original, se ha quedado en el XVIII. Quizás en otra ocasión».
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El presupuesto ha sido de 8.600 euros, del que la Junta ha cubierto el 80 por ciento y el Ayuntamiento, el 20 por ciento restante
El milagro de Vera con San Blas, este viaje en el tiempo, es fruto de unas subvenciones de la Junta de Andalucía para restaurar arte sacro. El presupuesto total ha sido de 8.600 euros, del que la Junta ha cubierto el 80 por ciento y el Ayuntamiento, el 20 por ciento restante. «La parroquia –subraya Cuerva– valora mucho la ayuda de las instituciones públicas para mantener, conservar y legar el patrimonio. Para los que somos cristianos tiene una significación especial, pero para los que no, no deja de ser una obra de arte, como una venus».
Virginia ha embalado con mimo a San Blas, para el viaje de vuelta. Le cuida como si le devolviera un favor. «Yo me pongo mala de la garganta todos los años y este año nada», guiña al santo que vuelve a casa como cuando llegó, en 1647, con esa barba de tres días que los niños que fueron abuelos y luego niños otra vez habían olvidado ya.
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La gran fiesta de Víznar
Víznar se viste hoy con sus mejores galas para recibir al hijo pródigo. El acto de presentación será a las 20.00 horas, en la parroquia del municipio. Está previsto que intervengan el alcalde de Víznar y el delegado de Cultura de la Junta de Andalucía para, acto seguido, ceder la palabra a la restauradora, Virginia Vera, que ofrecerá una conferencia sobre el retorno de San Blas. Al acto asistirán al menos un representante de todas las asociaciones que componen el tejido social de Víznar, desde los panaderos a los ciclistas.
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