Marga Sánchez Romero | Arqueóloga y escritora
«En la Prehistoria, la gente se tatuaba de igual forma que hoy»Su obra 'Lo que el cuerpo nos cuenta' (Destino) pone de manifiesto que no nos diferenciamos de nuestros ancestros tanto como pensamos
La madrileña de nacimiento y granadina de adopción Marga Sánchez Romero (1971) es catedrática de Prehistoria, divulgadora y a la sazón vicerrectora de Extensión Universitaria, ... Patrimonio y Relaciones Internacionales de la Universidad de Granada. De dónde ha sacado el tiempo para convertirse en una prolija autora es un misterio, casi tan profundo como los que desvela en 'Lo que el cuerpo nos cuenta' (Destino), su más reciente obra, escrita tras el éxito de 'Prehistoria de mujeres', publicada en el mismo sello.
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–¿Se puede mirar la Prehistoria con ojos de hoy?
–Se puede y se debe. Nuestro pensamiento y nuestra ciencia han hecho que seamos de una determinada manera y miremos nuestro pasado de forma determinada. No podemos ser asépticos, pero debemos ser honestos.
–Cuando se ha hablado de restos prehistóricos, se da más relieve al hacha que a la aguja de coser.
–En la elección que hicieron los arqueólogos a finales del XIXsobre qué era importante y qué no, se decantaron por las actividades masculinas, sobre todo las que llevaban consigo violencia: la caza y la guerra, el trabajo de la piedra y la producción metalúrgica. La violencia, la desigualdad, la jerarquía, eran los conceptos claves. Las mujeres no estábamos en el discurso arqueológico del XIX porque no estábamos en ninguna parte; ni siquiera podíamos votar. No es que se niegue la existencia de la mujer en la Prehistoria, porque es imposible, pero no se da valor a lo que había en torno a ellas y a lo que les ocurría. Eso es perverso.
–Los humanos no precisaban de gimnasios en la Prehistoria. ¿Cómo se ejercitaban, según lo que cuentan sus cuerpos?
–Tenían una vida físicamente muy exigente, y no disponían de la cantidad de alimentos que hoy tenemos y que muchas veces nos empujan a ir al gimnasio... (risas). Cuando se pasa del Paleolítico al Neolítico, de la caza y recolección al cultivo, hubo cambios físicos en hombres y mujeres. Mientras los hombres desarrollaron más el tren inferior al realizar actividades como el pastoreo o la agricultura, las mujeres desarrollan más el superior, al ocuparse de tareas como la molienda del grano o el acarreo. Las mujeres de aquella época tenían un tren superior un 30% más potente que el de las remeras de Oxford en la actualidad, según los estudios.
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–¿Qué dicen las anatomías sobre la práctica del sexo por entonces?
–Los cuerpos dicen poco. El arte rupestre, algo más. No podemos decir, sin embargo, que algunas figurillas paleolíticas sean pornográficas, como se ha llegado a afirmar. No podemos atribuir la forma en que miramos hpy a nuestros ancestros. Miramos la 'Venus de Willendorf' y nos fijamos en sus grandes senos, pero no en sus brazos cruzados sobre el pecho, los abalorios que lleva o su peinado trenzado. El desnudo no es biológico, sino cultural, y si nos centramos en lo obvio para hoy, perderemos muchos detalles.
–En esta época de crisis de natalidad, ¿qué nos enseñan los cuerpos de la Prehistoria sobre esto?
–Entre el Paleolítico y el Neolítico hubo un crecimiento exponencial en la población mundial. En el Paleolítico, el nomadismo estacional dificultaba la procreación y el transporte de la prole. Cuando das de mamar a demanda, se inhibe la prolactina y eso disminuye las posibilidades de embarazo. Cuando se asientan las poblaciones, se incrementan los embarazos. Esta realidad se ha perpetuado hasta las sociedades industriales. Lo que es curioso es que, hasta hace muy poco, en los enterramientos hemos podido identificar huesos de neonatos muertos y enterrados junto a sus madres como de animales, porque la especialización en Antropología Física es relativamente reciente.
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–Otro tema de actualidad son los tatuajes. ¿Cómo eran en la Prehistoria y por qué se hacían?
–Por las mismas razones que ahora: identidad y adorno. No la identidad individual, sino la de grupo, la pertenencia. Lo mismo que hoy nos maquillamos o no, o usamos tacones o no, hay tatuajes y escarificaciones en la Prehistoria como medio de identificarse. Estamos adornando nuestro cuerpo desde el Paleolítico. Y la técnica era la misma: con un elemento cortante se metían pigmentos en el cuerpo. Seguro que alguno ocasionaba infecciones, porque no eran tan salubres como los de hoy. Pero en esencia, todo era igual.
–En una sociedad que se escora peligrosamente hacia el edadismo, ¿qué nos enseñan nuestros ancestros?
–Que aunque la media de mortandad era de 35 años, muchas personas superaban los 50. En la Edad del Bronce, en el sureste, un 10% vivían más allá de los 60. Es decir, que no morían con 35 como media con canas, enfermos y con artrosis.
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–¿Y a la hora de morir y enterrarnos, cuándo surgieron los primeros 'panteones'?
–Los enterramientos familiares están vinculados con la sucesión económica. Tú te entierras con tus antecesores cuando eres propietario de algo que recibes como herencia. Hasta entonces, las tumbas eran comunales.
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