Permanezca en sintonía
Carlos Javier Corral López
Sábado, 30 de agosto 2025, 23:12
La muerte de Natalia constituyó un golpe demasiado duro de encajar para Raúl. Titubeante es el pulso de la fortuna, tanto que la fatalidad quiso ... que ella pereciese en el acto y que él saliese ileso del brutal choque frontal con aquel maldito caballo en plena carretera.
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Los dioses saben que no existe el matrimonio perfecto, pero Natalia y Raúl habían conseguido construir una imitación bastante convincente de semejante fantasía. Se querían tanto que Raúl pugnaba a tumba abierta con los demonios que acechaban su salud mental presa del luto, siendo el dormitorio conyugal el recinto escogido para dirimir la contienda. Lo había seleccionado expresamente para acoger su confinamiento voluntario, aislándose casi completamente de la sociedad.
Teniendo en cuenta el aspecto que presentaba la habitación, esta constituía un buen termómetro con el que medir la temperatura de la derrota: los restos del naufragio se apilaban en el suelo en forma de periódicos rasgados, restos de comida diseminados por todos los puntos cardinales y montañas de ropa sucia tratando de ser coronadas por algún que otro despistado insecto.
El dolor padecido por el desconsolado viudo era tan afilado que sentía cómo cercenaba su garganta y sus entrañas. Anhelaba reencontrarse con Natalia cuanto antes y hubiera dado todo lo que tenía y robado todo lo que tenían los demás para, al menos, poder comunicarle una última vez su amor y darle un beso de despedida. No obstante, dado su ateísmo militante y su descreída personalidad, sentía que nunca tendría la oportunidad de hacerlo. Ese pensamiento conseguía apartar más de su lado la mordaza necesaria para acallar los chillidos de su angustia.
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Mientras tanto, el murmullo de la calle ejercía como transmisor del halo de misticismo y luminosidad que transmitía Bárbara Spinotti en su programa televisivo, grabado en su totalidad unos meses atrás y de periodicidad semanal. La atención mediática dispensada hacia la italiana era total. Su sonrisa calculada y su voz angelical copaban las portadas, dominaban las audiencias y sacudían las conciencias.
La señora Spinotti afirmaba comunicarse con los muertos, transmitiendo un mensaje de esperanza a quienes acudían al programa buscando consuelo por la marcha de sus seres queridos. Espoleada por su carisma y capacidad de convicción, Spinotti lograba fascinar al discípulo, encandilar al converso e incluso despertar cierta curiosidad en el renegado.
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Por descontado, el canal que producía y emitía el espacio había confirmado a bombo y platillo una segunda temporada para el año venidero...
Algunas semanas después de haberse recluido, Raúl, alentado por una extraña pulsión y por fuerzas tal vez ignotas, quizás sobrenaturales, decidió compartir su dolor con otra persona; siempre dentro de los límites de su habitación.
El apoyo a escoger no podía pertenecer a su familia o círculo de amistades, pues se encontraba incapaz de desnudar sus emociones ante interlocutores tan cercanos.
Basándose en tal hecho, llamó por teléfono a Fernando, un antiguo compañero de facultad y, por supuesto, juergas, con el que llevaba un tiempo sin hablar. A través de la línea telefónica, trató de desahogarse todo lo que pudo.
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Después de escuchar el relato de Raúl, Fernando le comentó la posibilidad de acudir al programa de Spinotti, del que, como tantos, era admirador entusiasta. La sensible y dotada médium transalpina podría ponerle en contacto con el espíritu de su esposa, proporcionándole el objetivo que tanto deseaba obtener: hallar la paz en su interior.
Tras escuchar el consejo, Raúl lloró y lloró, trazando con el jugo de su sollozo un paisaje de completa desolación hasta empapar cada rincón de su cuarto con la secreción de su duelo. Al tiempo, no cesaba de gritar que se merecía sobradamente todo lo que le estaba ocurriendo, por haber llegado demasiado lejos.
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Fernando le preguntó a qué se debía esa reacción, ya que una puerta a la esperanza se había abierto para el pobre Raúl.
Raúl, en pleno ataque de ansiedad, le contestó:
–Yo soy el creador y guionista en la sombra de la farsa de Spinotti.
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