El arzobispo, responsables de la Fundación Caja Rural, la comisaria y el abad del Sacromonte, ante una pieza. J. A. M.

Pedro de Castro, el obispo erudito que dejó su huella en Granada

La sala Zaida acoge un recorrido por la vida del fundador y gran benefactor de la Abadía del Sacromonte a través de objetos y obras de arte

Sábado, 24 de febrero 2024, 00:09

La figura del arzobispo de Granada, don Pedro de Castro, está siendo objeto de estudio y difusión aprovechando el cuarto centenario de su fallecimiento, acaecido ... en 1623. Algo más de tres décadas antes, en 1590, hizo su entrada en la ciudad el que, sin duda, tal y como recordó ayer su sucesor José María Gil Tamayo, ha sido uno de los grandes prelados que ha tenido la Iglesia granadina, fundador de la Abadía del Sacromonte. No en vano, sus contemporáneos destacaron su temperamento enérgico, activo, exigente con los derechos de la Iglesia y de su Iglesia, consecuente con su manera de concebir su ministerio y riguroso en el análisis de las situaciones antes de decidirse. Ciertamente, su opción por la defensa a ultranza de los 'Libros Plúmbeos' –que con el andar del tiempo resultaron ser falsos–, que manejó como un regalo del cielo, se ha demostrado errada, pero siempre fue consecuente con su pensamiento y su ansia por saber, demostrado por el hecho de poseer una de las más importantes bibliotecas privadas de su tiempo.

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La treintena de piezas que integran la exposición 'Pedro de Castro. Semblanza de un personaje polifacético', que puede ser visitada en la Sala Zaida de Fundación Caja Rural Granada hasta el próximo 13 de abril, han llegado hasta nuestros días, según los conservadores del Arzobispado, en un buen estado, a pesar de contar algunas de ellas con los mismos cuatro siglos de antigüedad que el personaje central de la muestra. Como ejemplo de ello, una de las más brillantes: un biombo filipino del siglo XVIII realizado con madera, raso e hilo de oro, con inserciones en cristal, muy raro, y que solo ha precisado una tarea de limpieza y reintegración de algunos de sus hilos antes de ser expuesto. Dado que se encuentra almacenado en el interior de la Abadía, nunca se ha exhibido, por lo que es una de las grandes atracciones de la muestra.

Otro tanto ocurre con un bargueño en tarea de madreperla, cuyo itinerario reconstruye uno de los comisarios de la exposición, Isaac Palomino. «Es una obra de arte del periodo Nambán, de origen japonés, llegado a España a través de la vía filipina, datado entre 1580 y 1630, y cuya antigüedad coincide con la presencia de los primeros misioneros en el Imperio del Sol Naciente. El uso del nácar, las lacas y el polvo de oro atestiguan una labor excepcional. Debió llegar a España a través de una embajada –posiblemente, una de 1614–, regalada al arzobispo y luego donada a la Abadía del Sacromonte».

Un retrato del arzobispo recibe al visitante. J. A. M.

La exposición revela el gran protagonismo de Granada en la génesis de uno de los dogmas más conocidos de la Iglesia, el de la Inmaculada Concepción de María. Es uno de los grandes descubrimientos de esta muestra. Palomino lo explica: «El apoyo al culto de la Inmaculada comenzó en el reino de Granada, y luego se extiende a otros reinos de Andalucía, como Sevilla, donde tuvo una buena acogida». La frase textual, extraída de una carta de De Castro al arzobispo de Astorga, igualmente expuesta, dice: «Fiel mande y nos conceda que en el Reyno de Granada, do esta opinión comenzó y tomó vida, y en el Reyno de Sevilla, donde la han abrazado tan fervorosamente».

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Desde el punto de vista material, son igualmente interesantes dos paisajes marmóreos italianos, del siglo XVII, atribuidos a Giovanni y Cósimo Castrucci, realizados a partir de distintas piezas de piedras duras recortadas y ensambladas mediante la técnica de la taracea, sometiéndolas a calor. Solo repositorios artísticos de primer nivel, como el Museo del Prado y Villa Borghese, tienen obras parecidas.

La experta Marisa García Valverde, también comisaria de la exposición, destacó el desconocimiento que sobre Pedro de Castro tiene el gran público «Hemos querido presentar al personaje en su integridad. Fue 'el' intelectual de finales del siglo XVI y principios del XVII. Lo dice su biblioteca, depositada en la Abadía; lo dicen sus estudios; lo dicen sus amistades, como el Inca Garcilaso, Arias Montano, San Juan de la Cruz y Santa Teresa. De Castro fue mucho más importante de lo que nos dijeron». El jurista, el intelectual, el mecenas del Sacromonte y el inmaculista y devoto mariano, todos están presentes en esta muestra.

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