«Pedazo de concierto»

Al salir del concierto de Tomatito el viernes pasado en el Auditorio Manuel de Falla, dentro del Festival Flamenco Milnoff 1922, la valoración mayormente que se oía en los pasillos era, como reza el título de esta crónica: «Pedazo de concierto». Y no hay mejor estimación que esa. Se puede decir de Tomatito que es un flamenco legendario, que ya se fijó en él, Camarón de la Isla cuando era un adolescente y le tuvo que pedir permiso a su padre para llevarlo de guitarrista. Tomatito, desde aquel entonces, ha ido creciendo en sensibilidad, ejecución y carisma, hasta alzarse como uno de los solistas más reclamados de la historia del flamenco. De hecho el teatro estaba lleno, que tratándose de un guitarrista no es nada fácil, y más con la abundancia de ofertas en estos días.

El guitarrista almeriense llegó en formato 'Quintet', como los grandes del jazz o como su compadre Paco de Lucía. Como segunda guitarra, le acompañaba su hijo, José del Tomate, que, con una zambra, en la que se acordó de los antiguos (léase el maestro Miguel o Juan Habichuela), demostró ser una buena imagen de su padre; al cante y a las palmas figuraba nuestro paisano Morenito de Íllora y el gallego Kiki Cortiñas, dos voces flamenquísimas, dos ecos gitanos que dimensionaron la guitarra; y a la percusión un inmenso y elegante Israel Suárez 'Piraña', que supo enardecer al público con sus solos.

El Tomate mostró sus cartas desde la primera taranta, quizá homenajeando a su tierra, culminada por bulerías, donde todo eran pellizcos y recuerdos. En las alegrías comenzaron los guiños a Camarón, que fueron constantes hasta desembocar en 'La Leyenda del tiempo', ya casi al final de su entrega. A solas con su hijo interpretó 'Two Much', dedicada a Paco de Lucía, el tema de amor en forma de balada que grabó con Michel Camilo en el año 2000, al que siguió unas bulerías que brindó a Pepe Luis Carmona, director artístico de Milnoff.

Después del solo de José del Tomate y del recordatorio al de la Isla, unos extensos tangos anunciaron el final, que vino en forma de riquísimas bulerías, que treminaron de desarmar al respetable (lo que quedaba en pie), con un comienzo de pieza clásica para desembocar directamente en la fiesta, con un claro protagonismo del Piraña, con guiños a 'La Tarara', a los jaleos extremeños y hasta la rumba.