«Como país, somos nuevos ricos acostumbrados a tenerlo todo»

–Los capirotes apolillados de ETA a los que se refiere en un poema aún están en el armario...

–Porque el PNV los sigue teniendo guardados. Mientras Aitor Esteban da lecciones morales en el Parlamento, algunos les seguiremos recordando su complicidad con la violencia, el sí pero no, el mover el árbol para que cayeran las nueces. En el País Vasco hay una sociedad amordazada, que no habla con libertad, donde la disidencia es difícil. Hay una permanente amenaza tácita de volver a la violencia.

–Las redes sociales sí que son un carnaval...

–Sí, tienen una parte buena, que es el humor con que a veces se tratan los temas. Pero el resto, eso de que puedas linchar a alguien desde tu casa, esa 'kale borroka' de las teclas, que se practica con total impunidad, sin ni siquiera tener que dar la cara, hace que sean un carnaval. Por eso, les presto la atención justa.

–En su poemario habla de algunos periodos del pasado, ¿echa de menos alguno?

–No, hay que vivir el presente. Estoy en desacuerdo tanto con quien nos habla del Cid o Don Pelayo como quien nos quiere devolver al tiempo de las barricadas y el leninismo. Creo que Ayuso ha metido a todos los demás en el túnel del tiempo; es la única política que vive en el presente porque otra parte de la derecha lo que ofrece es una ración extra de 'marianismo'.

–En un poema muy divertido, pone de manifiesto el carnaval de la 'chapa y pintura'.

–Hay quien se empeña en borrar los signos del tiempo del rostro. Negamos la vejez, la enfermedad, el paso del tiempo. Del 'prohibido prohibir' de mayo del 68 hemos pasado al 'obligado obligar'. Tengo muchas amigas aficionadas a la chapa y pintura, pero ya me han perdonado por ese poema... (risas).

–Dice usted que la libertad, el desarrollo y el dinero nos han desarreglado como país. Explíquenos eso.

–Somos nuevos ricos que se han acostumbrado a tenerlo todo. La cultura del esfuerzo no se premia, y estamos creando en los más jóvenes un camino allanado para la mediocridad. Hemos pasado del vino peleón a que todo el mundo haga cursos de cata, ignorando a la generación que levantó el país, dejándoles morir en las residencias sin que el ministro del ramo en aquel momento se dignara a visitarles. Y estamos despreciando el espíritu de concordia del 78 que acabó con siglos de guerras civiles y dictaduras.

–Es usted fumador militante. Arderá en el infierno.

–Respeto a quien no fuma, pero quiero igualmente ser respetado. Rodrigo de Jerez, uno de los marineros de Colón, fue condenado por brujería cuando vino fumando de las Indias, denunciado por su mujer. Cuando salió de la cárcel, todos los obispos fumaban. Creo que, en esto también, la libertad debe ser la norma.