«Cada página escrita por Lorca tiene vida propia y merece un dibujo»

-Vuelve con Federico, esta vez, a ilustrar su obra. ¿No tuvo suficiente?

- (Risas) Para nada. Federico es un ser literario inconmensurable. En este caso, de hecho, fui yo misma quien propuse a la editorial realizar este trabajo. Cuando terminé con la biografía, me quedé con las ganas de profundizar en sus obras teatrales, que fueron aquellas con las que yo le conocí siendo una niña. Lo propuse a mi editora, y afortunadamente, me lo permitió.

-Usted conoce el medio rural desde la infancia. ¿Fue la llamada de lo ancestral lo que le decidió a escoger estas obras?

-Creo que me atrae la obra en su conjunto. Su manera de contar historias donde se mezclan la tragedia, la pasión, el deseo, la muerte... Y luego los personajes, claro. Me gusta que el poeta pusiera el foco en la mujer del medio rural, que al fin y al cabo, estaba totalmente silenciada. Que un dramaturgo se fije en una mujer de esa manera, y que la entienda tan bien, me parece algo muy destacable. El drama de 'Yerma', por ejemplo, está de plena actualidad.

-Así es. El estigma que arrastran las mujeres que no conciben porque no puedan o porque no quieran, sigue estando presente.

-El drama de 'Yerma', con esa esterilidad propia o ajena, me emociona. Aunque me impacta la severidad de Bernarda Alba o la tragedia de 'Bodas de sangre', me parece que en 'Yerma' hay altas dosis de crueldad. La crueldad del entorno, que la señala, como sigue señalándola hoy en día, me parece estremecedora.

-En su visión de los dramas lorquianos, lo onírico tiene una presencia notable.

-Estas tres obras tienen mucho en común, pero cada una tiene una atmósfera diferente. ¡Bodas de sangre' es la más lírica, la más poética, de tal manera que la luna y la muerte son personajes de la obra. Es, en este sentido, muy diferente al ambiente que se respira en 'La casa de Bernarda Alba', realismo puro. De hecho, Federico deja claro al inicio de la obra que lo que va a ofrecer es una especie de documental fotográfico. Es una obra muy sobria, sin decoración ni en el escenario ni fuera. Y 'Yerma' está en otra dimensión distinta. Por ello, cada obra ha precisado una plasmación también distinta.

-Suponemos que la lectura previa de las tres obras dibujó en su cabeza a los personajes.

-Todas ellas forman parte de nuestro imaginario común. Todos hemos visto alguna vez alguna de las obras en el teatro o las hemos leído. En cualquier caso, he intentado salir un poco de los lugares comunes para ofrecer mi propia interpretación. Al leerlas, descubrí cosas nuevas, y pienso que esa es una de las facultades que tiene la obra de Federico, que siempre dejan algún hueco para el descubrimiento.

-A Bernarda Alba la han interpretado tanto mujeres como hombres. En su libro, mantiene la severidad que le han otorgado interpretaciones magistrales, como la de Ismael Merlo, o la heterodoxa de Eusebio Poncela. Su Bernarda es mujer, pero con toda su carga de autoridad.

-Quería que, sobre todo, tuviera un rostro severo. Es el bastón su elemento para imponerse, el mismo con el que pide silencio. La curiosidad que nos despierta Bernarda, además del miedo que pueda infundir, es el porqué esa mujer es así. Qué le ha podido ocurrir para que practique tan altas dosis de crueldad con su hija.

-La Novia o Adela, por ejemplo, suponen el reverso de Bernarda.

-Efectivamente, son mujeres que quieren ser libres, son más rebeldes. Quieren salir del rincón en que les ha tocado vivir. Pero también tienen sus antagonistas: en contraposición con La Novia está la madre de El Novio, o la mujer de Leonardo. También en 'La casa...' hay personajes muy diferentes. Me emociona mucho el de Martirio, quien, además de estar encerrada en una casa, está encerrada en sí misma, y enamorada de Pepe El Romano, encima. Y no lo puede decir siquiera.

-Las ilustraciones siguen al texto. ¿Tuvo claro desde el primer momento qué pasajes iba a reflejar?

-Esto fue particularmente difícil. Al tratarse de teatro, pensé que cada ilustración debía tener su sitio. Por ello, debí marcar de forma muy precisa la maqueta, y con ella, repartir las páginas y ver qué ilustraciones podía encajar y dónde. En general, creo que todas las escenas de García Lorca son ilustrables, porque todas están llenas de poesía y simbolismo. Podría haber pintado momento por momento, pero habría salido un volumen inmenso.

-¿Cuánto tiempo de trabajo ha empleado para preparar un libro?

-Prácticamente un año. Aunque inicialmente lo alterné con otros trabajos, al final estuve dedicada a esto a tiempo completo. Desde que comencé a pensar las obras, visitar los escenarios, tomar notas, hasta que la entregué, creo que pasó más de un año, en realidad.

-Vuelve a pasear las calles de Granada. ¿Se sigue emocionando igual?

-Exactamente igual. Cuando me fui lo hice contra mi voluntad, prácticamente... (risas). Así que volver aquí me encanta. Aunque Madrid también me gusta, sobre todo tras haber vivido en Inglaterra, pero Granada dejó en mí una marca indeleble.