'Pablito' Milanés: Eternamente Milanés
El compositor cubano puso en pie al público de Motril con la naturalidad de los instrumentos acústicos por los que ha apostado en esta gira
Juan Jesús García
Motril.
Martes, 10 de agosto 2021, 00:16
A sus 78 años el bayamés Pablo Milanés empieza a parecerse a Bob Dylan en su 'Gira Interminable' (o Miguel Ríos con un año menos), ... septuagenarios a los que el escenario mantiene jóvenes y activos, todo un detalle de esfuerzo y generosidad para su público. En el caso del cubano más aún de agradecer por los graves problemas de salud que intermitentemente le han aquejado.
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En Motril hizo una parada en su actual ruta de conciertos, con casi medio centenar de actuaciones en España (¡ya anuncia la de Granada para el Festival de la Guitarra 2022!). Ha llamado a su gira Días de Luz, y la ha presentado como su aportación para «abrir un nuevo horizonte, a partir de una reflexión más intimista y a la vez esperanzadora», ilusión que todos necesitamos en estos tiempos.
Milanés ha dejado en casa todo el aparataje sintético que le hacía sonar tan Vangelis, y ha optado por la naturalidad de los instrumentos acústicos (Miguel Núñez al piano y la chelista Caridad R. Varona, que también apoyaba en voces). Arquitectura sonora mínima y 'orgánica' perfecta para acompañar exquisitamente las canciones del Milanés, que precisamente van dirigidas a la línea de flotación de la emoción, como ya cantó en su celebérrima tonada: «Esto no puede ser más que una canción, quisiera fuera una declaración de amor». Acaso por lo dentro que llegan muchas de sus canciones, su público le considera uno más de la familia y con afecto se le llama amigablemente 'Pablito'.
Su presentación, de cámara, pensado para espacios cercanos, no desmereció en un coso taurino, pero obviamente no fue el ideal, pues el extremo refinamiento de sus acompañantes quedaba algo distante, y menos compatible resultó el recogimiento doliente de sus palabras con el aroma a estiércol que ocasionalmente 'perfumaba' la plaza de toros.
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Él mantiene sus facultades vocales, pero acusa el paso del tiempo y de la enfermedad, con una voz que en ocasiones se refugia casi en el recitado entonado, que no desmerece en algunas de sus piezas, que con dramatismo de fondo del chelo son casi rezadas plegarias cargadas de intensidad o nostalgia por lo vivido: oídas ahora, el paso del tiempo y las ausencias han sido siempre uno de sus temas más frecuentados; una de sus últimas, Vestida de mar, que cantó, abunda en el tema teniendo como protagonista a La Habana.
Nunca da dos conciertos iguales, al menos en su primera parte. Sentado frente a su libreto de canciones las fue eligiendo a placer. Fuesen esos 'Mares del Silencio' con aires de contradanza cortesana, 'De qué callada manera' o 'Alga quisiera ser', dos piezas sobre textos de Nicolás Guillén y Ángel González, como el son montuno 'En saco roto', un 'remanso' de alegría casi bailable entre tanta emotividad abrasadora. Intermitentemente fueron cayendo algunos de sus clásicos: Años, paradigma de lo ya dicho anteriormente, como 'La soledad', 'Días de gloria', o 'Ya ves yo sigo pensando en ti'; dejando para el final dos de sus piezas inmortales: 'Yolanda', obviamente cantada casi más por el público, al que abrazaba en una de sus imágenes más icónicas y un tanto bíblica, y la sensibilísima 'El breve espacio en que no estás'. Cinco minutos de ovación no fueron suficientes para un bis, pero es entendible perfectamente por su edad y castigadas condiciones físicas. Eternamente Pablo.
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