Los ojos que vieron el milagro de San Blas
Los vecinos de Víznar celebraron este viernes el regreso de su patrón, tras su restauración, en una jornada emocionante entre cámaras de televisión, políticos y rosquillas que van de mano en mano y de siglo en siglo
Víznar despertó con un susurro, con un «¿lo has visto ya?», con una brisa que refrescaba como si fuera 3 de febrero. Todo el que ... vive en un pueblo –o se siente parte de uno– sabe que el patrón es mucho más que un santo. A San Blas aquí se le quiere como si fuera el abuelo de todos y, desde que se fue al taller de Verónica Vera, su restauradora, le esperaban con la mesa puesta. Ayer, los casi seiscientos vecinos del municipio granadino vivieron una jornada emocionante, entre las cámaras de televisión y la visita de Antonio Granados, delegado de cultura de la Junta de Andalucía, siempre bajo la atenta mirada de un San Blas tan cambiado que parece otro. «¡Que ahora tiene barba!», gritaban al verle.
Publicidad
Noticia Relacionada
A San Blas de Víznar le sale barba
Fabiola llegó temprano a la parroquia y ya no paró en todo el día. Las flores, los bancos, la entrada... todo debía estar perfecto. «Está precioso –dijo, parada frente al santo, en el pasillo central de la iglesia–. Estoy muy emocionada, me encanta. Cuando el pueblo lo vea, ya verás». Justo en ese momento, tras el altar apareció Ángel Luis, hijo de Víznar y párroco en Zagra, Ventorros de San José y La Viña. Entró despacio, con los ojos clavados en los de San Blas, colocado en el centro de la nave.
–¿Has visto? –le preguntó Fabiola, invitándole a acercarse.
–No lo había visto todavía –Ángel frenó el paso y dedicó unos segundos a observar con atención–. Es magnífico. La cara. Mira la cara y las manos. Es una diferencia abismal.
David Espigares tiene 42 años, trabaja en la construcción y es concejal de cultura del pueblo. Y David Espigares, de 8 años, todavía no es concejal, pero tiempo al tiempo. Los dos, padre e hijo, entraron juntos a la iglesia torciendo el cuello como si fueran girasoles. «Estoy impactado. ¿Te ha pasado igual, Ángel? De verlo siempre con el manto azul... parece otro», dijo David padre. Mientras digería el nuevo aspecto recordaba aquella vez, hace años, cuando estaban apeando al santo en la víspera de la fiesta grande, que se celebra el 3 de febrero, y se le vino encima. «Lo estábamos bajando de su hornacina y me dio en la cara. Se rompió el dedo contra mi ceja. Míralo ahora, como nuevo». A su lado, casi sin moverse, David hijo miró a su padre y le confesó al oído: «Yo es que lo veo y ya no me acuerdo de cómo estaba antes».
Publicidad
«Lo estábamos bajando de su hornacina y me dio en la cara. Se rompió el dedo contra mi ceja. Míralo ahora, como nuevo»
Manuel y José Manuel son empleados del ayuntamiento. Cuando pasaron junto a San Blas, se cruzaron de brazos y empezaron a charlar.
–Está más luminoso –empezó Manuel.
–Sí, está como más joven. Parece que viene de vacaciones.
–Las vacaciones las necesitamos todos, ¿no? –ríen ambos–. Estaba deteriorado, eran muchos años sin hacerle nada y le hacía falta.
Publicidad
–Menos mal que tiene el cayado que si no es casi desconocido.
–Las cosas que están bien hechas –resopla Manuel–, las haga quien las haga, están bien. Y esta está muy bien.
Por los anteriores
Rubén Martín es un comercial de 46 años, natural de Albacete, que se vino a Víznar hace quince años para casarse con María Ángeles, vecina del pueblo. «Para mí San Blas es algo especial. En el pueblo de mis padres, Elche de la Sierra, San Blas también es el patrón. Le tengo apego desde chiquitillo y cuando llegué aquí fue una sorpresa». Rubén fue uno de los vecinos que el jueves por la noche ayudó a subirlo a las andas. Cuando vio la escultura se quedó sorprendido: «Me habían dicho que había cambiado, pero no me lo esperaba. Me quedé impactado. Pasé un rato mirándole la cara. Qué expresión».
Cuando Pilar Espigares se reencontró con San Blas, el tiempo colapsó. «Al ponerlo ahí –señaló el altar, rodeado de flores– se me saltaron las lágrimas por todos. Por todos los anteriores. Por todas las personas que han pasado por aquí y ya no están. Pero mis padres los primeros, claro. Mi padre era de San Blas y mi madre, no te digo nada. Y mi hermano...». Pilar, entonces, colocó un par de rosquillas a los pies del santo. «Es una tradición que se hace el 3 de febrero –añadió, con una sonrisa que fondeaba la mascarilla–. Los mayordomos del pueblo repartimos casa por casa estas rosquillas de harina y agua y hoy, aunque no sea el día, lo celebramos igual».
Publicidad
«Por todos los anteriores. Por todas las personas que han pasado por aquí y ya no están»
Esas rosquillas deben entregarse siempre en mano, para que no se pierda el contacto, para que las manos de Víznar sigan de alguna manera entrelazadas, año tras año, con los que están y con los que no. Porque, como todo el mundo sabe, un patrón es mucho más que un santo. Un patrón es el pueblo entero. «¡Viva San Blas y su niño!», gritó Pilar, alegre, una y otra vez.
Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión