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Rosalía y su grupo de baile, durante su actuación en la plaza de toros de Granada. Pepe Marín

Rosalía triunfa en el ruedo de Granada con un gran montaje

La gira Motomami de la cantante catalana llenó el coso de Doctor Olóriz con una legión de fieles que corearon sus grandes éxitos

Miércoles, 13 de julio 2022, 00:26

Lo del fenómeno fan es una realidad cuya comprensión decrece conforme se cumplen años. Quizá porque cuando pasa el tiempo, se come menos, se bebe ... menos y se baila menos. Por eso, se observa casi con interés entomológico cómo una multitud se pone a saltar como loca con la mera expectativa de ver aparecer en un escenario a una artista menuda, con un carisma que, sin embargo, trasciende las fronteras. Los amantes del motor debieron disfrutar anoche mucho oyendo rugidos que en cuanto se generalice la prohibición de usar vehículos de combustión quedará arrinconada a espectáculos de alto voltaje como el de anoche.

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Rosalía explota su físico hasta límites insospechados. Su concierto es un monumento al 'Rosalismo', que no necesita casi siquiera de música en directo –lo cual minimiza la posibilidad de fallos tanto como destruye cualquier atisbo de genialidad– y que se basta con la presencia de la estrella y ocho bailarines, eso sí, excelentes, que se mueven por el escenario felinamente y que son capaces de ejercer como fieles escuderos, prolongación natural de un albero entregado. No importa que un cámara con una steady evolucione continuamente por el escenario, hurtando en ocasiones la visión a las primeras filas. Porque el de Rosalía es un concierto televisado en circuito cerrado a quienes están frente a ella. Por ello, no importa que en ocasiones la cantante ni siquiera mire al público, y se contente con hacerlo a la cámara. En eso es una maestra, y su público aprecia ese esfuerzo.

«Granada es una de las ciudades que más me inspira. Recuerdo mi primer viaje con el colegio en un fin de curso. Recorrer la Alhambra, el Albaicín y el Sacromonte...», dijo, desatando el orgullo patrio. Esto fue después de cantar 'Saoko', 'Candy', 'Bizcochito' y 'La fama', y quedarse sola en el escenario con la guitarra para tocar 'Dolerme', una canción, afirmó, compuesta durante la pandemia. Tras ella, llegó uno de los momentos álgidos de la noche, cuando la intérprete volvió a sus raíces flamencas, e interpretó unas 'Bulerías' cruzadas con su tema 'De aquí no sales'. La coreografía en este caso no es muy elaborada, pero está claro que basta un 'meneo' de trenzas de la catalana para que el respetable entre en éxtasis.

Con la letra aprendida

Quien no conozca mínimamente las canciones de Rosalía, mejor que no vaya a sus conciertos porque el sonido, digamos, no es el mejor posible, y no se va a enterar de casi nada. No sabemos si eran los graves, o es la acústica del coso, que, sin embargo, en otras noches ha sonado mucho más limpia. Está claro que tiene un chorro de voz. Ya lo tenía cuando ocupaba la línea de letra pequeña en los festivales. Quizá entonces le bastaba con eso. Hoy, evidentemente, no. Hoy requiere de un montaje que le haga justicia a su indudable capacidad artística. Así, temas como 'Motomami', 'G3 N15' y 'Linda' cayeron una a una, provocando el paroxismo cuando el ritmo se aceleraba.

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Tras un guiño a una de las espectadoras más jóvenes y un contacto controlado con los fans de la primera fila –captado a medias por una 'selficámara' que a veces perdía su rostro, es complicado hacer varias cosas a la vez–, cantó 'La noche de anoche' y vuelta a la caja de ritmos con 'Diablo', que tiñó de rojo el escenario, con ella sentada en una silla de barbero. Luego, apareció el piano con un 'landscape' bucólico de fondo para cantar 'Hentai'. Así, poco a poco, fue escanciando hasta 30 canciones, con tres bises. Y hubo quien, todo el tiempo, estuvo brazos en alto grabando un concierto que no vio. Qué tiempos.

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