Antonio Huertas canta en un ensayo de Imala, junto a Raúl Alguacil, Miguel Escobar y Rafael Rodríguez. BLANCA RODRÍGUEZ

Granada

«El rock me salvó la vida»

La banda granadina Imala vuelve a los escenarios después de que su cantante, Antonio Huertas, haya superado un cáncer de garganta que descubrió en el escenario. «Si no es por la música, lo mismo no estaría hoy aquí»

Lunes, 10 de marzo 2025, 00:10

La voz de Antonio falló en el escenario. Unos dedos oscuros e invisibles le apretaron la garganta. Fue un hilo, un leve vahído, un susurro ... despistado en mitad de la canción al que nadie más echó cuentas. Pero él sí porque aquella no era su voz. Carraspeó fuerte, plantó los pies en tierra y terminó el concierto. Era junio de 2024 y, después de tres años, Imala vivía su momento más dulce. La banda de rock se había hecho un hueco en el circuito, con un calendario repleto de actuaciones y un disco recién publicado. Antonio, que trabaja en Repsol, fue al médico a por un jarabe que le evitara más sustos. «Tienes cáncer, Antonio». El disparo le atravesó el alma porque cantar le hacía feliz. «No me podía dar en un brazo o en una pierna. ¿Tenía que ser en la garganta? Yo no tenía miedo de la enfermedad ni de morirme. Le tenía miedo a quedarme sin voz». Cuando se lo contó al grupo les dijo que tenía que parar, que lo sentía mucho, que siguieran sin él.

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«Eso nunca fue una opción. La única persona que la barajó fue él. Pero vamos, ni de coña, Imala somos los cuatro», dice Raúl Alguacil, profesor de Secundaria y FP en Pinos Puente y guitarrista de la banda. «Fue un shock», afirma Rafael Rodríguez, fontanero y batería. «Pero no había tocado un instrumento en mi vida –sigue–, aprendí a tocar la batería casi con 50 años, para estar con ellos. ¿Qué más daba esperar lo que hiciera falta? Sin Antonio no seguíamos». Miguel Escobar, transportista y segundo guitarra, abre los brazos y sonríe: «Imala es un rock hecho desde el corazón y la amistad. No había duda».

El personal sanitario del hospital firmó la guitarra de Antonio durante las sesiones de radioterapia. BLANCA RODRÍGUEZ

Las palabras de sus amigos le provocan a Antonio Huertas un pequeño y bonito nudo en la garganta. Los ojos le chisporrotean mientras acaricia entre sus manos, repletas de grandes anillos, una guitarra muy especial. En la parte trasera del instrumento hay una decena de dedicatorias escritas a mano. «Me la firmaron los médicos, celadores y enfermeras que me acompañaron en las sesiones de radioterapia», señala orgulloso. Nueve meses después de aquel extraño ahogamiento en el escenario, Antonio ha logrado superar el cáncer gracias a una detección muy temprana. «Yo fui al médico por la música. Por cantar. El médico me dijo que si en vez de ir en junio, voy en noviembre, probablemente estaríamos hablando de otra cosa. ¿Lo ves? –pregunta como el que acaba de resolver un misterio que, en realidad, no puede explicar–. Si no es por la música, lo mismo no estaría hoy aquí. El rock, tío. El rock. El rock me salvó la vida».

El regreso

Imala. B. R.

En el local de ensayo hay una enorme tela que parece gritar el nombre de la banda: Imala. «Es el dialecto que se hablaba en la época nazarí en Granada, de ahí viene», explica Raúl. «Nos costó encontrar el nombre, pero al final buscamos lo que nos unía y eso era Granada». El 5 de abril se reencontrarán con su ciudad, en la sala Riff. «Volvemos a los escenarios, a ver cómo llego, que todavía no estoy al cien por cien», dice Antonio mientras se frota la garganta. «¿Sabes? Muchos me conocen como Toni Tuercas –ríe divertido–. Por mi afición a las motos y a trastear con cacharros» (lo mismo le han visto por la calle, debe ser el único que cruza Granada en un sidecar). Silencio, que comienza el ensayo.

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Imala nació en la pandemia. Raúl y Miguel empezaron a tocar juntos la guitarra y, en cuanto se acabó el confinamiento, alquilaron un local de ensayo para trastear a gusto. Rafael aprovechó el encierro de la covid para aprender a tocar una batería eléctrica y, por un golpe de suerte –unas cervezas después de un partido de pádel–, terminó con Raúl y Miguel, por pura diversión. Les faltaba una voz, claro. Conocían a Antonio por amigos en común, y sabían que él llevaba años tocando y cantando en otras bandas. «¿Te vienes?». Y fue. Empezaron con una versión de 'Blanco y negro', de Barricada. «Fue un desastre», ríen al recordarlo. Entonces Antonio les propuso tocar una de sus canciones y aquello sonó «muy, muy, muy bien».

El disco de Imala. B. R.

Así llegaron al verano de 2023, como una banda con la que, sencillamente, disfrutaban de la música. Entonces surgió la oportunidad de tocar en el Maracena Rock en Familia. «Teníamos tres canciones, pero nos moríamos de ganas de actuar con público. Nos dimos mucha caña hasta sacar diez temas propios. Fue una locura, éramos novatos totales... Pero salió de escándalo». A partir de ahí se convirtieron en sospechosos habituales del rock granadino, con conciertos por los mejores escenarios de la provincia, público y crítica les aplaudía, rodaron el videoclip de 'Antoñito El Camborio' y publicaron su primer disco. Y ahí, con los cedés recién salidos del horno, en mitad de un concierto en Málaga, la voz de Antonio falló.

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«Yo fumaba», resopla Antonio. «Pudo haber otras causas, pero principalmente fue el tabaco». El cantante tenía una manchita blanca en la cuerda vocal izquierda. «La biopsia confirmó que era un carcinoma in situ. Lo malo es que era un tumor maligno, lo bueno es que estaba focalizado en un sitio, que no había metástasis». Las sesiones de radioterapia duraron todo el verano y luego había que recuperarse. «No podía cantar. Tuve que ir a una logopeda para arrancar otra vez». Y, poco a poco, aquí está de vuelta.

Julieta

Imala es puro rock, con un repertorio propio que va desde la denuncia social de 'El reloj' o 'Los grises' hasta adaptaciones de poemas de autores como Federico García Lorca, con 'Antoñito el Camborio', o de la polaca Halina Poświatowska, con 'Julieta', que es precisamente el tema con el que han empezado el ensayo. «No ha sonado mal, ¿no?», pregunta Antonio.

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Los amigos abrazan a Antonio 'Toni Tuercas' Huertas, al terminar una sesión de ensayo. B. R.

Lo de volver a los escenarios no les da ningún miedo. «Empezamos con cuarenta y tantos años, ¿qué miedo vamos a tener?», reflexiona Raúl. «No se puede vivir con miedo, hay que seguir adelante. Eso lo aprendimos en Maracena, con nuestro primer concierto», continúa Rafael. «Hemos aprendido que las cosas nunca van a estar perfectas, pero vamos a tocar la canción», termina Miguel. Antonio 'Toni Tuercas' sonríe y recuerda sus días en la sala de radioterapia. «Había un chico en las sesiones que me dijo: 'Dios ha elegido a su mejores guerreros para las peores batallas... Pero yo ni soy guerrero ni quiero luchar'. Y me llamó la atención porque con su sonrisa me lo dijo todo. Estás aquí y ya está. Es lo que hay. No se puede tener miedo a la vida».

Redoble de batería. Las guitarras resuenan por las paredes. Y Antonio se reconoce frente al micro. «Cada vez intento llegar más lejos con la voz. Y esta gente, la banda, me ha esperado. Esa es nuestra historia. Una historia de rock. La historia de Imala».

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