Dellafuente revienta el Palacio y pasa a otro nivel

Las tremendas colas que se venían formando desde muchas horas antes del concierto no se terminaron de diluir hasta escasos minutos antes del comienzo pese a que las puertas abrieron con dos horas de antelación. El ambiente en el interior era como de feria, con auténticos hinchas del cantante que lucían con orgullo el 'merchandising' del Dellafuente FC, de sudaderas a banderas. Las notas de los instrumentos de cuerda en los que se apoyó el de Armilla en no pocas canciones precedieron su salida, vestido del Granada CF y, como acostumbra, escondido bajo una gorra y unas gafas de sol enormes. Pablo aún esconde el rostro, como si algún día quisiera volver a ser únicamente el 'Chino' y no Dellafuente, pero su trayectoria ya es imborrable. Al menos, para todos aquellos que se han tatuado sus frases e incluso su rostro.

Ese adolescente que grabó su primera canción en 2010 al aprovechar una promoción de una tienda de ropa urbana de la capital ya dirige, a sus 30 años, espectáculos propios que envidiarían artistas más reputados que él entre el público que aún le desconoce. Dellafuente hizo un repaso por toda su trayectoria, de lo más reciente a lo más antiguo, con algunos himnos de cuando aún pasaba por un sencillo rapero más que ya han cumplido una década de vida y aún vitorean con cariño quienes le escuchan desde el principio. Como guiño a aquella época subió al escenario una moto y un BMW; Pablo salió del barrio, pero el barrio no salió de él.

Algo nervioso tras tanto tiempo sin subirse al escenario, al armillero se le empezó a ver más cómodo cuando decidió echarse al abrigo de su público aunque escoltado por sus bailarines para cantar a pie de pista 'Me pelea' y 'Octava maravilla'. Coreado el 'Chino, Chino', Dellafuente se atrevió a tocar el piano, un talento que se le desconocía, para susurrar entre el silencio del pública unos emocionantes versos inéditos: «Ojalá pudiera ser la gota que baja suave por tu mirá». A este momento íntimo le siguió un cambio radical de escenario en el que, apoyado por su productor Antonio Narváez, convirtió la fiesta en toda una 'boiler room' discotequera.

Cerca de la hora de concierto fueron apareciendo algunos de sus colaboradores: los también granadinos Pepe, Vizio y Maka y el cantaor Israel Fernández. Las siete mil personas que abarrotaban el pabellón se partían el pecho entonando las canciones que se saben como credos y hacían retumbar el Palacio de los Deportes. «¿Conocéis esa sensación de cuando ves una fotografía y te gustaría volver exactamente a ese instante? Me está pasando ahora mismo. No me quiero ir», compartía Dellafuente, a quien tanto pudor le ha dado siempre actuar en directo. Cerró su actuación con 'Consentía', como tenía acostumbrados a quienes siempre le acompañaron hasta que quiso desaparecer. Ahora, más adulto, tiene decidido volver a conquistar el panorama nacional recorriendo España con un nuevo espectáculo que quiso estrenar en casa, con tres llenos consecutivos, para demostrar que es profeta en su tierra.