El músico Raúl Rodríguez. Luis Castilla

Raúl Rodríguez | AntropoMúsico

«A mí lo que me gusta es retroceder hacia el futuro»

El sevillano actúa en la Corrala de Santiago el miércoles 21 y el jueves 22 para presentar el cierre de su trilogía de libro-discos

Jorge Fernández Bustos

Martes, 20 de junio 2023

El músico y antropólogo cultural Raúl Rodríguez Quiñones (Sevilla, 1974) visitará la Corrala de Santiago, bajo invitación, el miércoles 21 y el jueves 22, para ... presentar su tercer y último trabajo sobre 'AntropoMúsica creativa de los cantes de ida y vuelta', una trilogía de libro-discos, editados por Altafonte, en 2014, 2017 y 2023 respectivamente, que responden a los títulos 'Razón de Son', 'La Raíz Eléctrica' y 'La Razón Eléctrica'. Productor, compositor, guitarrista y creador del 'tres flamenco', Raúl, antes de desarrollar su propia línea de trabajo, ha colaborado con Kiko Veneno, Martirio (su madre), Javier Ruibal y Santiago Auserón; y ha pertenecido a los grupos Caraoscura y Son de la Frontera.

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–¿Le incomoda ser conocido aún como el hijo de Martirio?

–En absoluto: es un orgullo. Entre nosotros hay una continuidad y una cooperación vital y artística. Mantenemos una relación muy permeable que se mejora gracias al oficio del arte, que nos enseña a cogernos el compás también en la vida.

–¿Qué le queda de Caraoscura y Son de la Frontera?

–Seguir aprendiendo sin dejar de disfrutar, mudando de pellejo en cada encarnación cuando sea necesario para seguir estando abierto. En cada proyecto he ido acumulando experiencias que van incorporándose y ahora busco la manera de encarrilar esos conocimientos en una misma dirección para decir lo que creo necesario. Sigo en el mismo viaje desde que comencé.

–¿Cómo llegó al 'tres flamenco'?

–A principios de los 90, a partir de los discos de 'Semilla del Son' y los 'Encuentros de Son y Flamenco', conocí de primera mano el tres cubano con El Guayabero y la Trilina con Compay Segundo. Allí se me encendió el chispazo de que el tres tenía un desarrollo posible en esta orilla, al tener un parentesco común con las vihuelas, las guitarras o los laúdes y al fondo de todos, el ud andalusí. No había YouTube, tutoriales, métodos ni maestros cercanos que pudieran enseñarme, de manera que tuve que aprender solo y a ciegas, introduciéndolo en el lenguaje flamenco poco a poco. No tener referencias me ayudó a tener que inventar un sistema de trabajo propio que después de muchos años desembocó en el diseño de este nuevo instrumento construido por Andrés Domínguez en 2013, que ya es un mixtolobo que no responde a legislación vigente alguna y me sirve para dialogar libremente en la frontera entre la tradición y la creación, con músicos de todos los puntos de ese Caribe Afro–Andaluz. Al ser un instrumento nuevo, probablemente esté abriendo un hueco hacia un nuevo género que aún no tiene nombre (ni voy a ser yo quien se lo ponga). Yo voy detrás, él es quien manda y quien habla lengua, lo que yo trato de hacer es traducción simultánea a compás.

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–¿Se considera mayormente músico o antropólogo?

–Me considero AntropoMúsico, vivo en la frontera entre la razón y el son, manteniendo el equilibrio.

–¿Es necesario vindicar la negritud en el flamenco, como también lo hace Faustino Núñez y ahora Tomás Perrate?

–El gran Gilberto Gutiérrez, del Grupo Mono Blanco mexicano, me dijo: «tocar está muy bien… pero es que nosotros también queremos saber…». En la medida en que trabajamos con materiales anteriores a nosotros, fondos públicos venidos del pasado, es necesario que queramos comprender qué sucedió realmente, más allá del relato oficial de cada cultura. Muchos de los asuntos más importantes de nuestra historia han sido sistemáticamente silenciados, como la participación española en la trama de la esclavitud masiva desde África durante siglos. Sin leer esa página de la historia que nunca había sido estudiada como ahora, no podemos saber qué somos ni de quiénes estamos hechos. La música que se creó en los puertos del Caribe Afro–Andaluz tuvo una participación central de los esclavos traídos desde la costa occidental africana, por lo que existe una red común de ritmos, ritos y danzas que vincula al flamenco con el blues, el jazz, el tango, el son, el fandango jarocho… nuestra música está vinculada a ese circuito internacional y eso nos obliga a pensarlo todo de nuevo y de otra manera, si queremos saber cómo avanzar en una dirección fértil que nos ayude a crear música nueva que nos permita crecer desde dentro.

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–¿Qué le llevó a indagar en la música afroamericana?

–Crecí en un entorno en el que el blues flamenco era un palo más de la baraja de expresión de los cantes posibles y nunca sentí que fueran músicas tan lejanas. Poco a poco fui estudiando la intrahistoria común y, al mismo tiempo, tocando con muchos músicos diferentes, abriendo vetas de diálogo directo. En los viajes de los últimos años (Mali, Senegal, Guinea Ecuatorial, Madagascar, Haití, México, Estados Unidos…) he podido experimentar ese proceso en mis carnes: hay un mapa subterráneo de sones comunes buscándose en secreto. Uno tiene que saberse parte de esa trama y perderle el miedo a tocar música que aún no tiene nombre.

–¿Qué pretende demostrar con esta trilogía?

–Que la creación es la madre de la tradición.

–¿Cree que la música, el arte en general, es transversal?

–No hay nada aislado, cualquier movimiento en la tela de araña de la vida acaba por ser percibido en el otro extremo del mundo, más tarde o más temprano. Creo que la cultura se desarrolla en una estructura reticular, en un rizoma de líneas de fuerza que empujan buscando fertilidad. Hay una querencia por la búsqueda de la solución creativa en todo lo que está vivo y, así como en la naturaleza las papas lanzan ramas que se convierten en raíces, las ideas son también organismos invisibles que buscan su reproducción, estirazándose y extendiendo su red de afectos posibles para ponerse en práctica y cogerse el compás.

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–¿Qué connotación tiene el concepto 'eléctrico' en su trabajo?

–El chispazo, el calambre, el relampagazo… en esas descargas electromagnéticas es donde se produce el sonido y la generación de ideas guapas. Voy a la búsqueda de una música electrificante, que nos enchufe a nosotros mismos y nos encienda por dentro para que no se nos apague la luz.

–¿Adónde va el flamenco?

–El flamenco va camino del mundo, ya se fue de casa y opera en un contexto de internacionalización en un proceso semejante al que se produjo en su momento con el blues, el son, el reggae, el jazz incluso el rap, músicas que nacen en un lugar y adquieren poco a poco carácter global, transformándose en el camino sin poderlo remediar. Si queremos saber adónde vamos tenemos que querer saber de dónde venimos. A mí me lo que me gusta es retroceder hacia el futuro.

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