Un momento del concierto. Ramón L. Pérez

Cinco trovadores ante un mosaico romano

Recital de Capella de Ministrers en el Museo Arqueológico, en la segunda semana del V Festival de Música Antigua de Granada

Andrés Molinari

Granada

Jueves, 8 de octubre 2020, 02:07

Noche mágica en el arqueológico. Un grupo sensacional para marcar el ecuador de esta segunda semana del quinto Festival de Música Antigua de Granada. Cinco ... trovadores con el negro como atuendo y la edad como marchamo, ante un precioso mosaico romano, una de las joyas de nuestro museo cabe el río Darro. Y pereció pintiparado lo romano como asechanza, pues a través de este espectáculo, titulado Mediterraneum, uno se sintió viajero, en la noche, por todo aquel imperio con capital en el Lacio, extendido desde Hispania hasta Armenia y desde las costas celtas hasta las mezquitas y sinagogas de la Jerusalén eterna.

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Carles Magraner fue comedidamente locuaz, sincero en los agradecimientos y animoso en la dirección de su quinteto, que también incluía a Aziz Samsaoui, el director del Festival, un extraordinario virtuoso del salterio.

A la magnífica acústica del patio del arqueológico, sin micrófonos ni altavoces, se unió la estudiada disposición sonora del quinteto, con la percusión en el centro y los vientos, domeñados dentro de la madera, como final del renglón de cinco consonantes.

No fueron necesarios títulos, ni siquiera procedencias explícitas de las piezas. Los variados e inauditos sones casi hacían vibrar al mosaico dosel, bien iluminado, que ansiaba ondularse y danzar con ellos, y ser alfombra voladora, para llevarnos a los más diversos países de aquel imperio cesáreo.

A veces sonaban las músicas que uno imaginó al leer al Arcipreste de Hita, a Manrique o a Alfonso X, a veces uno creía acercarse al camino de Santiago con su inconfundible gaita o alejarse a países cuyos hombres y mujeres rezan oraciones y aman con pasiones que parecen diferentes, pero son iguales a las nuestras.

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Instrumentos con nombres que ya son sugerencias: laúd, cántaro para la percusión, viola que desdeña el cuello y se acurruca entre las piernas, flautas de todas las prosapias. Un espectáculo verlos tomar vida y hablar el lenguaje universal de la música.

Conforme caía la noche los rostros de los cinco entraban en la grisura y sólo quedaba el perfil de sus cuerpos contra las teselas del mosaico. Sólo cinco hombres, casi una treintena de instrumentos y mil sones de una esquina a otra del mar de los centuriones. Cambiando ellos cinco constantemente de instrumentos, de ritmos y de melodías, grato espejo de cómo nos acechan las mudanzas, hora a hora, tornando ya febril ya melancólico el ánimo de los hombres.

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