Miguel Ángel Arcas mira el mundo desde el cielo de París
Publica en Fórcola 'Cuaderno de Choisy', un diario de historias y sentimientos relacionado con la pandemia solo de forma colateral
El escritor y editor Miguel Ángel Arcas está a ambos lados del mostrador con igual soltura. Encontrarse con él en plaza Nueva es evocar la ... época en que 'entró a saludar' a la Audiencia Provincial. Pero en el día lluvioso en que se encuentra con IDEAL, urge más hablar de lo inmediato, plasmado en 'Cuaderno de Choisy' (Fórcola), su más reciente obra, un diario concebido en los primeros meses de la crisis sanitaria, cuando se desató el caos apenas 48 horas después de que llegara a París para pasar una temporada.
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«Descubrí muy pronto que la pandemia sería un pretexto para contar otras cosas. Por eso, el libro es una cartografía sentimental que no solo construye una memoria de familia, amigos o pareja. Hablo de literatura, de la vida, del amor. El amor que está en todo y en todos», comenta. Hay muchas iniciales, no nombres identificables, incluidos en el relato porque su presencia justifica el hilo argumental, los temas que se ponen sobre el papel.
No ha sido la escritura de 'Cuaderno de Choisy' una experiencia dolorosa, «sino felicitaria. Es un libro alumbrado con alegría, en dos meses, de forma vertiginosa, de la mañana a la noche, muy disfrutado». Para Arcas, ha sido un regalo doble: para sí mismo y para los lectores, hablado en primera persona, pero huyendo del narcisismo literario. Un relato en clave personal, pero plena de referencias al otro. La pandemia es usada como un pretexto para hablar de cuestiones políticas y sociales que le preocupan, pero no la exclusiva protagonista.
Así, la obra, según su autor, «es un ajuste de cuentas, pero no contra nadie, sino la recuperación de una memoria agradecida y que a la vez me sirve como tabla a la que agarrarme». En este sentido, hay una poética que va más allá de las confesiones íntimas, que dibuja un mapa de afectos y deseos compartidos con el que Arcas busca acercarse al lector. Para ello, cruza diversos géneros y recursos: diario, crónica, prosa poética, pequeñas piezas teatrales e incluso pasatiempos. «Me he sentido muy libre escribiéndolo sin atarme a un esquema concreto. Es un libro muy 'degenerado', en el sentido que le daba Cortázar. Y creo que puede ser un espejo en el que muchas personas podrían mirarse».
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