Relatos de verano

La marina

Carmen Hernández Montalbán

Lunes, 18 de agosto 2025, 23:27

Sólo era cielo y mar, ni rastro de pájaro o roca. Un lienzo horizontalmente dividido por tonalidades de azules. Estaba en la sala del museo ... dedicada a las marinas, me atrajo como un imán, no podría precisar cuánto tiempo lo estuve contemplando. Era una simetría perfecta de agua y aire tan real que me envolvió el aroma a salitre. Ingrávida como un diente de león, me vi transportada al paisaje marino. Tengo impregnada la memoria de aquella visión, de la placidez absoluta que transmitía. La aparente quietud de la pintura, ahora me hace recordar la calma que precede a la tormenta.

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De golpe escuché un rugido que fue creciendo en intensidad y una masa gigantesca de agua se desbordó del cuadro. Una vorágine de espuma me engulló. El mar se había puesto en pie de repente con todos los seres que lo habitan. Veía con horror a criaturas y objetos sumergidos agitándose en espiral como en el centrifugado de una lavadora gigantesca.

Me desperté en el vestíbulo rodeada de gente con el cuerpo zarandeado y desmadejado de un náufrago. Mis músculos entumecidos se negaban a ponerse en movimiento. Un vigilante de seguridad no dejaba de darme cachetadas para reanimarme. Al verme abrir los ojos, preguntó si me encontraba bien. «Ha debido ser una lipotimia», decía alguien. «¿Pedimos una ambulancia?», preguntaba otro... «No se preocupen –dije yo, intentando ponerme en pie con trabajo–, no ha sido nada». Cuando al fin lo conseguí, miré aturdida al lienzo, que seguía en el mismo lugar sin haber sufrido alteración alguna. «¿Está segura de que se encuentra bien?», preguntó de nuevo el vigilante de seguridad, ofreciéndome un poco de agua en un vaso de plástico que había llenado de una máquina dispensadora. «Sí, gracias, he debido sufrir un desmayo». Bebí el agua con avidez, pues estaba sedienta, y hubiera jurado que tenía sal pegada en el paladar.

Salí del museo con una fuerte sensación de irrealidad, haciéndome el firme propósito de consultar a un médico al día siguiente. Ya en el coche, más tranquila, reflexioné sobre el poder sugestivo del arte, de su capacidad para despertar sensaciones, reflexiones y sentimientos.

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De vuelta a casa, puse la radio del auto. La voz del locutor sonó entrecortada: «Se ha registrado un tsunami de intensidad cuatro en el Mar de Alborán...».

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