Estos son los libros que recomiendan leer nuestros críticos esta semana

Es un ser solitario en el que confluyen dos registros expresivos: una primera persona central que se convierte en segunda persona narrativa, permitiendo que el juego de la doble personalidad se revele explícito a través de un monólogo-diálogo del personaje consigo mismo; la voz del narrador omnisciente convertido en observador y transmisor; la suplicante y desgarrada voz de la madre muerta; y la voz del barquero, una primera persona periférica que aparece ya mediada la obra para dar una perspectiva distinta de la realidad con su peculiar aroma de ensoñación romántica.

Un capitulado de documentos de carácter expositivo, ahormados literariamente para explicar las circunstancias que envuelven al farero, cierra esta conjunción de dictados que litigan en el vértigo de la disrupción, arbitrando el caos o la ordenación del universo del protagonista. Esta alternancia de puntos de vista y escenarios dota la obra de dinamismo y agiliza la narración. Hemos de tener en cuenta que hablamos de tiempo interno, ahistórico, porque el autor selecciona los momentos que juzga interesantes y omite aquellos que considera inanes. A veces tenemos la sensación de encontrarnos frente a una serie de relatos uncidos por el personaje principal. El marco geofísico donde se desarrollan los hechos trasciende la idea de un mero decorado ya que determina el comportamiento del personaje principal y coadyuva a reflejar su estado anímico. La naturaleza se convierte así en coprotagonista de lo narrado.

Tocornal no evita las situaciones más escatológicas, pero las transmite con donosura, deviniendo en manifestación natural lo que pudiera considerarse inapropiado o grosero. El cuidado lenguaje, tachonado de imágenes, colabora a crear una atmósfera particularmente poética. Hay capítulos ciertamente notables como el del recuerdo y muerte del padre, y la escena final donde el protagonista se funde en el vientre de la ballena varada, dotados de poderosa intensidad y liberadora emoción; pero sobre el tono épico que se respira en una forma desclasada de estar en el mundo prevalece el esplendor de las palabras, que llevan a otras palabras y configuran el hábitat y al hombre, la trama sutil que da sentido al libro.

Por José María García Linares

En estos tiempos de desahogos digitales romanticoides (no lo llamaré poesía), de escrituras pop tardoadolescentes, como bien las ha denominado Martín Rodríguez Gaona, cada novedad de la colección de poesía de la editorial Lumen se ha convertido, casi, en un acontecimiento literario. Ante el lloriqueo infantil a lo Operación Triunfo y el desgarro cantautoril neoliberal (que siempre sea rentable, claro), cualquier propuesta poética equilibrada, plagada de referentes, métricamente trabajada y concebida como obra de arte parece el testimonio definitivo de la existencia de vida extraterrestre.

Ironías aparte, Edna St. Vincent Millay es una de esas escritoras que pudo gozar en vida de la gloria literaria (fue muy conocida y seguida) y sufrir, después, los temporales del olvido. Hay que situar su obra dentro del movimiento modernista norteamericano de principios del siglo XX, al que pertenecen también T. S. Eliot, Ezra Pound, Wallace Stevens, Marianne Moore, William Carlos Williams o E. E. Cummings. Estos seis autores son los exponentes del llamado High Modernism o 'modernismo intelectual', la vertiente más conocida y que mejor ha llegado hasta nuestros días. Este modernismo, digamos, duro, basado en el lenguaje, el pensamiento y las imágenes se asoció desde el primer momento con la masculinidad frente a la poesía lírica y musical que la crítica vinculó a lo femenino, hasta tal punto que llegó a restringir el canon de la poesía moderna y a oscurecer la diversidad de métodos críticos y literarios en la década de 1920. En contraposición a este intelectualismo elitista, existió otro modernismo más directo, accesible y abierto a la expresión del sentimiento, como señala Ana Mata Buil en el prólogo. Sin embargo, el reconocimiento de esta segunda veta, de este modernismo más sentimental, no llegó hasta bien entrados los años 90 del siglo pasado. Es ahí en donde hay que situar a Edna Millay.

Maestra en el arte del soneto y de la máscara, Millay se caracteriza por fusionar esas dos orillas del movimiento modernista. A una poesía directa y poco complicada hay que sumarle ecos clásicos, intertextualidades, dialogismo y el uso del verso libre. Considerada un fenómeno de masas hasta principios de los años treinta, su obra quedó arrinconada por los vaivenes patriarcales de la crítica norteamericana de mitad de siglo. Defensora siempre de su libertad como mujer, hoy es reconocida como una figura imprescindible por su versatilidad, por su ironía y por la fusión de corazón y mente. Esta nueva traducción, en edición bilingüe, recupera una voz que ha estado en silencio demasiado tiempo.

Por José Cabrera Martos

¿Recuerdas con repulsión o nostalgia los cuadernos de vacaciones Santillana? Este libro nos embauca, mediante una portada hundida en el sacapuntas del recuerdo, para sacar punta a unas leyes educativas basadas en la igualdad… del papel mojado. Para ello, este satiricón entre Bajtin y Bansky se puebla semióticamente de imagen y verbo como ataque directo al sistema capitalista ¿Nos encontramos ante una poesía visual heterodoxa negada por el cetro de lo lírico verbal hegemónico o ante una crítica a lo visual de los manuales de texto que no resisten al mal de la imagen emoticona y abocan al infantilismo atroz del 'homo videns'? Ambas visiones son complementarias para el cinismo mordaz que explicita al imperialismo y sus guerras, a la destrucción del medio ambiente, al consumismo desbocado, a la hipocresía y a la desesperanza.

Cumbreño desazona por la distancia entre la educación oficial de una sociedad falsariamente feliz y la educación real marcada por unas islas pocas con la honesta voluntad de abrir rendijas ante la descripción de la mentira. Muy recomendable para repensar el sistema educativo.

Por M. Carmen Quiles

Con este poemario, Beatriz Berrocal nos propone hacer un viaje muy distinto al que podríamos imaginar. Con una delicadeza exquisita, nos toma de la mano y nos lleva a lo más profundo del sentimiento infantil en una situación de desamparo tan grande como la del niño refugiado. Los elementos de la cultura siria que se dibujan con las palabras nos hablan de la nostalgia, del deseo de volver a casa. Pero, a un tiempo, los poemas vienen a traer un baño de esperanza con el que el estallido de las bombas se convierte en «fuegos artificiales». Por eso estos versos son la barca salvavidas que nos sale al encuentro, son un refugio para el refugiado lleno de esperanza.

Por C. de la Rosa

El arquitecto, dibujante y escritor 'Peridis' deja atrás su exitosa trilogía medieval para abrir un nuevo camino con esta narración situada temporalmente en la guerra civil y especialmente entre las provincias de Palencia y Cantabria, en los mismos pueblos en los que creció el autor. Una vez más, 'Peridis' nos enfrenta a los grandes dilemas de nuestra existencia: la heroicidad frente a la comodidad, el amor frente a la inquina, la sinrazón de las armas que rompe la tranquilidad de unos seres que celebraban pacíficamente las veraniegas fiestas de su pueblo en aquel verano del 36. Ganadora del Premio Primavera de Novela 2020, este libro nos sitúa frente al espejo de nuestras dudas.