La página de los libros

Los libros recomendados esta semana por los críticos de IDEAL

Análisis semanal de las novedades literarias

Coordinan: Remedios Sánchez y Francisco Morales Lomas

Viernes, 26 de julio 2024, 19:24

Historia de una isla

Por Rafael Ruiz Pleguezuelo

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Armaenia editorial desarrolla una labor impagable, ofreciendo en español textos magníficos de la literatura eslava contemporánea que muy difícilmente habrían sido ... puestos en librería. Si ya disfruté mucho con Laurus, ficción medieval que es un goce para el intelecto, Historia de una isla, entendida por la crítica como una coda de la misma, ofrece una nueva oportunidad de disfrutar del talento creativo de Evgueni Vodolakin (Kiev, 1964), experto en historia y folclore ruso medieval. Conociendo la formación de origen de Vodolakin se puede entender mejor su producción: una reconstrucción histórica de una isla en la que las distintas dinastías se han enfrentado desde el principio de los tiempos, alternando todas las maldades posibles, empleando cualquier argucia o mala arte que les permitiera adelantar al enemigo. Lo que practica el autor es una especie de realismo mágico-histórico, a través de una crónica ficticia que abarca desde la época medieval hasta la modernidad. Aunque esta isla no puede localizarse en mapas ni libros, sus acontecimientos son la verdad de la historia, de cualquier historia. La meritoria traducción del profesor de la UGR Rafael Guzmán deja el texto a los lectores en español en las mejores condiciones. Muy recomendable.

En otro grado de luz

Por Ana Recio Mir

En primorosa edición Renacimiento ha publicado el homenaje que Alejandro Duque Amusco ha rendido a Carlos Bousoño en el centenario de su nacimiento.

El título procede de una sesión de güija en la que el asturiano se comunicó con su padre. Tras la nota preliminar el libro se articula en cinco estudios sobre el poeta, una biografía dialogada y un interesante apéndice gráfico a lo que se une una antología lírica del escritor asturiano desde su libro Subida del amor de 1945 a Metáfora del desafuero de 1988. Inteligente y muy útil asedio a esta obra lírica a cargo de un excelente autor.

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historias del siglo XX

Por C. de la Rosa

Acercar la historia a los más jóvenes en una época en que cada vez es más difícil que estos conecten con ella es un reto que debe aunar esa necesaria cercanía con el rigor. Rafael Delgado y Diego Caballero, autores de 'Historias del siglo XX', subtitulada '100 años en 40 relatos', un volumen ilustrado por Andrea Cid, lo han conseguido. La receta es precisamente esa: contar la historia sin grandes sesgos ideológicos –ahora tan de moda– y centrarse en lo que realmente las fuentes cuentan sobre lo que ocurrió. Acotecimientos como la Noche de los Cristales Rotos, el sufragio femenino o el más cercano Espíritu de Ermua desfilan por sus páginas.

El olor del toreo

Por Miguel Arnas Coronado

El arte del toreo no está de moda. Dicen que no es arte. Claro que también hay quien afirma que Velázquez y Picasso eran unos pintamonas. Por eso, sacar un libro sobre el tema es arriesgado.

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No es un libro de relatos: el autor simula encontrarse repetidas veces con el personaje que llena esos 52 fragmentos; es torero retirado, hombre lleno de memoria, de recuerdos y de sensaciones, sobre todo de estas últimas. Todas las piezas comienzan de forma idéntica, con la frase «Me ha contado…», gran hallazgo, pues el libro tiene un aire de nostalgia, de añoranza que casa bien con ese tiroteo que pone en peligro a la tauromaquia en nuestra época, entre dimes y diretes.

Sensaciones: no en vano el título del libro hace alusión a los sentidos. Presentes están los cinco, aunque priman dos: el olfato y el tacto. Se huelen los trastes de torear, el miedo, el morlaco, los viajes, los hoteles; se tocan las banderillas, la tela del capote, la arena, el pelo del toro. Presentes también, claro, la vista: el aspecto y la mirada del animal, el graderío, el sol o la lluvia; y el oído: el murmullo del público, la música, el resoplido del astado.

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Curiosamente, también el paladar: el del tiento de la bota si el diestro sale a hombros o el sabor de las comidas campestres en los tentaderos. Y el detalle de ese conjunto, tan sensual, hace las delicias del lector y lo sitúa en el espíritu de un arte tan denostado y en el de sus artífices.

El libro no reivindica nada. Solo muestra. Es una de sus grandísimas virtudes. No hay muerte: es inevitable la de ambos adversarios, pero se evita el regodeo en ella. Solo el tono melancólico parece entonar un réquiem que no es tan evidente, y lo aclara el autor al exponer la abundancia, no solo de aficionados, sino de jóvenes que se acercan a la práctica de la lidia en academias y escuelas.

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Tan importante como el texto son las ilustraciones (no me une con Vicente Arnás relación de parentesco: su apellido lleva acento, el mío no). Magníficas, alusivas a la evocación que el maestro retirado hace ante su testigo-autor. Los dibujos contienen varios planos superpuestos, y no siempre la figura más pequeña se sitúa detrás. Trazo suelto, como de esbozo, y muy eficaz, propio del gran conocedor del mundillo de los ruedos que es Vicente Arnás.

Anteceden al texto una presentación del propio autor y tres prólogos, de Federico Arnás, presentador de televisión, Diego Lechuga y Juan Lucio. Un libro bello, en sus palabras y en sus ilustraciones.

tenemos, y lo que tenemos es una novela magnífica. Basta y sobra.

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Retazos del mundo íntimo

Por José María Barrera

En 1995, reseñaba 'Antología poética' de Ángeles Mora (Rute, 1952) y desvelaba algunas claves de su lírica «basada en la emoción y el desencanto, con la distancia y la ternura siempre presentes». Poesía –ésta– de vida –otra sentimentalidad, en 1983–, de dolor cotidiano y análisis objetivo, despojada de retóricas e imágenes, con la ironía –especial sugestión– delimitada en la propia experiencia. Más allá de la literatura aprendida, la poética de la autora ruteña recorre de forma singular emociones y reflexiones, recuerdos y deseos, desde una óptica diferente: «La memoria y los sueños nos siguen constituyendo siempre» (prólogo a 'Caligrafía de ayer'). Fiel a los mismos principios, sus cuatro primeros libros –años ochenta y noventa– ofrecen raíces sentimentales siempre distanciadas en un espejo de lecturas, pantallas y música. Con los ecos de Garcilaso y Quevedo, de Machado, Cernuda, Salinas y Aleixandre –entre otros–, el universo apasionado de esta «contemplación», vivida y soñada, –otra forma de educación sentimental–, reafirma una conciencia de claridad, de armonía con el mundo que le rodea.

Con el nuevo siglo, y sus posteriores cinco entregas, la que fuera profesora del Centro de Lenguas Modernas intensifica este viaje interior, esas ficciones de una autobiografía (retomado el título de su libro de 2001), para dar la vuelta a las palabras («sílabas desnudas como miradas») y escribir entre líneas una historia personal, con caligrafía original, al revés de modas y tendencias: «Cuando escribo me escriben». Con los caminos de vuelta y bajo los espejismos de la falsa realidad, pasa a observar los años y las historias, comenzado nuevas soledades y olvidos. Ahora no existen las «ruinas de la inteligencia» a las que hacía referencia Gil de Biedma en su famoso poema 'De vita Beata', sino «las sombras a la hora de vivir», según Mora, en 'Bajo la alfombra': están ahí y hay que recrearlas desde la cotidianidad de la palabra, creciendo hacia el porvenir. Desbrozar retazos del mundo íntimo y descubrir «quién anda verdaderamente aquí», en este ámbito de afanes y desilusiones, se convierte, por momentos, en la aventura interior de esta escritura, ya que «escribir es un vicio que nunca se detiene» y siempre cobra sentido en la otredad sobre la que se proyecta.

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En una entrevista de 2019, afirma: «Mi poesía siempre ha ido hacia donde ha querido mi conciencia. La conciencia que tengo del mundo y de mí». Esta recopilación refleja una voluntad clara de afirmación, con rasgos de luces y sombras, bajo la perspectiva de la temporalidad.

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