La página de los libros

Los libros recomendados esta semana por los críticos de IDEAL

Análisis semanal de las novedades literarias

Coordinan: Remedios Sánchez y Francisco Morales Lomas

Viernes, 19 de julio 2024, 23:59

El año de la sal

Por Juan Tortosa

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Entre las propiedades de la sal hay una que no todo el mundo conoce y que le sirve a María Jesús Peregrín ... para asombrar al lector durante uno de los momentos de mayor intensidad en su novela más reciente. 'El año de la sal' nos traslada a una época donde la lucha por la supervivencia suponía la prioridad para personas que, como Ginés Belmonte, el protagonista de la historia, eran la gran mayoría. Gentes que se dejaban la vida en los campos de alcaparra (tápena) a merced de amos sin escrúpulos durante los años más infames de la posguerra. Gentes incapaces de cuestionar «una obediencia que amansa y una servidumbre que empobrece».

El protagonista es a su vez el narrador de la historia y así, a medida que va contándonos los hechos, Ginés consigue que nos envuelva la misma atmósfera espesa y hostil que tanto a él como a molineros, labradores y demás compañeros del trabajo les tocó soportar. La novela, maravillosamente escrita, nos ayuda a no olvidar de dónde venimos y a entender muchos de los silencios de nuestros padres y abuelos sobre los desmanes de la guerra civil. Y además recupera un lenguaje olvidado.

Las siete edades

Por José María García Linares

Un niño, una piedra y la quietud de un lago. Una imagen detenida, simple y bella que adelanta el movimiento. El sonido de la piedra contra el agua. Y las ondas que van creciendo y alejándose hasta desaparecer. Así los poemas de Luise Glück. Quien conozca su obra habrá sido partícipe de esa experiencia de expansión significativa que va debilitando sus contornos hasta hacerse inabarcable. En su camina hacia el infinito, las resonancias en la mirada. Cualquier atisbo de vida cabe en el poema porque la misma vida no puede ser entendida sino como interpretación: «Hubo una época / en que solo las certezas / me alegraban. Imagínate: / las certezas, una cosa muerta».

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La horda

Por C. de la Rosa

La expresión que a veces se utiliza en esta época del año para señalar a quienes invaden las playas o los lugares turísticos tiene su origen en las hordas que describe la francesa Marie Favereau en esta obra, las cuales estaban formadas por los mongoles, quienes construyeron uno de los imperios más extensos y diversos del periodo medieval. De hecho, la horda se define como un régimen mongol de naturaleza nómada, establecido inicialmente en la estepa kipchak, en Asia Central, y que tuvo entre sus caudillos a Gengis Khan u Ögodei. Su historia se extiende hasta mediados del pasado siglo, cuando falleció su último representante, Said Mohammed Alim Khan.

Demasiada juventud

Por José Abad

Raymond Radiguet vino al mundo en junio de 1903 y abandonó este mundo veinte años después, en diciembre de 1923, víctima de unas fiebres tifoideas. La vida le bastó para dejar un número no pequeño de artículos, cuentos, poesías, así como dos novelas, la primera de las cuales levantó un considerable escándalo en Francia. 'El diablo en el cuerpo' (1923), escrita con los escombros de la Gran Guerra aún humeantes, está ambientada justamente en los años de la contienda, pero se desmarca de la literatura elegíaca o apologética que el conflicto estaba inspirando. A la sociedad biempensante de la época no debió de gustarle la excesiva juventud de los dos amantes protagonistas –un chico de dieciséis años y Marthe, una chica de dieciocho– ni tampoco el estado civil de ella, casada con un hombre que está defendiendo la patria en las trincheras. Con el descaro típico de los dieciséis años, el protagonista pregunta al lector en las primeras líneas de su relato: «¿Acaso fue culpa mía tener doce años algunos meses antes de la declaración de la guerra?». La insolencia de algunos pasajes debió de provocar ronchas: «Leíamos juntos a la luz del fuego, al que Marthe, a menudo, arrojaba las cartas que su marido le enviaba a diario desde el frente».

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Si para los demás, la contienda es motivo de duelo, los amantes la ven de otro modo: «Le debía mi naciente felicidad a la guerra», reconoce el narrador. En 'El diablo en el cuerpo' sorprende la precocidad de Radiguet pero, sobre todo, el enorme talento que exhibe al hilar el relato o describir los altibajos de cualquier relación sentimental, que lleva a los amantes de la euforia a la pesadumbre o de la generosidad a la ingratitud de un instante a otro. «El amor es la forma más violenta del egoísmo», sentencia. Radiguet da muestras de un exquisito gusto por las situaciones paradójicas o el apunte revelador: «nunca tenía más ganas de tocar sus cabellos, de despeinarla, que cuando se peinaba». Sorprende tanta osadía en tan pocos años. ¿Hasta dónde habría llegado Raymond Radiguet como escritor de no haber muerto tan pronto? Difícil saberlo. Podía haber llegado a lo más alto y codearse con los grandes, como afirman algunos… O podía haberle ocurrido como al otro enfant terrible de las letras francesas, Arthur Rimbaud, con quien a menudo se le ha comparado. Recuerden: a los veinte años, Rimbaud había agotado todos sus cartuchos. Debemos emitir nuestros juicios a partir de lo que tenemos, y lo que tenemos es una novela magnífica. Basta y sobra.

El tiempo en sus facetas

Por Miguel Arias Coronado

Creo, es mi opinión, que el tema principal de este poemario es el tiempo. El tiempo pasado. El tiempo nostálgico, de lo que ya pasó y no volverá. El tiempo melancólico, de lo que no pudo ser y ni es ni será. El tiempo huidizo. El tiempo que se nos echa encima, con la vejez y la muerte fatalmente cercanas. El tiempo de los poetas que dejaron su obra y que, por suerte, aún son recordados. El mismo autor confiesa: «con solo la conciencia de dejarlas escritas/ aquí, para tu propio gozo/ o la ajena alegría». No hay seguridad de ser recordado, de que quede, ni siquiera, el eco de las propias palabras. Si se pierden, el tiempo habrá pasado inane.

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Se divide el libro en un Exordio, once partes y una Conclusión. Están compuestas esas partes por escasos poemas, a veces un par y la que más, cuatro, con citas de poetas contemporáneos (todos ellos ligados a Granada). Tratan temas diversos, siempre de una forma muy narrativa, casi en una prosa poética pero muy medida, muy rítmica, y profunda, de una honda reflexión. El Exordio es, como indica el título de ambos poemas una declaración de intenciones. Y la Conclusión hace referencia al último cuento del 'Dublineses' joyceano, donde se narra la historia de un joven, enamorado de la protagonista, que aguardando de ella una cita, una señal, una muestra de interés, espera y espera bajo una tormenta de nieve hasta que fallece congelado. De nuevo el tiempo, el tiempo consumido aguardando la felicidad imposible.

Virgilio Cara es un poeta de campanillas. Dentro de ese aparente prosaísmo, hay versos de una belleza coruscante: en el poema Gota a gota, dice: «que este goteo regular y exacto/ se ha acabado volviendo un pulso a la memoria/ de cuanto ayer dejamos y un anuncio/ de aquello que es posible que mañana/ cedamos al olvido;». ¿Habla del goteo de un canalón cuando llueve, o del goteo hospitalario que marca el ritmo de la mejora o de la simple espera de la muerte? Lo decidirá el lector. Y no es sino un ejemplo. Es este poemario uno de esos que puede quedar siempre pendiente de eternas relecturas, de insistencia, como la de ese goteo, que horada la sensibilidad de quien lo deje a mano.

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El título hace alusión, creo, a la repetición, sí, a lo ya sabido y no por ello más aceptado y asimilado: nadie quiere percatarse de lo que a todos nos espera. Por otra parte, es uno de los versos que componen el volumen. El prólogo va firmado por Sonia Fernández Hoyos y es de obligada lectura previa, pues aclara y prepara algunos extremos.

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