Los libros recomendados esta semana por los críticos de IDEAL

Por Remedios Sánchez

El análisis de lo que ha sucedido en España en los últimos 20 años centra este ensayo del periodista Enric Juliana. La hipótesis de la obra es que el 11 de marzo de 2004, con los sangrientos atentados en los cercanías de Madrid, en España se transforma el modelo de entender el quehacer en la política española. Progresivamente ha ido 'in crescendo' la confrontación ideológica y la crispación que ha superado cualquier límite conocido en este país durante el gobierno de Pedro Sánchez. El autor disecciona el devenir de los acontecimientos aportando su opinión con un análisis sereno y equilibrado, tan necesario en estos tiempos de ira y radicalización ideológica.

Por Fernando Barea

El libanés de origen y francés de adopción Amin Maalouf es uno de los más perspicaces analistas de nuestro tiempo. Su literatura tiene, además, un nivel que le ha convertido en ganador de premios tan prestigiosos como el Goncourt. Hablar de geopolítica es fácil si solo se tiene en cuenta el momento presente y sus protagonistas. Lo complicado es encontrar la raíz del momento que vivimos buscando las conexiones correctas en el pasado, aquellas de las que podemos extraer conclusiones que nos desvíen de la deriva que vivimos y eviten el, parece, inevitable choque con el iceberg. Eso es lo que consigue Maaoluf con 'El laberinto de los extraviados': llamar nuestra atención.

Por Miguel Arnas Coronado

Un libro que empieza por una historia, si no de espionaje, sí al menos de contrabando, puede ser una novela. Pues no. Son unas memorias, o una autobiografía juvenil del autor, unos recuerdos, según este, escritos a vuelapluma, de sus años mozos en Tánger. Lo que sigue confirma las expectativas creadas por ese primer enredo, la vida completamente aventurera y en la cuerda floja de la ley del que fue su padrino de bautismo, un albanés huido del gratísimo gobierno de Enver Hoxha, para después «enredarse» de nuevo en esa existencia juvenil, atolondrada, juguetona, de Lozano en una ciudad, Tánger, que era especie de paraíso multinacional, plurirreligioso y multirracial y que él, allí nacido, disfrutó hasta la saciedad.

Lozano es traductor del francés, idioma que fue, no su lengua materna, pues lo fue el español, sí la que le permitió comunicarse con sus amigos tangerinos y en la cual estudió en el Lycée Regnault.

¿Es la amistad un fenómeno únicamente de juventud? Quizá. Pero hay amigos con quienes uno conserva esa relación maravillosa y se alcanza la vejez apegado a ella. De eso nos habla Wenceslao Carlos, de la amistad, de las correrías, así que este libro tiene mucho de Bildungsroman, de novela de formación, aunque no sea, queda dicho, una novela. De esa amistad con gentes de ambos sexos, sin límite de edad, pues el autor no tiene ambages en reconocer conversaciones con personas mayores que él, charlas enriquecedoras, agradecidas ahora en la distancia temporal. Y de la familia, con la cual asimismo es factible la amistad. Estancias en Madrid y París, por estudios, y luego, para refocile propio y del lector o lectora, por turismo o para visitar a esas antiguas amistades de aquí y de allá. Entre ellas se desliza alguna celebridad, nombres conocidos no solo en Tánger o Granada, sino en el mundo. Saraos, veladas llenas de pláticas, con algo de aquello puesto de moda por los jipis: sexo, drogas y rock and roll, y alcohol, claro. Y la política, sesentayochera y luego antifranquista. Memorias de una vida rica, interesante y entretenida.

Frases largas acicaladoras de la prosa, opuestas a esa facilonería de la literatura de tumbona. Un libro, de veras, recomendable por divertido, por real, por crítico y, sobre todo, por abstenerse de lamentos y melancolías que nos convierten en llorosos de un tiempo pasado que siempre, según dicen por ahí, fue mejor. Y si algo de nostalgia colea es, epicúreamente hablando, con esa sonrisa que deja el recuerdo grato y nada quejoso.

Por Fernando de Villena

Hace apenas unos meses comentábamos la nueva edición de '19 sonetos y un canto a Venecia'. Hoy, su autor, que lo es también de títulos como 'A dos poetas suicidas', 'Declaración de un vencido', 'Callar a tiempo' o 'En la noche del mundo', Mauricio Gil Cano (Jerez de la Frontera, 1964), poeta de fina mirada interior y de gran formación clásica, acaba de publicar otro libro con el sobrio título '60 poemas'. La obra, con un encantador pórtico en versos alejandrinos de José Lupiáñez, está gozando de una excelente acogida crítica y de público. Gil Cano es un poeta del amor y del desamor, de la soledad y de la ausencia, y de todo ello nos habla en estos «60 poemas» llenos de originales metáforas e hipérboles, de antítesis y paradojas. El también poeta y crítico José Antonio Sáez ha calificado la poesía del jerezano de «profundamente humanista, existencial y vitalista» y así es.

En estos nuevos '60 poemas', el autor mira hacia atrás, hacia una felicidad perdida, y con auténtico desgarro nos explica 'Amar es mi arruinado patrimonio'. Libro, pues, este marcado por el dolor, escrito con hondura y sinceridad, cuyas páginas constituyen la epopeya íntima de quien afirma: «mi espada es mi bolígrafo». Y, para ese análisis de su pasión, emplea rotundos sonetos con audaces encabalgamientos, así como otros diversos metros: composiciones de arte mayor y menor, deliciosos haikus, algunos poemas en prosa… En ocasiones se perciben ecos modernistas, de Quevedo y de algunos autores del 27, Lorca y Alberti, sobre todo, sin que ello le reste valor y originalidad al poemario.

A medida que el libro avanza, aparecen nuevos temas y nuevas ausencias: para Gil Cano la amistad es muy importante y por ello nos habla de amigos fallecidos. Su vocación de bohemio lo conduce al sentimiento de la derrota, a los deseos de acabamiento, claro que nos hallamos ante oscilaciones anímicas pues, tan importantes como lo dicho resultan su fe religiosa, su asidero del arte y su esperanza. En ciertos momentos, su poesía nos estremece: «mi dolor se entretiene componiendo un mensaje/ donde un alma da señas para ser rescatada».

Poemas hay entre estos sesenta que continúan resonando en nuestro interior al cerrar el poemario; como ejemplos, magníficos nos parecen los titulados: 'Por azar', 'Esquina de piedad', 'Los dones del vino' (pocos autores han cantado con tanta emoción al goce casi espiritual del beber, ese «atajo que va al cielo»). O ese otro texto, tan vivido, 'Estampa vieja de Jerez', esa ciudad que constituye el «desdichado paraíso», por donde nuestro escritor pasea día tras día, noche tras noche, su malditismo.