Juarma: «A unos padres hechos polvo les siguen unos hijos hechos polvo»
El granadino publica con Blackie Books 'Al final siempre ganan los monstruos', una novela «sobre el no tener nada, el buscarte la vida» que pasea entre Subterránea, Planta Baja, el Tornado, los Apache, las Maritoñis e, incluso, el Juez Calatayud
A Juarma le dicen Juarma porque se llama así: Juarma (Deifontes, Granada, 1981). Una firma que lleva varias décadas asociada a las viñetas más ... punkis del tebeo español. Y resulta que también escribía, pero no se lo enseñaba a nadie. Por suerte, lo que empezó como un experimento en Facebook ha terminado como una de las grandes novedades de la temporada: 'Al final siempre ganan los monstruos', una novela que terminó mientras hacía la vendimia en Francia, con su familia. Una novela que se lee hacia adelante y hacia atrás a un ritmo frenético, terriblemente entretenida y, sobre todo, peligrosamente adictiva. Una aventura protagonizada por traficantes de droga, jugadores de Fifa, ladrones de barrio, asustaviejas, bailongos de AC/DC, románticos tiernos y chapuceros, trasnochadores del Planta Baja y zampadores de Maritoñis. Hay algo de Lolo, Dani, Juanillo, el Jony, la Vanessa, el Liendres y el resto de la panda que se queda impregnado en la piel, como un tatuaje que te fascina y te repugna al mismo tiempo. Una novela muy granadina que está llamada a contagiar el «lavín compae» a todo el que sepa leer.
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Juarma vive ahora en Puerto de Sagunto, Valencia. «Un año viví en cuatro provincias», dice. La entrevista empieza con una página en blanco y termina con una hoja de bloc repleta de locos personajes garabateados en bolígrafo rojo.
–En la faja del libro, Cristina Morales escribe que es «'Trainspotting' en un pueblo de Granada». ¿Es buena definición?
–Estoy muy agradecido a Cristina Morales porque se ha leído el libro. Pero mucho. Aunque el libro en ningún momento pone que sea Granada, aunque la gente de Granada sepa que es Granada. Yo lo llamo 'la ciudad' porque quería que todo el mundo la sintiera suya. En fin, que muy agradecido a Cristina Morales, pero lo primero que hice fue quitar la faja al libro.
–Como en la película de Danny Boyle, la droga está muy presente. Es casi el hilo conductor.
–Realmente, para mí no va sobre la droga. La droga está alrededor. Para mí trata sobre no tener futuro, no tener salida, no tener esperanza. Sobre hijos de padres alcohólicos que salen peores que sus padres. Sobre cómo se transmite el desencanto, el no tener nada, el buscarte la vida. La droga está en esos sitios, es algo común que veo cuando leo la prensa local.
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«Ahora se dice lo de 'esfuérzate y lo conseguirás'. Eso no vale para alguien que nace sin oportunidades»
–Quizás la historia lo pedía.
–Claro, la historia lo pedía. Para los padres fue el alcohol, que es lo que había antes. Pero lo que cuenta es cómo a unos padres hechos polvo les siguen unos hijos hechos polvo. Atrapados. Los padres son así, los hijos son así... y los nietos van a salir igual. No hay escapatoria. Es duro pero también es hermoso en alguna forma, lo de no tener nada y agarrarte a algo y a partir de eso construyes tu vida. Cuando no tienes esperanza es así, ojalá fuera de otra manera...
–¿Tú no tienes esperanzas?
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–Tengo esperanzas, pero también tengo una edad en la que asumes que hay cosas de las que no puedes escapar. Ahora se lleva lo de construye tus sueños, esfuérzate y lo conseguirás... ojalá. Yo hablo de mí, que no tengo ni puta idea de nada, pero llevo toda la vida esforzándome y de ahí no sales. Cada vez hay trabajos con peores condiciones y tú eres más viejo. Mi esperanza está en las personas, en la familia y los amigos, ahí se puede construir. Esperanza en la sociedad... Ahora se dice lo de 'esfuérzate y lo conseguirás'. Eso no vale para alguien que nace sin oportunidades. Para esa gente las crisis son cada vez peores.
–¿Qué convierte en monstruos a tus personajes?
–La falta de oportunidades, el no tener expectativas. Buscarte la vida y que no sea como la imaginabas de niño. Lo que te convierte en monstruo es el entorno, la educación. Los monstruos se guardan dentro, en las mentiras y los secretos que al final saltan y te hacen polvo.
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–Este libro nace en Facebook y termina como novedad editorial de la temporada.
–Yo escribía para mí, pero un día puse en Facebook relatos sin conexión. La gente se entusiasmó y se me ocurrió hacer un grupo privado de lectores donde iba subiendo los relatos. El proceso fue muy chulo, divertido e irrepetible. Si lo intento otra vez no va a salir, ha sido un viaje precioso. En Facebook mi madre lo leía y para mí fue una cosa muy importante. Que mi madre lo leyera, lo entendiese y lo recomendara a sus amigas del pueblo fue el valor más importante.
«No he tenido un trabajo estable en la vida»
–¿Estabas trabajando en la aceituna cuando escribías el libro?
–Estaba haciendo la temporada de vendimia en Francia y luego la hice en mi pueblo, Deifontes. Una persona que trabajaba conmigo en la aceituna, que había leído los relatos, venía con la vara y me preguntaba cosas de los personajes [ríe]... No he tenido un trabajo estable en la vida. Mis padres llevan 40 años haciendo temporadas en Francia, mi abuelo vivió allí mucho tiempo y mi madre se crió allí. Es lo que te decía: hay cosas que no se pueden cambiar, es lo que hay.
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–¿Qué encontrará el lector en la novela?
–Una historia que se lee muy rapidísimo, con mucho ritmo. Una historia en la que todos los personajes te mienten. Pero con todas esas mentiras cada lector podrá leer lo que quiera. Entre todos construyen un mundo de mentiras, idealizan el pasado, cuentan anécdotas cada vez más exageradas... La mentira es fundamental. Como lo fui escribiendo mientras leía el grupo de Facebook, me gustaba manipularles [ríe]. Cuando puse la primera historia de Juanillo, a todo el mundo le caía muy bien. Al siguiente relato ya no les caía tan bien... Juego al contraste, a tocar emociones. Es la ventaja de ver las reacciones de la gente conforme escribía.
–Granada, aunque no la nombres, es un personaje más.
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–Claro, es Granada total. Si eres de Granada, te puedes meter en Goolge Maps y ver dónde están los personajes. O ir a su pueblo, Villa de la Fuente (por Deifontes) y pasear por su entorno.
–Pero es que Granada está también en el lenguaje: lavín compae, malafollá, qué pollas...
–¡Es el lenguaje del pueblo! Quería que parecieran reales, que cada personaje tuviera su forma de hablar. Precisamente Juanillo, que se siente orgulloso de ser de pueblo, es el más listo de todos, más listo que el hambre, pero le gusta hablar así.
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«Hay un robo de marihuana, tenía que poner una calle y pensé pues le pongo Juez Calatayud»
–También hay lugares y elementos muy de la tierra: Subterránea, Planta Baja, el Tornado, los Apache, las Maritoñis, una extraña unión entre Fray Leopoldo y Camarón... ¡Incluso hay crónicas de IDEAL!
–El tema de tirar de tus raíces le da un valor divertido. A mí me hubiera encantado leer una novela como esta. En una de las crónicas de IDEAL, que hay un robo de marihuana, tenía que poner una calle y pensé pues le pongo Juez Calatayud. Me parecía un guiño, por el tema de que se dedica a los menores.
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–Luego hay referencias a Rambo, al Fifa, al Tinder...
–Lo que tenía muy claro es que quería que el libro empezara con una frase de una canción de bachata y también que las referencias, cuando las leyeran mis amigos, las entendieran. Es importante porque esas referencias son las que definen a los personajes. Definen lo que han tenido y con lo que se han criado. Por eso te hablan de 'Transformers' y no de cine francés.
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–La novela es una suerte de cara b del 'Simón', de Miqui Otero, también en Blackie Books.
–'Simón' me gustó muchísimo. Su descripción del trabajo en un restaurante me pareció tan viva que me puso la piel de gallina. Los dos somos de la misma generación y tiramos de algo muy real, de nostalgia. La nostalgia te engaña porque puedes idealizar una época, pero también te construye como persona, te enseña el recorrido que has tenido en la vida.
–La edición final ha quedado de primera.
–El libro ha salido gracias a Jorge Ortíz, también granadino, que movió el libro por todas partes. Si hubiera sido por mí, que soy un desastre, el libro no sale del ordenador. Ahora estoy aprendiendo mucho con la editora. Tengo otra novela terminada, ubicada en los 90... A ver si se vende esta bien, si no pues la novela será para mí.
«Los dos somos de la misma generación y tiramos de algo muy real, de nostalgia» (Sobre Miqui Otero)
–¿Sigues como dibujante?
–Dibujo para mí. En abril sale un recopilatorio de viñetas que llevaba tiempo dándole vueltas. Me ilusiona por volver coger ritmo y volver a hacer tebeos. Para mi dibujar es algo divertido y catártico. Ahora, mientras hablo contigo, no paro de dibujar en el bloc, con un boli rojo.
–¿Me lo mandas?
–Claro, pero no lo saques, que me da cosilla.
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