Capítulo 28

A pesar del sol

IDEAL recupera una tradición periodística y publica una novela por entregas con un estreno de capítulo cada día del mes de agosto

-¿Quiere usted que cierre el monumento? Es absurdo. ¿Dónde se van a esconder los asesinos en un sitio plagado de turistas? –dijo Ricardo Rey, ... que se había sentado en una mesa de la cafetería como si fuera el dueño del hotel.

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- Quizá sea lo que les haga pasar desapercibidos. Tienen un escondite en el Castillo. Y salen tranquilamente entre los turistas. O se alimentan de ellos, si hacemos caso a Joaquín.

- ¿Pero es que sufren todos un delirio colectivo? Ah, me olvidaba que es usted escritora además de periodista. Quizá confunda la realidad y la irrealidad.

- No hace mucho tiempo otro inspector como usted me dijo algo parecido, y una semana después asistí a su entierro.

- Mire, Carmen. En el recinto hay cámaras de seguridad por todas partes -dijo Ricardo Rey con paciencia-. Hemos revisado las grabaciones y no hemos encontrado nada raro. También hemos batido dos veces los bosques y lo mismo; salvo por los cadáveres.

- ¿Le parece poco?

- Allí no hay nadie.

- Joaquín hablaba de la Puerta de la Justicia. De lo que le contaba su padre sobre los talismanes.

- ¿Ahora va a citarme a Washington Irving?

- No. Sólo le digo que vayamos usted y yo y busquemos a Joaquín. Estoy convencida de que está allí. ¿Tiene unos planos de la Alhambra?

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- Están en cualquier guía turística —en Ricardo Rey peleaban la impaciencia y la desesperación. No tenía más cabos que atar que los testimonios de lo que parecía una panda de lunáticos; sólo que algunos de los miembros habían muerto, y el jefe de la banda había desaparecido.

- Digo unos planos de verdad, donde figuren las zonas no abiertas al público —Carmen Mendoza no daba su brazo a torcer-. En el castillo habrá sótanos, túneles, catacumbas.

- Otra vez se deja llevar por la imaginación. No hay nada en el recinto que no esté investigado, catalogado y documentado, desde los palacios hasta la última mazmorra.

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- Hágame caso, seguro que hay algo que se les ha escapado —insistió la periodista. Con el pelo aún húmedo y esos ojos marrones llenos de entusiasmo resultaba una mujer guapa, pensó Ricardo Rey ¿Cuándo había sido la última vez que charló tranquilamente con una mujer? ¿Tenía él una vida fuera de su trabajo? En ese momento pensó que sólo había perdido el tiempo.

- Está bien —concedió.

- Y hay otra cosa más —dijo Carmen Mendoza aliviada por haber vencido las reticencias del inspector-. Tendremos que ir de noche, cuando ya no haya nadie en el recinto.

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