Historietas de adolescente y un parchís granadino
Rubén Garrido publica 'El cómic que nunca existió', una recopilación de las viñetas con las que empezó a dibujar con quince años, entre 1975 y 1977, «para contarse a sí mismo»
Rubén Garrido (Granada, 1960) ya era Rubén Garrido en 1975, sólo que un poco más adolescente que ahora. Por aquel entonces ya quería dibujar ... historietas pero tenía un pequeño problema: no sabía dibujar. «Es cierto que existe el don, gente con facilidad innata, yo lo he visto. Pero yo no lo tenía. Y así empecé mi carrera de dibujante», dice entre risas en su estudio del Realejo. Garrido es uno de los grandes maestros del tebeo granadino, con una extensa carrera como publicista, ilustrador y, sobre todo, narrador. Muy querido por los colegas del gremio, él, como tantos otros, tuvo sus primeros pinitos en casa, con sus hermanos. «Hacíamos revistas a mano. Hicimos muchísimas. Pero en 1975 me dio por hacer algo que se pudiera reproducir para venderlo a los vecinos. Quería que existiera más allá».
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De aquella idea salieron diez páginas con historietas de todo tipo: la tira de Pepe 'el malo', una extraña persecución, un canto a la amistad, auténticos rompecabezas, incluso un relato que empezaba con un asesinato en la portada de IDEAL. Cuando terminó, se acercó a su hermano mayor, Julián, y le pidió ayuda para elegir un nombre. «Como esto nunca va a salir, llámalo 'El cómic que nunca existió' –Rubén chasquea los dedos al recordar el momento–. Me pareció una idea buenísima. Y aquí está». Rubén sostiene entre sus manos aquél cómic que hizo de adolescente, impreso en papel tal y como él lo imaginó.
Efectivamente, en 1975 fue imposible reproducir el cómic. Las páginas terminaron en un cajón y Garrido siguió con su vida, sin parar de dibujar. «Además de aquel cómic hice muchas historietas. Yo era un adolescente y, lejos de seguir lo underground que estaba de moda, fui desarrollando mi manera de narrar. Porque yo usaba las historietas no para contar aventuras, sino para contarme a mí mismo», recuerda. Un cóctel de pintura, diseño y poesía gráfica que vuelve directo del pasado para golpear el presente y quedarse en lo que nos quede de futuro. «'El cómic que nunca existió' –Garrido lee el título lentamente, sosteniendo un ejemplo entre sus manos–. Rubén Garrido, 1975-1977. Es un cómic con todas las historietas que dibujé aquellos años y dentro, en la separata, está el tebeo original al que le puso título mi hermano».
Con un formato parecido al de una revista, el granadino transforma sus experiencias de adolescente en pequeñas creaciones visuales. «Si la novela gráfica son muchas páginas con algo muy largo que contar, esto sería lo totalmente opuesto. Cuento sensaciones. Es mi adolescencia. Yo lo veo algo puro. Esto sería poesía, solo que no es poesía, es historieta. Es poesía en historietas, supongo». En el tomo se aprecia perfectamente la evolución de Garrido, pasando de historietas convencionales a una o dos páginas, a relatos surrealistas, abstractos y de gran poder visual. «Todo lo hacía en el momento, tal y como venía. Mira –se para en una página en la que aparece la cabecera de IDEAL del 10 de julio de 1977, una mezcla de collage y viñetas–, aquel día era este día. Así lo conté yo».
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¿Por qué ahora? «Este cuaderno tal cual lo ves lleva hecho diez años. Pero entonces lo preparé pensando en la web... Hace unos meses me reencontré con el material y me dijo voy a sacarlo en papel, con su separatita y todo. No hay una razón especial más, me hizo ilusión». 'El cómic que nunca existió' (autoedición, 15 euros) se presenta este viernes 15, a las 18.00 horas, en la librería Subterránea. Y, como los grandes recuerdos que se atesoran en las estantería de casa, Rubén le ha puesto a todos los ejemplares un plástico protector. «¡Para que se guarde bien!».
Te cuentas veinte
En este viaje en el tiempo de Rubén Garrido, hay otro elemento que le ha devuelto a su primera juventud, a los años 80. «Se le ocurrió a un amigo, Alberto Caballero. ¿Y si hacemos un parchís del Albaicín?, me propuso. Y lo hicimos». El caso es que, tras una sucesión de extrañas casualidades, el parchís salió de las tiendas demasiado pronto y, ahora, cuarenta años después, ha vuelto. «Esto está hecho antes del ordenador. ¡Es un trabajazo tremendo! –dice Garrido– Las letras, las líneas, los números, los círculos, las tramas... Lo bonito, en realidad, es ver el original, que todavía lo guardamos como oro en paño».
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El Parchís del Albaicín (disponible también en Subterránea, 12 euros) es una de esas piezas que todo buen granadino querría tener en su casa: las fichas verdes salen de Puerta Elvira; las amarillas, de Plaza Nueva; las azules, de Bibrrambla; y las rojas, de la calle Oficios. De fondo, la hermosa vista del mirador de la Churra a todo color. Y en los laterales, una tropa de moros, cristianos y turistas revolviéndose entre los dados. El que saque un cinco puede empezar. Una joya.
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