El maestro guitarrero Antonio Marín revisa con Patricia Lazzarini el instrumento con el que ganó el concurso que lleva su nombre. PEPE MARÍN

Lazzarini y Marín, dos generaciones en la guitarra

La ganadora del concurso que lleva el nombre del artesano granadino vino desde Italia para compartir su experiencia con el maestro en su taller del Realejo

Domingo, 28 de noviembre 2021

Hay una gran diferencia en la partida de nacimiento de ambos. Pertenecen a generaciones e incluso a mundos distintos. Pero frente a un mástil y ... una caja de resonancia, ambos se entienden sin problemas. Ella se llama Paula Lazzarini, y nació en Buenos Aires. Él, Antonio Marín Montero, es granadino de pura cepa. Representan a dos hornadas de constructores de guitarras distantes en el calendario, pero unidas por la calidad en la factura. La de Marín Montero refrendada por la confianza de miles de clientes, instrumentistas de primer nivel que orlan los carteles de las salas de conciertos de todo el mundo. La de Lazzarini, respaldada por el primer premio en el IV Concurso de Construcción de Guitarras Antonio Marín Montero, organizado por la European Guitar Foundation el pasado mes de octubre. En estos días, la constructora argentina residente en Cremona se ha acercado a Granada para compartir técnica y experiencia con el maestro granadino en su taller del Realejo, y mostrarle con más calma el instrumento con el que ganó la competición granadina, en estos momentos única en el mundo en su género.

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En los muchos ratos que han pasado juntos en los últimos días, Marín y Lazzarini han hablado mucho de la vida del constructor, o guitarrero, como se les ha denominado desde siempre. De ese aprendizaje que se basa a veces en el tradicional método del ensayo y el error, de cómo poco a poco, cada uno ha ido depurando su técnica. La biografía de Antonio Marín Montero muestra a una Granada que, sin saberlo, era la capital mundial de las seis cuerdas por la calidad y cantidad de profesionales dedicados a fabricarlas. Y con la perspectiva del tiempo transcurrido, el maestro valora muy positivamente y alaba el trabajo de la que se ha convertido en una de sus discípulas, tal es la familiaridad con la que se han tratado. «Paula ha construido una guitarra magnífica, digna ganadora del concurso. La calidad de los materiales empleados, la sonoridad, el resultado final, hacen de esta guitarra un instrumento de una altísima calidad», afirma.

Abrir caminos

Paula Lazzarini es una de las pocas constructoras de guitarras que existen en el mundo. Actualmente vive en Cremona (Italia), la ciudad famosa por su paisano, el legendario Antonio Stradivari, padre de los tan misteriosos como cotizadísimos Stradivarius. Hoy, Cremona sigue siendo una ciudad volcada en el violín, pero en la que está floreciendo una pequeña comunidad de constructores de guitarras. La vocación de la constructora argentina arrancó tras tener que arreglar ella misma los desperfectos de la guitarra con la que estudiaba en el conservatorio. «El artesano que reparaba las guitarras tardaba mucho en deolvérmela, y la necesitaba, así que un día le pregunté si me la podía reparar yo misma», asegura. Fue el inicio de un periodo de tres años en los que esta profesional estuvo reparando instrumentos, hasta que «de a poco, de a poco» como dice utilizando un giro típicamente argentino, comenzó a construir sus propios instrumentos.

Su primer maestro fue Ricardo Louçao, con el que empezó fabricando las distintas piezas, para luego tomar la iniciativa de crear instrumentos completos. No le fue fácil, ya que el mundo de la 'luthería' está muy mayoritariamente en manos de varones. Sin embargo, pronto tuvo contactos con guitarristas en Buenos Aires, muchos de ellos dedicados al tango, y sus creaciones comenzaron a verse en los escenarios.

Su interés por formarse le llevó primero a Italia y luego a Francia, donde siguió enseñanzas de Daniel Friederich. Más tarde, pasó a Holanda, donde restauró y conoció el mecanismo sonoro de instrumentos del siglo XVII. «Allí entré en la esencia de la guitarra clásica», afirma. Ya instalada en Cremona, vivió un tiempo trabajando en una estética diferenciadora, que le represente tanto en el aspecto externo de la guitarra como en su sonido. «Considero que un guitarrero tarda un tiempo en dar forma a su sonido, y para mí es lo más importante», dice.

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El de Granada fue su primer concurso. «Nunca pensé que podría ganar, pero sí hice la guitarra pensando en hacer un buen papel», asegura. Su instrumento está fabricado con palisandro de India, con tapa de cedro rojo, mango de cedro de Brasil, diapasón de ébano, terminada en goma laca. «Por dentro, es una guitarra de construcción tradicional, que quise mostrar a un jurado que, sabía, venía de distintos lugares del mundo».

No es la primera vez que visita Granada, ha venido en más de una ocasión, y volverá, espera, para la próxima edición del Festival de la Guitarra, en julio del año próximo. Vicente Coves, director de la European Guitar Foundation, afirma que «estaremos encantados de que esté con nosotros, porque ha demostrado ser una gran profesional».

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