La restauradora Belén Ruiz y el director del Museo, Isidro Toro, en el Taller de Restauración. ALFREDO AGUILAR

Una lápida romana descubre a la familia granadina más próspera del Imperio

Hallada en Domingo Pérez, confirma el poder de la familia Pomponia, productora agrícola y propietaria de grandes tierras

Jueves, 6 de agosto 2020, 01:11

Una mañana de los primeros días del pasado mes de noviembre, un tractorista que hacía su labor en la finca 'Las Chaparrillas' de Domingo Pérez ... vio cómo su arado estaba arrastrando un objeto especialmente duro, enganchado a las cuchillas. Se bajó a comprobar qué era. Resultó ser una piedra grande que tenía grabadas unas letras cuyo significado desconocía. El tractorista mandó unas fotos de lo que había encontrado a la familia propietaria de la finca, y estos se percataron de que lo que tenían entre manos era un resto arqueológico que podía ser importante. Unos días después, pusieron el hallazgo en conocimiento de la Delegación de Cultura y Patrimonio de la Junta.

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Cambio de escenario: en el interior de la iglesia mayor de Loja apareció, según un manuscrito de 1795, una inscripción honoraria que reza: «A Quinto Pomponio, natural de Artigi, (dedicada) por el 'ordo' municipal de Lacibis y a petición del pueblo. Lucio Domicio Fabio se cuidó de que se erigiera (esta inscripción) a sus expensas, y él mismo la dedicó por decreto de los decuriones». El hallazgo de esta piedra es muy anterior, en cualquier caso, ya que se encontró cavando las zanjas de construcción de dicha iglesia, en periodo renacentista. A pesar de que el paradero de esta lápida es desconocido, se copió su contenido. Y en ella se han basado los investigadores para señalar que Loja fue, como citan Pastor y Mendoza, un municipio latino en época romana, con el nombre de Lacibis, mientras Artigis la localizan tanto Plinio como Ptolomeo en la actual Alhama.

Volvamos a nuestros días. En la estela funeraria localizada en Domingo Pérez aparece, de nuevo, Quinto Pomponio. Tras la invocación a los manes –dioses familiares–, la lápida cita a Quinto Pomponio Subulcus, Quinto Pomponio Claranus, Pomponia Optata (esclava liberta) y Pomponius Princeps. El primero de ellos, posiblemente, es el 'pater familias' de un amplio núcleo, según la profesora de Arqueología Elena Sánchez López, de la Universidad de Granada, autora de un informe sobre ella.

Aunque hoy están a una hora y media de camino en coche, la zona donde se ha hallado la lápida en nuestros días y la lápida lojeña eran municipios distantes en época romana. Coloquémonos a finales del siglo II después de Cristo. ¿Qué hace el mismo hombre, la misma familia, nombrada en vestigios tan distantes? ¿Quién era este Pomponio, o estos Pomponios? ¿Eran propietarios de varias fincas distantes entre sí? ¿Eran también propietarios de las tierras, todas o parte de ellas, que había entre una finca y la otra? De ser así, nos hallaríamos ante una familia inmensamente rica.

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Los trabajos

La lápida hallada en Domingo Pérez llegó al Museo Arqueológico de Granada hace apenas unas semanas. Tanto el delegado de Cultura de la Junta, Antonio Granados, como el director del Museo, Isidro Toro, han destacado el gesto de los propietarios de la finca al haber cumplido de forma estricta con lo que marca la ley. Tras el hallazgo, fueron técnicos de la Junta los que se trasladaron hasta el lugar donde se había encontrado y comprobaron que, efectivamente, se enfrentaban a un vestigio destacable. Es cierto que en los últimos tiempos el ritmo de descubrimientos de la época romana en Granada ha tomado velocidad de crucero: a los hallazgos en la calle Primavera y en los Mondragones –especialmente importantes estos últimos por el amplio periodo que abarcan– se unieron los de la villa romana de Salar, una auténtica maravilla por la calidad de sus mosaicos. Sin embargo, los árboles no pueden tapar un bosque de pequeñas maravillas –como los baños de Talará, hoy en lamentable estado de abandono–, que pueden ayudar a reconstruir la vida privada de los romanos granadinos de la etapa imperial.

Proceso de limpieza de la lápida. ALFREDO AGUILAR

Precisamente, esta estela funeraria revela algunos aspectos privados muy importantes, como afirma Isidro Toro. En primer lugar, su propia materialidad. «Es una caliza de mucha calidad, cuidada, con grafía muy estilizada y bien realizada. Incluso se ven las líneas que el artesano puso para que las letras fueran rectas y parejas». Es decir, que gastaron un buen dinero en hacerla.

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El lugar del hallazgo, lejos de cualquier vía principal o calzada, implica asentamiento de una explotación de grandes dimensiones, quizá vinculada al yacimiento del vecino Cerro del Centinela, esencialmente íbero, pero donde se halló un sarcófago tardo-romano. Afirma Isidro Toro que «debió tener una parte señorial, una gran parte productiva, y unas dimensiones que justificaban la existencia de una necrópolis propia».

El origen de la riqueza de Pomponio podría estar vinculado, con total probabilidad, a la producción de aceite y vino, los dos manufacturados de interior más apreciados en el resto del imperio, y que se exportaban a través del río Genil con salida al Guadalquivir. «Que tuviera intereses en el negocio de las salazones es menos probable, ya que quienes mandaban en esa industria estaban domiciliados en las colonias costeras», afirma Toro.

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¿Cómo hizo fortuna? No se sabe. Quizá por herencia, incrementada por sucesivos matrimonios –la endogamia de clase era la norma en aquella época–, y desde luego, debió ser un lince para los negocios. Isidro Toro halla posibles conexiones con los grandes distribuidores de los productos alimenticios de Roma, los Quintos Valerios Vegetus, emigrados a la 'cabeza del mundo' en el siglo I. Los Vegetus, o Vegeti, llegaron a tener concesiones tan importantes como la del aceite que se repartía gratuitamente a los pobres, una especie de 'renta mínima alimentaria vital' que permitía que la población aluvional que cada año se establecía en Roma sin tener un techo ni medios de subsistencia pudiera, al menos, comer de vez en cuando.

El hallazgo de la estela funeraria es una muestra más de la importancia que Florentia Iliberritana –la Granada romana– tuvo en época imperial. A su relevancia política y militar, se une este vestigio de la pujanza económica de una familia que hizo del comercio la base de una inmensa fortuna.

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Ánforas y mosaicos hallados en Granada, expuestos en el Museo Arqueológico. ALFREDO AGUILAR

Una pequeña joya destinada a exponerse en el Museo

El Departamento de Restauración del Museo Arqueológico es la primera 'víctima' de la febril época de descubrimientos que Granada está viviendo. Sobre la lápida de Domingo Pérez, la restauradora, Belén Ruiz, afirma que la pieza lleva pocas semanas en sus manos. «Llegó en torno al 15 de julio. Mide unos 70 centímetros de alto, 41 de ancho y unos 18 de profundidad». Añade que «le falta un fragmento –en la parte de abajo– que no se ha perdido en la extracción, sino en algún momento anterior». Confirma la calidad tanto de la piedra como de la factura de la inscripción, que tiene adheridos diversos materiales terrosos y calcáreos. Lo primero que se hizo con ella fue documentarla de forma precisa –el material necesario para que entren en los registros públicos, como Domus y Ceres, es prolijo–, y pasar a la limpieza de la pieza, probando con distintos disolventes que no dañen su integridad, de ph neutro. El siguiente paso será, según la restauradora, una limpieza mecánica con bisturí para que luzca de la mejor forma. «Su estado de conservación es muy bueno, en cualquier caso». El objetivo final es que se exponga en el Museo cuando sea posible.

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