Kyle Eastwood: Una noche en el cineclub
En su tercera visita nuestros escenarios, agotó el taquillaje del teatro Isabel
Juan Jesús García
Domingo, 13 de noviembre 2022, 13:54
En su tercera visita nuestros escenarios, Kyle Eastwood agotó el taquillaje del teatro Isabel, lo que es una buena noticia para un Festival que subsiste, ... como dijo su directora en la didáctica presentación que acompaña cada concierto, gracias al micromecenazgo de los asistentes. Se trataba de presentar 'Cinematic', su homenaje al cine, un arte al que está unido desde la cuna por pedigrí. También lo está al Jazz desde el mismo tiempo, porque su padre es un gran admirador de esta música, y hasta filmó la vida de Charlie Parker en la siempre reivindicable 'Bird'. Cuestión de genes. Tras el 'hipoaullido huracanado' de su antecesor, planteó un concierto amable y gustoso, sin estridencias, elegante y rico a nivel de detalle. Una sesión de club, y más con la iluminación penumbrosamente cenital que le acompañó.
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Como contrabajista cumple sobradamente con su cometido, con elegancia y sobriedad, y fomenta el espíritu de grupal, en vez de la tan frecuente en el Jazz reunión coyuntural de artistas. Y eso se nota. No recabó para sí mismo más de un quinto del quinteto, lo que es muy loable en un líder, y más si es bajista, especie con tendencia a la sobreactuación. Su música suena conjunta, natural, cercana, y es agradable y hermosa, como también es de agradecer su intento de comunicar en un esforzado castellano.
En clave Hard Bop arrancó su sesión, a modo de presentación de la banda con 'Rockin' Ronnie's', como también se fue de programa cinéfilo la pieza final, con esa 'Andalusía', muy chickcoreana (¡aquel 'Spain' es de sombra omnipresente!) y un tanto estereotipada, tan nuestra como del sur de Río Grande. Cosas de gringos.
Su concierto pudiera pedir imágenes ambientando, de hecho su nuevo proyecto las va a llevar. Pero en esta gira, ya lo dijo en estas páginas, no hay más que 'audio'. Entró en materia con el tema de 'Licencia para matar', única conexión a su padre como actor clásico, para recordar acto seguido al más estremecedor De Niro y el proxeneta Harvey Keitel; no sé si la selección para el disco tuvo más que ver con los valores musicales o con la animosidad asociada a esas banda sonoras, pero en el caso de 'Taxi driver' el clima fue inquietante. Así, un punto de simpatía fue su planteamiento de 'La pantera rosa' de Mancini, porque siempre genera una sonrisa, si bien su desarrollo –estamos hablando de Jazz- pasó de un Swing meteórico, a un ejercicio serio de Bop, para terminar con un marcial Blues de Nueva Orleans.
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A Kyle sus padre le llevaban a los festivales de Jazz, como éste, y en un teatro mayormente lleno de aficionados añosos -¡había cola en el servicio de caballeros!- destacaban también algunos chavales iniciados por sus inquietos padres, que parafraseando a Krahe: «no todo va a ser rapear». Acaso los futuros Kyles Garcías o Rodríguez de la ciudad estaban alí. El concierto, queridos porgenitores, fue, sí, el apropiado.
La exposición impresionista de la música de 'Grand Torino', a continuación, vino acompañada de un bello solo del titular sobre un sutil fondo de escobillas en la caja; nunca será Stanley Clarke, ni falta que le importa. Cuando anuncio 'Cinema Paradiso' se escurrió de lo obvio, eludiendo la archisobada melodía principal para quedarse con el 'Tema de amor' de Morricone, relatado por Brandon Allen con el soprano. Y si hay que elegir el corazón de esta sesión, pudieran ser las reinterpretaciones de las partituras de Lalo Shiffrin para el trhiller 'Bullitt', y de Thomas Newman para la de 007 'Skyfall'; ajustadas a una exposición funkeada la primera e intensamente jazzística la segunda, con una rueda de solos a mayor lucimiento del trompetista Quentin Collins, el pianista Andrew McCormack y un respetuosamente discreto hasta entonces baterista Chris Higginbottom.
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Terminado el concierto, y como ya ocurriera en sus anteriores visitas, la cola para comprarle discos dedicados y hacerse fotos con él le entretuvo casi una hora después del final, y eso que volaba de madrugada. Es lo que tiene llamarse Eastwood, y además parecerlo.
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