_Juno: amor electrónico en los tiempos del covid
Zahara y Martí, ataviados con su mono de trabajo, asomaron ayer sábado 13 en el escenario del CajaGranada rodeados de instrumentos electrónicos y digitales
Juan Jesús García
Granada
Domingo, 14 de febrero 2021, 03:22
Tras unos meses en los que ha sido imposible asistir a un concierto, primero porque no ha habido, y luego también por el miedo al ... contagio que hizo suspender los pocos que se ofertaban, algo hay de claridad al fondo. Tras numerosos cambios de fechas, Jorge Pardo o Mercedes Peón, y ahora _Juno, han intentado consolar, más que saciar, la sed de música cuerpo a cuerpo. Eso sí, manteniendo las distancias de seguridad. En este caso reducido el aforo a apenas 200 personas, separadas por grupos de un máximo de tres convivientes.
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Aunque no constan contagios en las actividades escénicas, el mundo de la música ha mostrado una responsabilidad absoluta, bordeando la autoinmolación. Estando así las cosas, la organización de este concierto ha sido extremadamente escrupulosa en las medidas requeridas, contando con un comportamiento exquisito del público. Juega a favor que el tono del concierto de _Juno no es propicio a las efusiones, más bien a todo lo contrario, a la contemplación pausada y la introversión lisérgica. Comparado con lo que se ve en algunas terrazas y pisos, actividades como estas debieran ser puestas como ejemplo por el Ministerio de Sanidad.
_Juno es una entidad propia. Zahara y Perarnau eran vidas paralelas, que como todas nos se unen hasta el infinito, aunque en este caso más acá. No son ni la una ni el otro, sino todo lo contrario, una tercera posibilidad, con puntos en común y otros no tanto. Y más en escena. Allí se ofrecen a la vista casi como un experimento en directo, como un laboratorio capaz de ir armando canciones y desarrollos desde cero. La tecnología puntera lo permite. Con menos botones el Apolo XI llegó a la luna.
Susurros hasta el infinito
Ataviados ambos con su mono de trabajo, asomaron rodeados de instrumentos mayormente electrónicos y digitales, efectos y cacharrería varia, pero de tracción manual, unidos por un simbólico cordón umbilical de luces de navidad. Con ellos van construyendo capa a capa los estratos sonoros que dan forma a sus canciones, como esa respiración rítmica o los susurros que replicados hasta el infinito marcan el paso de las piezas de apertura.
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No se sabe qué futuro inmediato tendrá el entente, y más ahora que la última videocanción de Zahara, Merichane, ha adelantado por la izquierda al proyecto, robando espacio al dúo. Pero mientras dure la cosa, _Juno seguirá presentando esas canciones mayormente de amor (y desamor) en tiempos de frío distanciamiento que habitan en su disco.
Temas que desde el titular se recrearon sin solución de continuidad, como una suite continua de varias partes en la que ellos se reconcentran, como si estuvieran solos, casi sin interacción directa con los habitantes del otro lado. La baja temperatura emocional de la electrónica, con tendencia al paisajismo y momentos de amplios despliegues ambientales y hasta psicodélicos, (entre Vangelis o Pink Floyd por citar a las fuentes), contrastan con la delicadeza frágil de lo entonado por la jienense; como su sinceridad vocal lo hace con la aspereza grave, a lo Jean Paul, de su compañero.
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En un concierto de estas características tan estáticas, la parte visual se antoja como imprescindible para apoyar la ensoñación sintética –tan solo una guitarra se oyó en un momento con su sonido natural–, así una iluminación cuidada y envolvente les acompañó, con efecto a contraluz (en la parte más rítmica, cuando Zahara se convierte en gogó) aportando más irrealidad a lo contemplado. Entre los añadidos cabe destacar su palpitante versión del 'So payaso' de Extremoduro completamente cambiada de registro. Zahara ha vuelto a sorprender con este 'pas de deux'.
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