José Miguel Moreno, un maestro con el laúd y la guitarra barroca en el Corral del Carbón

Tras subir al escenario, Moreno agradeció la presentación del director del Festival y envió sus mejores deseos a la otra estrella habitual del FIG, el guitarrista malagueño afincado en Granada Pepe Romero, quien fue sometido ayer mismo a una intervención quirúrgica de la que se recupera de forma satisfactoria. Con su ya habitual afán didáctico, el músico explicó las conexiones entre la vihuela y la guitarra barroca, instrumento con el que interpretó la primera parte del recital.

Comenzó Moreno interpretando 'Villanos' y 'Canarios' de Francisco Guerau. El autor del conocido 'Poema harmónico', músico de la Capilla Real de Madrid bajo el reinado de Carlos II, fue, precisamente, un gran divulgador de la música de su tiempo, a la vez que un gran pedagogo. Ambas series de piezas pusieron de manifiesto la excepcional técnica del madrileño así como su profundo conocimiento del instrumento. Las piezas inspiradas en bailes ancestrales de las 'islas afortunadas' fueron también las escuchadas anoche pertenecientes al repertorio creado por Antonio Martín y Coll, uno de los grandes personajes musicales del siglo XVII y principios del XVIII español, en tanto que desde su posición como monje franciscano, fue tanto organista como compositor y coleccionista, faceta esta última clave en una época en que la música se atesoraba para su ejecución posterior.

Avanzada la primera parte del recital, llegó el momento para el público de disfrutar de un amplio recorrido por la obra de Gaspar Sanz, sin duda uno de los autores más interpretados con instrumentos históricos de cuantos forman parte del panorama musical hispano en el siglo XVII. Oyendo algunas de las obras que anoche ejecutó Moreno, es fácil comprender por qué se le considera el padre de la guitarra española. Comenzó el madrileño con 'Españoletas', de ritmo vivo y una sonoridad que casi impelía a mover los pies. Continuó el intérprete con una 'Pavana al ayre español', impregnada por la ceremoniosidad propia de la pieza. A renglón seguido, tocó 'Rujero y paradetas' de las que el propio Sanz incluyera en su 'Suite española'; luego, ejecutó 'Folías', una 'Canción' y 'La esfachata de Nápoles', 'La miñona de Cataluña' y 'Lantarurú', para terminar con unos 'Canarios'.

La segunda parte estuvo protagonizada por el laúd barroco, un instrumento mucho más complejo, que fue, como recordó Moreno, un instrumento que jamás llegó a España, pero que fue muy interpretado en países como la Alemania y la Austria de nuestros días. Su propia complejidad, con doble diapasón y cuerdas en el aire, impele a una interpretación más sosegada, no exenta de melancolía. Comenzó el instrumentista con obras de Sylvius Leopold Weiss, concretamente 'Prelude', 'Allemande' y 'Pasagaille', todas en re mayor. Luego, tocó la 'Suite en la mayor', del casi desconocido compositor Johann Gotfried Conradi –en realidad, de él sólo se conoce esta obra–. El recital finalizó con 'Chaconne' en la mayor, del compositor nacido en Leipzig David Kellner.