Nadine Sierra nos emocionó con una Traviata inolvidable

Porque estamos ante una de las grandes creaciones de Verdi, una de esas obras que hablan directamente al sentimiento. Una ópera en la que, como también ocurre en La Bohème, tiene un argumentos creíble, es una historia que puede pasar, que es tremendamente humana y que se aleja de personajes mitológicos. Es una historia casi de mesa camilla, donde está presente lo cotidiano y que bien puede considerarse una antecesora del verismo operístico. Si al argumento se añade la belleza incuestionable de sus melodías, el brillante tratamiento orquestal, la sabia utilización de las voces, estamos ante una obra excepcional, tremendamente actual y que consigue enganchar, emocionar, vivirla con intensidad al espectador.

En La Traviata, Violeta es el personaje central, indiscutible, de la obra. Su belleza, su sacrificio, lo abnegado de su amor, llega muy directamente al sentimiento. Por eso se requiere una soprano de unas cualidades excepcionales. Como ocurre con Nadine Sierra. Voz bellísima, potente pero siempre llena de dulzura, plena de matices. Un registro central de gran hermosura, un timbre bellísimo que ella sabe utilizar con sabiduría. Un registro agudo pleno, lleno de belleza y musicalidad. Seguro, convincente. Es una cantante poderosa pero de una exquisita sensibilidad, de una capacidad de entrega que hace todavía más creíble y cercano al personaje. He tenido la suerte de ver y escuchar muchas Traviatas. Sin duda, para mí, la de Nadine Sierra es la mejor. Es mi modesta opinión.

Estuvo inmensa en cada momento de la obra. Desde el brindis, a la bellísima aria del primer acto cuando ya el amor ha llamado por fin a su puerta. Voluble y al mismo tiempo sentimental en Sempre libera. Y excepcional de sentimiento y verdad en el segundo acto en el dúo con el barítono. Y qué decir del último acto que lo ha bordado desbordando sensilidad, talento, encanto y entrega. Ese Addio del passato lleno de tristeza, de dolor, de pasión que la cercana muerte va apagando. Nadine Sierra entra por derecho propio en las páginas más gloriosas de la historia de nuestro Festival.

Junto a ella un estupendo tenor, Xabier Anduaga, al que ya había tenido yo ocasión de escucha otras veces. Tenor de voz muy hermosa, muy equilibrada, con unos agudos poderosos pero plenos de belleza y una voz media de gran calidad. Ante una excepcional Sierra ha dado la réplica adecuada. Estuvo formidable en el dúo del primer acto, cantó con gusto el De miei bolenti.. y brilló en la comprometida Oh mio rimorso, donde el sobreagudo salió limpio, bello, sin mácula. El resto de intérpretes a buena altura. Artur Rucinski estuvo acertado en el antipático personaje de Di Germont. Muy bien el coro, magnífico, y muy bien la Orquesta del Teatro Real con una sabia, convincente y adecuada dirección de Henrik Nánási. Gran Traviata que dejará un recuerdo imborrable.