Rafaela Carrasco goza de un presente inmenso, fruto de una siembra creativa y constante. Desde su juventud ha sido punta de lanza en los nuevos ... caminos del baile flamenco. Es exacta en sus movimientos; pies, hombros y sobre todo un braceo cautivador, que marcan un compás milimétrico, aunque a veces le afeen la mirada hacia abajo, la postura cerrada o el puntual paso quebrado. Lo tiene todo medido, bien medido, y no deja espacio para la espontaneidad. Incluso la improvisación está programada. Rafaela Carrasco representa una vanguardia sosegada, concienzuda, minimalista a veces; influyente en muchas jóvenes, entre ellas nuestra Patricia Guerrero. No se puede decir tanto con tan poco. Y no es que el sábado, en La Platería, su entrega fuera escasa. Muy al contrario, el cambio de chaquetilla corta, que mudó de cinco a seis veces, sobre la parquedad de un vestido negro de vuelo y monotrenza, marcaba su entrega sobre el escenario de la mítica Peña. Su guitarrista habitual, Jesús Torres, compenetrado al cien por ciento, participaba de esa justeza. Jesús, preciso e igualmente creativo, dejaba hacer, dando el necesario espacio que merece el baile y el cante. Un cante destacado, protagonizado por los cantaores locales Gema Caballero y Antonio Campos, que acompañaron con decisión y coraje a la bailaora sevillana y bordaron los interludios. Antonio interpretó a capela su inapreciable romance, dedicado a Buñuel, inserto en su glorioso disco-libro 'Escribiendo en el alfar', de 2015; Gema, por su parte, se inclinó por la malagueña, estilo Trini, el jabegote y los fandangos de Granada. Dos ejemplos de buen cante, que hicieron las delicias tanto de sus compañeros, como de todos y cada uno de los presentes, y fueron motivo de alago en el ambigú tras el concierto.
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Una farruca enriquecida sirvió de presentación a Rafaela, que seguidamente apostó por la soleá y después por el olvidado garrotín, en el que jugaba con un cordobés esclarecido como evidente tocado. En las seguiriyas (colosal Antonio Campos) quizá le faltara el punto trágico que esta pieza precisa. El remate por cantiñas, comenzando por alegrías de Córdoba (ella con bolero rojo con caireles), fue un canto de cisne, completo, redondo y evidente, como reza su simple planteamiento.
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