Israel Galván. J. F. B.
Crtítica de flamenco

Sobra la música

Jorge Fernández Bustos

Sábado, 8 de junio 2024, 00:09

Fernando Fernán Gómez dijo que en el teatro sobraba el público. Israel Galván se planteó hace tiempo revelarse contra toda convención y emprender un camino ... hacia el interior, una trayectoria endógena que no siempre es comprendida; una búsqueda que lo lleva hasta conceptos orientales, buscando el minimalismo de un haiku, por poner, que no la alargada evidencia de un romance. El bailaor sevillano, descendiente de una familia de grandes bailaores, ha aprendido a buscar la esencia cada vez con menos elementos, hasta llegar a 'Solo' (premio Ciudad de Barcelona de Danza), donde prescinde de todo elemento que no sea él mismo y los sonidos que de su propio cuerpo se puedan desprender. Así, el jueves, en el Teatro Alhambra, dentro del ciclo 'Andalucía. Flamenco', se presentó Israel en un parco escenario: apenas dos bafles y distintas texturas en el suelo para enriquecer una obra de tan solo 40 minutos de movimientos 'galvánicos'. Es difícil y arriesgado, mantener la atención durante tanto tiempo con una obra tan surrealista como alejada de la ortodoxia, aunque hay casos de gente de la danza que así lo ha hecho, empezando por Vicente Escudero, a mediados del siglo pasado.

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'Solo' trasciende el flamenco, no es flamenco o es flamenco experimental; flamenco y algo más. Israel se golpea el pecho, los muslos, las suelas de los zapatos o los dientes; hace ruiditos con la boca y esboza canciones (la obsesión de una sevillana en susurros); da palmas y pitos; se apoya en castañuelas y otros elementos externos; y no puede faltar el taconeo y el arrastre de pies sobre distintas superficies amplificadas (madera, arena…). Incluso su apariencia es trasgresora, como siempre: vestido de negro, con pantalón corto sobre unas medias negras y botines blancos, que, en el ecuador del espectáculo, muda por botas de agua rosas (¡rosas!) y un mandil rojo que cambia a negro en los postres.

40 minutos de experimentación, 40 minutos de silencio (incómodo a veces). Era necesario tirar del humor, de la comicidad continua, para mantener la atención. (Al final, un loro de juguete repite el ruido de su taconeo, el de su voz; un recurso que sorprende por su gracia, por su novedad.)

No obstante, un bailaor menos preparado que él no podría hacer nada parecido. Israel Galván ha demostrado con creces que forma parte de la élite de la danza española. Israel Galván es canastero, baila por derecho y rompe moldes; tiene música en su interior y no necesita que le hagan compás; es reconocible y reconocido a la par. Fue un incomprendido, es un incomprendido, le gusta ser un incomprendido, con sus poses egipcias, sus movimientos redondos, casi femeninos, y ese sacarle partido a lo más elemental.

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Quien va a ver una obra de Israel Galván, ya sabe a lo que se arriesga: a una nueva propuesta, atrevida, temeraria, desobediente, insumisa, renovadora, abierta, tanteadora, fortuita, alarmante, comprometedora… y, por supuesto, marcando tendencia. 'Solo' es una apuesta de futuro, del flamenco que viene, para bien o para mal.

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