El 16 de noviembre de 2010 la Unesco incluyó el flamenco en su Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, aunque quizás llegara ... tarde, porque la expansión universal del flamenco estaba clara desde que cruzó sus fronteras. Circunscribir el flamenco a España es como acotar el jazz a Nueva Orleans. El jazz es universal y evoluciona con los tiempos, con los lugares y con los intérpretes. El flamenco, no solo es igual, sino que posee un importante poder de atracción, imantando nuestros rincones más auténticos de migrantes enamorados de este arte. Así, no es raro encontrar en nuestras academias, en nuestros tablaos y en nuestros escenarios, diletantes y aun artistas extranjeros seducidos por un quejío, una falseta o un taconeo. En el día de hoy, paseando por las calles de Granada, podemos hablar con toda familiaridad de un guitarrista de Canadá y una guitarrista finlandesa; y de una bailaora japonesa, otra chilena y otra de la República Checa. Y, lo más asombroso, para talibanes y gentes afines, estos artistas están cargados de verdad, de creatividad y de buen hacer; con el añadido de que han venido buscando convencidos la autenticidad del flamenco en su cuna y no les ha llovido del cielo, como a los herederos andaluces.
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Venida de Praga, la bailaora Lucie Bevelaqua, presentó la noche del sábado su obra 'Tócame flamenco', en La Chumbera, un espectáculo sincero y completo, del que muchos podrían que aprender. Con un patio de butacas lleno y acompañada del guitarrista Jorge 'el Pisao' y de los cantaores David Sorroche y Aroa Palomo, la praguense abrió la velada con vestido de bata blanca, abordando una toná que rápidamente pasó a ser petenera, un estilo no muy dado a la danza, vindicando así una personal valentía digna de encomio, aunque la bata, a decir verdad, terminó pesando a los postres. Hasta la nueva aparición de la bailaora por levante, sus músicos, con Aroa como protagonista, hicieron unos fandangos de Granada, en los que se acordaron de Ganivet, Paquillo el del Gas y de Frasquito Yerbagüena. A continuación, El Pisao propuso un meritorio solo de guitarra por zambra, endeudado con los Habichuela. Lucie supo ser coherente en los cantes mineros. Íntegramente de negro, estuvo en su papel y, con un zapateado lleno de sentimiento, pasó por ser granadina, sobre todo cuando el levante pasó al tango. El siguiente interludio lo abarcaron el piano de Jaime Miguel Pérez, que ya estuvo en escena hasta el final, la guitarra y los cantaores interpretando 'La Estrella' de Morente, antes de quedarse solo El Pisao sentado a boca de escenario y recibir, con mucho amor, a la bailaora con una personal y delicada pieza cercana a la taranta.
El cantaor David Sorroche, antes de irrumpir Bevelaqua con su punto final, hizo alarde de voz, de ayeos, mediotonos y proyecciones con 'Pena mora', de Juanito Valderrama. Aroa recibió a Lucie las remedando a Mayte Martín, con 'Navega sola', por alegrías. Ella de rojo y con Manila, mostró quizá el baile que más domina y en el que más suelta se le ve. Una coda por saetas despidió la noche.
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