Patricia Guerrero, en la Platería J. F. Bustos
Crítica

Patricia Guerrero, Patricia platera

Jorge Fernández Bustos

Domingo, 23 de junio 2024, 13:35

Noche redonda para clausurar las actividades de la programación especial del 75 Aniversario de La Platería, el pasado sábado en el patio de la sede ... de la Peña. Comenzó la noche con el presidente, Víctor Vázquez, entregando la Medalla de Oro y nombrando Socia de Honor a Patricia Guerrero: «Por su excelente trayectoria y los reconocidos méritos como gran profesional del flamenco». Ella, agradeció el nombramiento de la que consideraba su casa y el significado que la Peña ha tenido en su vida, donde nació y creció como 'bailaora' y como persona. Acto seguido, la Premio Nacional de Danza 2021 y directora del Ballet Flamenco de Andalucía, sin perder un minuto y dejando a su selecto cuadro con los preámbulos establecidos, de perfecto negro, como mandan los cánones, se arrancó por seguiriyas. Guerrero es una trabajadora; una luchadora que hace fácil lo difícil; es creativa y contemporánea, sin olvidar a sus ancestros; es rompedora y coherente; se parece a… y no se parece a nadie. Patricia se entregó, marcando los desplantes y mostrando que lo terrenal y la elegancia no están reñidos.

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El macho fue enérgico, sobresaliente. Dani de Morón, su escudero, quedó solo en el escenario para hacer entrega de una de las farrucas más originales que hemos escuchado últimamente. Dani Méndez ocupa uno de los primeros puestos de los guitarristas de su generación y es punta de lanza en la vanguardia, sin perder la esencia. Con una digitación clara y rotunda, destacamos su pulgar. La granadina supo ser canastera por tangos. Con falda de vuelo y pañoleta a juego, comenzó bailando el punteo de la guitarra, para seguir con una danza llena de referencias al Camino, haciéndole guiños al Petaco, donde entraba en juego los pies y la cabeza, los hombros y las caderas, los dedos y la frente. Antes del baile final, Sergio Gómez 'el Colorao', arropado por el de Morón, hizo entrega de una estremecedora soleá apolá, que empezó en Triana y acabó en Granada.

Patricia de nuevo, empeñada en darlo todo, con su estilismo habitual y bata de cola, color crudo, se inclinó por cantiñas, que en un principio fueron caracoles, apoyados en un abanico, que cambió por un mantón en la primera escobilla, con algún contratiempo (se le quedaron los flecos enganchados en los alambres del toldo). Sin lapsus pasó a las bulerías, con su poquito de cuplé y el toque típico de Morón, bailando el silencio y después solo compás (bien por José Cortés 'el Indio'), para terminar rubricando una faena de verdadero orgullo de ser granadina y de ser platera.

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