Jesús Ávila desvela en su última obra los entresijos del holocausto cátaro

El catarismo, a pesar de haber sido condenado por la Iglesia oficial como herético, y sufrir los horrores de la cruzada albigense, primero, y las despiadadas persecuciones llevadas a cabo por los esbirros de la Inquisición, después, hizo tambalear los cimientos de la Iglesia católica en los siglos medievales.

–¿Qué convertía al catarismo en un peligro para la Iglesia católica?

–La Iglesia cátara, heredera de los saberes más profundos de la espiritualidad de Zaratustra, en la lejana Persia, después de un largo periplo que, desde Anatolia y a través de los Balcanes y Lombardía, supo anidar en el corazón de Occidente, es una cultura socio-cultural diferente a los conocimientos que preconizaba la Iglesia oficial, a pesar de ser también cristiana. Sus ministros –llamados Perfectos– durante más de dos siglos, impartieron sus enseñanzas, basadas en la libertad de la persona, el respeto a la mujer, la tolerancia intercultural, la protección a la naturaleza y el sentido del trabajo, como premisas para la vida misma.

–Las raíces de este pensamiento religioso están en Zaratustra y con ello en el desafío a las tradiciones existentes de la religión...

–Sí, el primer germen de esta filosofía fue Zaratustra, pensador persa, gran maestro de la ética, fundador del mazdeísmo; corriente filosófica y religiosa basada en el concepto de la dualidad: un Dios bueno, como principio del Bien (Ahura Mazda), y un Dios malo, como culpable del Mal (Asira-Manyú). Mucho más tarde, en el siglo X, en Macedonia, una nueva corriente religiosa, procedente de los Cárpatos, se convirtió en la religión oficial de Bosnia y Hungría. El hombre deriva de Bogomil, versión eslava del nombre griego 'Teófilo' (Amado de Dios). El bogomilismo también sigue a pies juntillas la dualidad radical: un dios creador de los cielos y del Bien, y su antagónico, el espíritu de las tinieblas, o dios del Mal, creador de la Tierra. Por ello, los bogomilos no representan la cruz, ni transmiten el sufrimiento, sino que rinde culto a un Cristo triunfante. La profesión mayoritaria de los bogomilos era la de tejedores; perseguidos sin piedad por los emperadores bizantinos, los bogomilos se dirigieron a Occidente, concretamente a la región del Languedoc, al norte de los Pirineos.

–¿Pero, por qué el Languedoc?

–Occitania era, a finales del siglo XI, uno de los territorios más fértiles de Europa; cuyas gentes estaban abiertas a la intelectualidad de las Cortes de Amor Cortés, impulsadas por la nobleza y las clases más culturas, siendo meta y punto de encuentro de juglares, trovadores y de los elementos más intelectuales de la vieja Europa.

–¿Cómo era la religión cátara?

–La religión cátara era puramente espiritual, desprovista tanto de culto como de templo; al igual que los druidas celtas, la naturaleza era el marco ideal para elevar los rezos al dios de la Luz, y como las religiones protohistóricas, estos altares solían elevarse en lugares que antes habían sido clasificados por las civilizaciones antiguas como enclaves sagrados. Se trata de una religión cristiana, basada en la idea antigua del dualismo; de conocimiento y revelación, interesada en la búsqueda por la perfección cristiana. Los cátaros no temían a la muerte, puesto que para ellos el Infierno se hallaba en este mundo.

–¿En qué consistía el ritual?

–El ritual cátaro estaba basado en tres principios: transmisión de la oración dominical; el oficio (apparelliamentum), y el consolamentum. Lo esencial de los cultos cátaros era la oración del día y de la noche; desempeñando, en sentido estricto, una gran papel los himnos y los cantos de júbilo. Después de llevar a cabo la división del pan, en la Cena del Señor (Coena Domini), el Perfecto predicaba a los creyentes allí presentes un texto del Evangelio de San Juan, para terminar rezando el Padrenuestro.

–¿Qué explica su persecución hasta el exterminio?

–Tras la caída de Quéribus (1255), último baluarte cátaro, después de una despiadada cruzada iniciada en 1209, toda Occitania se cubrió de sangre, ceniza y muertos. Los cátaros, al negarse a pagar los impuestos, porque veían que no se utilizaban en mejorar la calidad de vida de las gentes, fueron también el blanco de las persecuciones; igualmente, al considerar a la mujer como un ser al mismo nivel que el hombre. Todos estos elementos fueron los detonantes de esa feroz persecución, cuya cruzada fue la única, lanzada por la Iglesia, en un territorio europeo medieval, para condenar a otros cristianos.

–¿Por qué se temía al catarismo?

–La cruzada contra los cátaros tuvo dos fuerzas esenciales: por un lado, la Iglesia de Roma y por otro, las ansias del monarca francés, Felipe II el Hermoso, que deseaba ampliar su territorio desde Auvernia hasta los Pirineos, y anexionarse las fértiles tierras de Occitania, y con ello llenar sus depósitos de oro con los impuestos.

–¿Qué va a descubrir el lector-viajero en esta obra?

–Al abrir el libro, el lector no tardará en comprender los dos conceptos que he querido establecer en las páginas de este ensayo. La primera parte está dedicada a explicar la naturaleza de este pensamiento –condenado como herejía por la Iglesia oficial–, mientras que la segunda parte está dedicada a explicar los horrores de la cruzada o las siniestras acciones llevadas a cabo por los verdugos de la Inquisición en todas y cada una de las poblaciones de Occitania. Este libro es el resultado de muchos años de trabajo de campo; con su lectura, el lector no tardará en comprender este oscuro período de nuestra historia, y dejará de ser turista para convertirse en viajero.