Aurora Luque, poeta, traductora y doctora en Filología Clásica
«Quedan muchas escritoras por rescatar. No es olvido, sino injusticia flagrante»Aurora Luque pronunció la lección inaugural del curso académico 2023-2024 del Instituto de Estudios Giennenses
Ascensión Cubillo
Jaén
Jueves, 16 de noviembre 2023, 23:42
Aurora Luque (Almería, 1962) es, ante todo, poeta, pero también traductora de poesía y doctora en Filología Clásica por la Universidad de Salamanca. Como investigadora, ... sus principales líneas de interés son el mundo clásico, la literatura de mujeres y la traducción de poesía. Entre sus últimas publicaciones destacan 'Las sirenas de abajo. Poesía reunida 1982-2022', 'Un número finito de veranos' y la antología 'Homérica'.
Ha recibido los premios Nacional y Loewe de Poesía, Generación del 27, Andalucía de la Crítica y Accésit al premio Adonáis. Como investigadora feminista se ha alzado con los premios Meridiana, Menina e Isabel Oyarzábal.
Luque impartió ayer la lección inaugural del curso académico del Instituto de Estudios Giennenses, con el título 'Motivos intemporales en la poesía amorosa de la Grecia clásica (con preludio hernandiano)'.
–¿Qué motivos que ya escribieron en su día los autores clásicos son intemporales?
–El poder del amor incombatible, que es muy difícil de someter. El mar como fuente de metáforas, llevamos siglos comparando los disturbios amorosos como tempestades marinas, oleaje y naufragio. Las vivencias de la experiencia amorosa como una enajenación, como un trastorno o una locura pasajera. El carácter divino del amor. El motivo del beso es también muy importante. Tiene origen en Roma y pasa por todos los siglos, se hacen muchas imitaciones de los poemas de los besos de Catulo. Miguel Hernández, por ejemplo, tiene muchísimos poemas en los que los besos son el símbolo máximo de la vivencia amorosa y erótica: el beso, la boca y los labios son imágenes muy potentes.
–Dice Jaime Siles que usted es «la más griega de nuestras escritoras modernas». ¿Qué trasfondo tiene esa definición?
–Mi formación. Yo empecé a enamorarme de la poesía desde niña. Leía antes a Miguel Hernández, a Juan Ramón Jiménez y a Cernuda que a los poetas clásicos, pero una vez que decidí dedicarme a la poesía acudí a los primeros, que fueron los griegos. Me gustaron tanto que enfoqué mi carrera por ahí. No me cansan nunca porque he comprobado que son muy modernos, hablan de temas candentes como la paz, la libertad o la soledad, motivos que no caducan. Como me apasionan cada vez más, Jaime Siles me ha puesto esa etiqueta que yo agradezco, aunque a mí lo que me interesa es el mundo contemporáneo. El diálogo con el mundo clásico vivifica y nos ayuda a enriquecernos.
–¿Cómo vienen las nuevas generaciones de poetas?
–El panorama es prometedor hasta en el amor a los clásicos. Hay poetas jóvenes muy buenos. Yo estoy en jurados de premios, algunos destinados solamente a los más jóvenes como el Adonáis, el Gerardo Diego, que se falla en Soria, o el Emilio Prados, y veo mucho talento y vigor. También es verdad que ahora ensombrece el panorama el auge de una poesía trivializada, sentimental, que ha rebajado el nivel de calidad. Se vende mucho, sobre todo a los adolescentes, y en realidad no es nada exigente porque abunda en lo fácil, me quiere no me quiere, el desamor, la experiencia inmediata. Son emociones muy poco trabajadas, pero eso no es la poesía. Esa nube sobre la poesía juvenil puede crear confusión, pero al margen de eso hay poetas muy rigurosos y muy exigentes que se toman muy en serio la poesía.
–A lo largo de su carrera ha hecho una labor de rescate de escritoras olvidadas, de hecho le valió el Premio Meridiana. ¿Por qué es tan importante recuperar el legado de estas mujeres que fueron borradas?
–Mejor borradas que olvidadas porque el olvido es una palabra demasiado suave, ya que puede ser algo involuntario. Y es que fueron borradas a propósito. Se despreció a propósito la escritura de las mujeres porque se creía que no era valiosa. Se decidió consciente y racionalmente no incluirlas en el canon de los mejores escritores. Fueron insultadas, tachadas de marimachos, de locas, por eso no nos gusta la palabra poetisa.
–¿Por qué?
–Porque sigue produciendo rechazo, aunque yo creo que hay que recuperarla. La cargaron de misoginia. Poetisa, una solterona, amargada, que no se casa, es muy fea, bebe vinagre para ponerse pálida. Como es una infeliz se dedica a hacer versos porque se ha quedado soltera, decían. Ese discurso que parece muy trivializado en realidad funcionó muchos siglos, en el XIX especialmente hizo mucho daño. Hay muchas mujeres que no se resignaron, que no renunciaron y en las primeras décadas del siglo XX hay una cantera maravillosa.
–¿Algún ejemplo?
–Esta semana hemos presentando en Málaga un libro de una de 'Las Sinsombrero' a la que no se suele citar a menudo, Isabel Oyarzábal. Periodista, autora de memorias, cuentos, novela, ensayos. ¿Quién la conoce? No se estudia en los institutos. Parece como si el feminismo empezara a molestar. El reconocimiento del valor de lo que han hecho y hacen las mujeres, pues hay quien ya está como cansado, como si eso tuviera que ser una moda pasajera. Pues no, es que estamos empezando, no llevamos ni el 5% de la tarea hecha. Queda muchísimo por rescatar. No es olvido, sino injusticia flagrante.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión